El asunto no está exento de cierta ironía. Siendo yo un crio la gente tendía a confundir mi profunda timidez con maleducación e insociabilidad. Nadie parecía comprender que incluso decir "hola" me suponía un gran esfuerzo, y por eso a veces las palabras no salían de mi boca o lo hacían de forma casi inaudible (manía esta que he conservado de adulto, especialmente en días de mal humor). También era la causa de que me costara tanto hacer amigos nuevos y de que no terminara de conectar con los que ya tenía (aunque estos se limitaron a pensar que había nacido así de raro y que si no aguantaba sus bromas pesadas peor para mí). Con el tiempo, las experiencias y un poquito de madurez (eso sí, sin abusar) he conseguido superar algunos de mis miedos y abrirme más al mundo, dentro de mis limitaciones (ya lo dijo Carmen Posadas: la timidez es una enfermedad crónica e incurable). Sin embargo es precisamente ahora, después de haber conocido a tantas personas, de haberme ido a la cama con varias mujeres, de haber convivido con un montón de desconocidos y de haberme pasado casi toda mi vida laboral atendiendo al gran público, cuando me he convertido en un ser maleducado e insociable.
Cuanta más gente conozco menos la soporto.
Una discusión habitual en las visitas no autorizadas de mis padres al Nido es mi absoluto desinterés hacia mis compañeros de piso. Especialmente por parte de mi madre, una manchega de los pies a la cabeza, de esas para las que las opiniones de los vecinos cuentan más que la suya propia y que acude a velatorios de gente a la que conocía solo de pasada por aquello de "quedar bien con la familia". Ella es incapaz de entender que después de haber convivido con casi una treintena de personas desde que me fui de casa resulta completamente imposible trabar amistad con todos. De hecho he llegado a un punto en el que para mi son solo gente a la que tengo que soportar para poder pagar el alquiler y que, como todos, se irán al cabo de unos meses para no volver jamás. De esas treinta solo mantengo el contacto con dos, así que ya ni me molesto en comenzar una relación que acabará en el momento en el que salgan por la puerta con sus maletas y que, por otra parte, en general no me importa en absoluto. Puede sonar mezquino, pero intentar fingir lo contrario sería una pérdida de tiempo.
El problema es que mis pasos me han llevado a recalar en un lugar que vive de los flujos de gente. Y son una auténtica plaga. Hay gente por todas partes: gente abarrotando la playa, gente inundando las calles, gente atestando los bares, hordas de gente tomando al asalto una ciudad que en el fondo no les interesa una mierda y que solo se marcharán para ser sustituidos por otros, igual o más presuntuosos que los anteriores. La bonanza económica se ha convertido en mi infierno particular. En más de una ocasión he tenido que salir corriendo del pub ("mi" pub), harto como estaba de los empujones, de los codazos, del calor, de la falta de oxígeno y espacio, de estar atrapado sin casi poder moverme rodeado de desconocidos ebrios, colocados o salidos (o las tres cosas a la vez). Hay veces que he sentido ganas de gritar, preso de la rabia y la ansiedad.
Se que lo que yo considero una tortura podría ser una gran oportunidad. A fin de cuentas, ¿que miedo debería tener de actuar como un gilipollas frente a una turista a la que con toda probabilidad no volveré a ver en la vida? Sin embargo por mucho que lo intente no los soporto. En verano los guiris, con sus cabellos rubios, sus ojos azules y sus pieles blanquecinas completamente quemadas por el sol, mirándonos siempre por encima del hombro aunque llegada la noche abandonen todo principio moral que les ate en sus propios paises y se entreguen a cualquier exceso con la convicción de que aquí todo vale. Y en invierno los universitarios, tan ingenuos, tan confiados, tan alegres, tan altivos, creyéndose a salvo en su propia burbuja de irrealidad, jugando a ser modernos, alternativos, transgresores o triunfadores dentro de la falsa libertad que esos tres, cuatro o cinco años de estudio les proporciona (y que se vendrá abajo cuando salgan al mundo y descubran que les ha servido de poco o nada).
Ojalá fuera menos remilgado, más abierto y mucho más hijoputa: viviendo donde vivo, no pararía de follar. Sin embargo he nacido solitario y por más que lo intente no consigo encontrarme cómodo rodeado de gente por la que no siento ningún interés, aunque sea para sacarles dinero o llevármelas a la cama. Eso no significa que fuera feliz mudándome a una isla desierta, alejado de todo contacto humano para siempre. La soledad es mala compañera y también disfruto teniendo al lado a los amigos, la familia o incluso a algún desconocido de tanto en tanto. Sin embargo, no hay droga, libro de autoayuda o meditación trascendental que me permita superar el profundo rencor que siento hacia aquellos que invaden mi espacio personal sin mi permiso. A veces incluso con él
¿Insociable? Sí, mucho. Pero para conocer gente sin tenerlos demasiado cerca ya se inventó internet...
