Hace ya bastante tiempo escribí una Guía de supervivencia en un sex shop (de la que posiblemente me arrepentiré algún día) en la que dejaba al descubierto mi afición por este tipo de locales; en especial por las cabinas de "peep show", lugares en el que tras una mámpara de cristal puedes ver a mujeres con cuerpos más o menos esculturales (aunque siempre depiladas) exhibirse ante los clientes, o parejas copulando (en las que el tio suele tener cara de aburrimiento) al módico precio de aproximadamente 1€ por minuto. No es para sentirse especialmente orgulloso, lo se, pero cuando tus periodos de inactividad sexual se cuentan por años y no por meses o semanas uno es capaz de cualquier cosa con tal de recordar de alguna manera que el sexo existe. Coincidió que hace un par de días un programa de televisión emitió una serie de reportajes sobre la prostitución en diversos lugares del mundo y me puse a pensar sobre la alarmente proliferación de métodos que existen para aliviar la líbido masculina que existen actualmente.
Me gustaría escribir un mensaje en profundidad sobre el tema, pero no tengo los conocimientos de sociología suficientes y daría para una enciclopedia entera. No obstante, no me hace falta acudir a las estadísticas para conocer, en calidad de onanista masculino, la enorme cantidad de alternativas de que disponemos. Y, visto en frio, es escalofriante. Entre la prostitución, la pornografía y el cibersexo (en todas sus variantes) se mueven unas cifras de dinero que podrían marear a Bill Gates. Así que no puedo menos que preguntarme, ¿qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado a un punto en el que da la impresión que la práctica totalidad de hombres del planeta (y una casi equivalente de mujeres) no pueden satisfacer sus deseos de la forma tradicional (es decir, con otra u otras personas, sin pagar y en directo) y deben recurrir a estos métodos?
Hay un hecho incuestionable: el sexo esta muy sobrevalorado. Desde que los publicistas descubrieron que la sexualidad vende (ya sean helados, zumos, coches o cualquier otra cosa que no tenga relación alguna) estamos saturados de imágenes cargadas de contenido erótico de forma más o menos subliminal. No es de extrañar que revistas como Playboy hayan dado un giro comercial a sus publicaciones; basta con ojear una revista cualquiera, como el Diez Minutos, para encontrarse material de sobra para excitarse. Vivimos además en unos tiempos en los que, afortunadamente, la sexualidad se vive de una forma más natural y nadie se escandaliza por mostrar un pecho en un anuncio determinado (bueno, menos las asociaciones feministas y de consumidores más reaccionarias, que siempre están a la que salta). Sin embargo esto también ha dado lugar a una falsa utopía de sexualidad plena que realmente pocos consiguen y que sumen en la frustración al resto de la gente. Seamos honestos, en este pais (y en muchos otros) se folla poco y mal, por lo que no es de extrañar que muchas personas piensen que necesitan más de lo que tienen. Uniendo esta liberalidad social al conservadurismo que sigue imperando en la enseñanza y en otros ámbitos nos encontramos con la paradoja de que todo el mundo quiere buen sexo pero nadie se molesta en aprender o enseñar cómo conseguirlo.
Como internauta soltero, inadaptado y sin vida sexual he probado casi todo lo que se puede probar al respecto. He frecuentado canales de chat de sexo, llegando a concertar un par de citas sexuales que resultaron ser falsas (algo muy habitual, por cierto); he practicado el cibersexo, tanto con mujeres como con hombres (una gran salida para las fantasías homoeróticas, ya que al no haber contacto real se puede idealizar tanto como se quiera) e incluso el sexo por teléfono; he consumido mucha pornografía, ya sean películas (alquiladas o descargadas de internet) o revistas de personas reales y hentai; he asistido a un buen número de espectáculos de peep show, bien en directo, bien a través de la red; he puesto anuncios en páginas de contactos. Y la oferta no acaba aquí. También está el sexo de pago, el voyeaurismo (como los fenómenos que se producen en algunas playas de noche, Benidorm por ejemplo), las orgias organizadas o los clubs de intercambio (se lo que estarán pensando Bea y Jose, pero en este caso me refiero a los hombres que acuden solos, de los que seguro ya habrán conocido a unos cuantos). En todos estos casos me acompañaban una ingente cantidad de personas (tanto hombres como mujeres) que buscaban lo mismo: sexo de cualquier tipo, a ser posible sin compromisos ni ataduras, muchas veces a espaldas de la pareja. El ambiente que se respira siempres es de una gran frustración y la gente tiene unas expectativas que pocas veces coinciden con la realidad.
