Cuando llegué de vacaciones, lo primero que me llamó la atención fue que todo un departamento de mi empresa había sido trasladado a otra parte del edificio, a unos despachos mejores y más nuevos. Ahora da bastante mal rollo atravesar la planta donde estaban, que se ha quedado casi desierta, como si hubiera habido un holocausto nuclear, un ataque zombi o la empresa hubiera quebrado.
Lo que todavía no he decidido es qué me preocupa más: que mientras a otros los premia con un lugar mejor de trabajo la empresa nos explote a mi y a mis compañeros de departamento en nuestros cubículos grises y claustrofóbicos; que la política de traslados sea el preludio de futuros recortes de presupuesto y personal; o que mientras camino por los pasillos vacíos no dejo de mirar al suelo en busca de una escopeta flotante por si se me aparece un demonio de otra dimensión...
21 de julio de 2009
17 de julio de 2009
Posguerra
He de decir que la idea no era del todo mala. Se trataba a fin de cuentas de arrojar una pizca de optimismo sobre una población cada vez más jodida y, ya que estamos, glosar las virtudes de sus productos de forma sutil. Hasta ahí todo bien.
Sin embargo, cada vez que se pasa el anuncio por televisión siento como me recorre un escalofrío por la espalda. Porque, a pesar de toda su buena intención, el resultado es de lo más aterrador; lo que tendría que ser una loa a la convivencia y la solidaridad familiar se convierte en la práctica en un depresivo panorama de parados retornando a vivir con sus padres, estrecheces, presupuestos reducidos y muebles baratos y de poca calidad. Y, por mucha cancioncilla estúpida que improvisen para tratar de animarse, uno no puede evitar imaginar en sus sonrisas forzadas la mal disimulada frustración que la situación les provoca, tanto a unos como a otros, ante un futuro que, si ya se pintaba negro de por sí, tanto más teniendo que convertirse en parásito o parasitado por tiempo indefinido.
Al menos podremos presumir de algo: vamos a vivir toda una posguerra sin haber tenido que disparar ni un solo tiro...
8 de julio de 2009
Inadaptiras, vol 3,10: Fuego
Sí, sigo perdido en cavilaciones existenciales sin sentido que se pueden resumir en la frase: "estoy hasta los cojones de mi trabajo pero tal y como están las cosas no me atrevo a dejarlo". Así que solo actualizaré cuando el hastío y las ganas de dinamitar mi oficina dejen algún resquicio de inspiración. Asco de crisis...
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