6 comentarios:
Una sola puntualización, asocial es distinto a lo que a ti te pasa, estamos programados (genéticamente también, un bebé se girará y prestará atención a una voz humana, da igual su idioma, da igual el tono, se girará, igualmente los adultos casi no podemos evitar imitar el laleo congénito...) y por si fuera poco con la programación genética tenemos la social, toda una historia de reforzamientos directos o indirectos (para el sexo no masturbatorio necesitas gente, para trabajar necesitas gente...) por no hablar de actitudes y valores.
Con eso quiero decir que una cosa es que no nos guste la forma en que se está organizando nuestra sociedad y otra cosa es que seamos seres asociales, tus propias referencias a que eres solitario pero no quieres estar solo indican, mas o menos lo que trato de decir. No te gusta el tipo de peña que te encuentras lo que no es lo mismo que decir que no te gusta la gente, a secas.
Si te sirve de consuelo, lo que tu comentas, nos pasa a todos, cada día nos recluimos más, no porque nos guste recluirnos sino porque no nos gusta lo que hay fuera.
En nuestro caso nos podemos dar con un canto en los dientes, tenemos una red familiar relativamente tupida que compensa la escasa red de amigos, estudiamos, los dos, fuera, cuando volvimos nuestros amigos se quedaron en otros lugares y volvimos a una ciudad que ya no era la nuestra, para colmo, vamos y tenemos unos gustos raritos, con lo que nos es mas complicado hacer amigos "compatibles", precisamente por eso cuando los encuentras los atesoras.
Quizás tu debas de hacer al revés, no lo sé.
Por cierto, en el ambiente, en el real, existen códigos, por así llamarlos, bastante evidentes, mas evidentes contra mas caña es el ambiente, en el cruising, tocadas de huevos, en los baretos, miradas fijas...el problema son los lugares que no son de ambiente, allí no valen los códigos y no valen porque (locazas aparte) un homosexual no se distingue de un hetero, bueno, si el hetero es el típico buitre caza chochitos sí, pero para el resto...
Muy de acuerdo contigo, por eso me he cuidado mucho de no utilizar el término "asocial" y si el de "insociable", que define mejor mi actitud actual: una gran renuencia a la hora de entablar relaciones sociales.
En cuanto a lo del ambiente, me temo que mi caso va más allá de la falta de códigos. Recuerdo que hice la prueba de ir yo solo a una sala en su noche gay (la que hay en la Gran Via de Madrid, que no recuerdo como se llama) e incluso allí no supieron como clasificarme.
Tendría que haberme tirado al del sábado. Solo por salir de dudas...
Yo estoy actualmente en un cambio de piso.
Sin embargo para mi, aun sigue siendo importante llevarme bien con los compañeros de piso, en general, hemos terminado siendo amigos. Aunque tambien es cierto que no he compartido con tanta gente como tu, si que lo llevo haciendo muchos años, quizas 15.
Ahora, como digo, en este trance, solo pasa por mi cabeza que quizás lo mejor que puedo hacer es pirarme a vivir solo, pero por otro lado, creo que esto tan solo servirá para que me encuentre asqueado de todo, y sin ganas de relacionarme. Si ya soy algo introvertido, esto haría que me envolviera en mi mismo.
En fin. Un saludo
Joder hostia puta, la asepsia de este nuevo blog es tremenda...
"Una gran renuencia", "el asunto no está exento".
Más grasa, más sudor, menos leches!
Y al marica aquel que envió a su amiga a explorar el terreno, hiciste bien mandándole a tomar por culo (nunca mejor dicho), pero tenías que haberte follado a la amiga allí mismo en los servicios, en lugar de entablar una puta conversación aséptico-sosa.
He dicho.
PD: ¡Hostia puta!
Nunca hay que intentar ligarse a una mariliendres. No tiene sentido. Y en cuanto a la sangre, las tripas y los tacos gratuitos, ya llegarán. Que el buen humor no me durará para siempre, si me conoceré yo...
sangre de mariliendres corre por mis venas (no toda, soy mestiza) y no me importa que me liguen... (smiley con cara de no haber roto nunca un plato)
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