Algo está pasando, no hace falta ser Chomsky para verlo. Hay teorías acerca de la influencia de las hormonas de los productos que consumimos a diario (tanto alimentos como cosméticos) en este hipersexualización de la sociedad, pero yo creo que es algo mucho más simple: no nos entendemos. Mucho más allá de la guerra de sexos, estamos inmersos en una guerra de individuos. Ni siquiera hace falta ser un inadaptado para que las personas estén cada vez más aisladas en sí mismas y el contacto con el sexo deseado (los y las homosexuales tampoco escapan a este fenómeno) resulte cuanto menos difícil. A esto debemos añadir el triunfo de la imagen sobre la persona para que además de pobres, seamos delicados: todos queremos una pareja sexual que se corresponda a nuestro ideal físico (no necesariamente escultural) y que nos satisfaga como en una película de Paul Verhooven. Sin embargo la vida no es así. Si por un momento bajáramos nuestros escudos y nos molestáramos en conocer a las personas, descubriríamos que además de un entendimiento personal también conseguiriamos una complicidad sexual que cubriría nuestras necesidades ampliamente. Pero no nos comunicamos, no nos molestamos en saber qué es lo que quiere el otro y actuamos siguiendo unos tópicos heredados de nuestra educación o de cualquier otra parte (duele admitirlo, pero al menos mi generación creció creyendo que el sexo es como en las películas porno). Y ahora que esos tópicos se están rompiendo gracias a la liberalización de la mujer, tenemos a medio mundo desorientado y sin saber que hacer. Me temo que Lorena Berdul tiene mucho trabajo por delante.
Soy de los que opinan que a todos nos iría mucho mejor si nuestras vidas sexuales fueran mejor de lo que son ahora (cosa que, al menos en mi caso, es bastante fácil). Así que, como suele decirme un amigo, "folleu, folleu, que el mon s'acaba"...
Me gustaría escribir un mensaje en profundidad sobre el tema, pero no tengo los conocimientos de sociología suficientes y daría para una enciclopedia entera. No obstante, no me hace falta acudir a las estadísticas para conocer, en calidad de onanista masculino, la enorme cantidad de alternativas de que disponemos. Y, visto en frio, es escalofriante. Entre la prostitución, la pornografía y el cibersexo (en todas sus variantes) se mueven unas cifras de dinero que podrían marear a Bill Gates. Así que no puedo menos que preguntarme, ¿qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado a un punto en el que da la impresión que la práctica totalidad de hombres del planeta (y una casi equivalente de mujeres) no pueden satisfacer sus deseos de la forma tradicional (es decir, con otra u otras personas, sin pagar y en directo) y deben recurrir a estos métodos?
Hay un hecho incuestionable: el sexo esta muy sobrevalorado. Desde que los publicistas descubrieron que la sexualidad vende (ya sean helados, zumos, coches o cualquier otra cosa que no tenga relación alguna) estamos saturados de imágenes cargadas de contenido erótico de forma más o menos subliminal. No es de extrañar que revistas como Playboy hayan dado un giro comercial a sus publicaciones; basta con ojear una revista cualquiera, como el Diez Minutos, para encontrarse material de sobra para excitarse. Vivimos además en unos tiempos en los que, afortunadamente, la sexualidad se vive de una forma más natural y nadie se escandaliza por mostrar un pecho en un anuncio determinado (bueno, menos las asociaciones feministas y de consumidores más reaccionarias, que siempre están a la que salta). Sin embargo esto también ha dado lugar a una falsa utopía de sexualidad plena que realmente pocos consiguen y que sumen en la frustración al resto de la gente. Seamos honestos, en este pais (y en muchos otros) se folla poco y mal, por lo que no es de extrañar que muchas personas piensen que necesitan más de lo que tienen. Uniendo esta liberalidad social al conservadurismo que sigue imperando en la enseñanza y en otros ámbitos nos encontramos con la paradoja de que todo el mundo quiere buen sexo pero nadie se molesta en aprender o enseñar cómo conseguirlo.
Como internauta soltero, inadaptado y sin vida sexual he probado casi todo lo que se puede probar al respecto. He frecuentado canales de chat de sexo, llegando a concertar un par de citas sexuales que resultaron ser falsas (algo muy habitual, por cierto); he practicado el cibersexo, tanto con mujeres como con hombres (una gran salida para las fantasías homoeróticas, ya que al no haber contacto real se puede idealizar tanto como se quiera) e incluso el sexo por teléfono; he consumido mucha pornografía, ya sean películas (alquiladas o descargadas de internet) o revistas de personas reales y hentai; he asistido a un buen número de espectáculos de peep show, bien en directo, bien a través de la red; he puesto anuncios en páginas de contactos. Y la oferta no acaba aquí. También está el sexo de pago, el voyeaurismo (como los fenómenos que se producen en algunas playas de noche, Benidorm por ejemplo), las orgias organizadas o los clubs de intercambio (se lo que estarán pensando Bea y Jose, pero en este caso me refiero a los hombres que acuden solos, de los que seguro ya habrán conocido a unos cuantos). En todos estos casos me acompañaban una ingente cantidad de personas (tanto hombres como mujeres) que buscaban lo mismo: sexo de cualquier tipo, a ser posible sin compromisos ni ataduras, muchas veces a espaldas de la pareja. El ambiente que se respira siempres es de una gran frustración y la gente tiene unas expectativas que pocas veces coinciden con la realidad.
Algo está pasando, no hace falta ser Chomsky para verlo. Hay teorías acerca de la influencia de las hormonas de los productos que consumimos a diario (tanto alimentos como cosméticos) en este hipersexualización de la sociedad, pero yo creo que es algo mucho más simple: no nos entendemos. Mucho más allá de la guerra de sexos, estamos inmersos en una guerra de individuos. Ni siquiera hace falta ser un inadaptado para que las personas estén cada vez más aisladas en sí mismas y el contacto con el sexo deseado (los y las homosexuales tampoco escapan a este fenómeno) resulte cuanto menos difícil. A esto debemos añadir el triunfo de la imagen sobre la persona para que además de pobres, seamos delicados: todos queremos una pareja sexual que se corresponda a nuestro ideal físico (no necesariamente escultural) y que nos satisfaga como en una película de Paul Verhooven. Sin embargo la vida no es así. Si por un momento bajáramos nuestros escudos y nos molestáramos en conocer a las personas, descubriríamos que además de un entendimiento personal también conseguiriamos una complicidad sexual que cubriría nuestras necesidades ampliamente. Pero no nos comunicamos, no nos molestamos en saber qué es lo que quiere el otro y actuamos siguiendo unos tópicos heredados de nuestra educación o de cualquier otra parte (duele admitirlo, pero al menos mi generación creció creyendo que el sexo es como en las películas porno). Y ahora que esos tópicos se están rompiendo gracias a la liberalización de la mujer, tenemos a medio mundo desorientado y sin saber que hacer. Me temo que Lorena Berdul tiene mucho trabajo por delante.
Soy de los que opinan que a todos nos iría mucho mejor si nuestras vidas sexuales fueran mejor de lo que son ahora (cosa que, al menos en mi caso, es bastante fácil). Así que, como suele decirme un amigo, "folleu, folleu, que el mon s'acaba"...
12 comentarios:
COMO?? preparando el que??
Que impacientes sois. Ya está el texto completo. Seguro que se te ocurre algún comentario al respecto...
No está tan complicado, lo malo es que nosotros nos complicamos las cosas...entre tu post y un correo estamos pensando en postear como empezamos, a veces lo mas facil lo hacemos dificil, lo bueno es que a veces es a la inversa, lo supuestamente dificil lo haces facil...seguiremos informando...
Precisamente de eso hablo con lo de "bajar los escudos". Si tan solo nos molestáramos en conocer un poco a los demás, más allá de la estética, las cosas cambiarían.
Otra cosa es la facilidad o dificultad que tengamos algunos en la situación actual para encontrar pareja (sexual o no). Pero creo que de eso ya he hablado mucho. Ser inadaptado, es lo que tiene...
¿experimento? yo me pararia a mirar... jeje
http://www.mediamatic.net/artefact-200.9203.html
Hombre, el sexo sí puede ser como el las películas porno. Depende de con quién te lo montes...
Desde luego, matándote a pajas en casa NO será como en las películas.
Dices: "el sexo esta muy sobrevalorado", es lógico ese sobrevalor:
¡¡¡El sexo es lo que mueve al mundo!!!, por mucho que nos intenten sociabilizar, al final nos movemos por instintos animales y eso es físicamente incontrolable. Necesitamos relacionarnos sexualmente con nuestros semejantes, porque nos lo pide el cuerpo, porque olemos las feromonas que la gente despide y eso nos pone a cien.
La ventaja que tenemos los seres humanos frente a los animales, es que nosotros además podemos leer y hablar y así podemos llegar a sentirnos cerca del orgasmo sólo con la estimulación "psicológica" que nos produce la lectura o el oír esas cosas provocacitvas que me cuentas al oído...
Y tras esta paja mental, me voy a desayunar.
Joder. Con estos comentarios empiezo a pensar que me estoy perdiendo algo bueno por no tener vida sexual...
Juaz!
Me he estado mirando tu blog y haces algunas reflexiones muy interesantes, si no te importa te pongo un link ^^
Encantado que lo hagas. He estado echando un vistazo al tuyo y parece muy interesante. Espero que no te importe a ti que también te enlace.
Un saludo!
Iba a decir algo por decir. Pero joder, me he dado cuenta de que no tengo nada que decir al respecto.
¿es ésto una contradicción?
Pues tampoco lo sé.
que buen post, como siempre me he partido el culo
cuanta razon tienes
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