31 de enero de 2007

30 de enero de 2007

Secuaces (un texto multiusos)

Se dice que la primera víctima de una guerra es la verdad. En mi opinión, la segunda es la empatía. Cada vez que estalla un conflicto desaparece casi toda posibilidad de individualidad, hasta el punto de dar la impresión de que cada bando es uniforme, coherente y consecuente hasta el final con las ideas que defiende (y que, posiblemente, han generado dicho conflicto). Pero eso, en términos generales, no es cierto. Lo lógico (y deseable) es que exista un pensamiento crítico que cuestione la forma y el fondo de la ideología, para que ésta no se quede anclada en el pasado y pueda evolucionar. Desgraciadamente las voces críticas suelen ser rapidamente acalladas, sobre todo si interesa al bien común (o personal), o resulta incómodo para los que ostentan el poder, de forma que de cara a la galería se siga dando esa falsa imagen de solidez y cohesión.

En cualquier caso lo que no podemos hacer meter a todo el mundo en el mismo saco, por muy tentador que resulte poder identificar a los "enemigos" con un estereotipo común. Porque así no solo estamos rebajando el nivel intelectual del conflicto a una pelea de patio de colegio, sino que abandonamos toda empatía y nos olvidamos de que detrás de cada persona hay una historia, una vida y unos motivos. De hecho, si nos molestáramos en conocer al otro posiblemente descubriríamos que somos más parecidos de lo que creemos y que el germen de la mayoría de esos conflictos resultan claramente absurdos.

Por eso creo que mucha gente debería meditar sobre la cuestión de [A] antes de emitir juicios precipitados sobre la gente que hay implicada, especialmente la que nunca sale en las noticias. Sí, es cierto que [B] ha(n) hecho declaraciones muy duras y que su actitud nos parece exagerada, incluso radical, pero eso no quiere decir que solo por [C] compartan exactamente las mismas ideas y posiciones. Cada uno de ellos tiene un motivo para [D] y puede que sea más parecido a los nuestros de lo que creemos. A fin de cuentas no podemos culparles por [E], ya que cada uno es muy libre de elegir su camino. Y, aunque vaya en contra de lo que creemos, nadie ha dicho que seamos nosotros los que tengamos la razón, por lo que lo mínimo que les debemos es un poco de respeto...

SUSTITUYASE CADA CASILLA EN BLANCO POR ALGUNA DE LAS COMBINACIONES SIGUIENTES Y LEASE EL TEXTO RESULTANTE CUANDO CORRESPONDA SEGÚN LAS NOTICIAS DEL DÍA. SIN IMPORTAR DE QUÉ "BANDO" SEAS.

1 - [A] el nacionalismo vasco [B] Otegi/María San Gil/Ibarretxe/Patxi Lopez [C] pertenecer a la izquierda abertzale/no querer la independencia Euskal Herria [D] votar a Batasuna (o derivados)/apoyar a los partidos no-nacionalistas [E] luchar por sus ideales

2 - [A] el canon [B] Teddy Bautista/la Frikipedia/la AI/los blogueros cabreados [C] pertenecer a la SGAE/manifestarse en contra del canon [D] trabajar para la SGAE/justificar las descargas [E] intentar ganarse la vida/defender otro concepto de cultura

3 - [A] el enfrentamiento entre las fuerzas políticas [B] Zapatero/Rajoy/Zaplana/Pepe Blanco [C] defender al PP/PSOE [D] votar a ese partido [E] intentar ser gobernados según los principios en los que creen

4 - [A] la guerra mediática [B] el director/un columnista del periódico/la cadena [C] ser periodistas de El Mundo/El País/La Razón/La Cope [D] trabajar para ese periódico/emisora [E] intentar ganarse la vida en lo que a uno le gusta

5 - [A] el choque de civilizaciones [B] el Papa/los judios ultraortodoxos/los imanes radicales [C] ser católico/ser judío/ser musulmán [D] creer en su Dios [E] pertenecer a esa religión

25 de enero de 2007

No puedo decir que no me lo esperara…



...pero, ¿por qué nadie me había hablado todavía de esta película?

DISCLAIMER: Este blog no tiene ningún tipo de relación contractual con PRIVATE (salvo la de ser consumidor ocasional de sus productos, claro está), lo que no impediría a su autor aceptar un DVD de muestra ((guiño)), a ser posible de la película reseñada ((guiño, guiño)), por aquello de la publicidad gratis y tal...

21 de enero de 2007

De honor, política y otras cosas sin importancia


En contra de las teorías freudianas que auguran una oposición ideológica casi sistemática entre padres e hijos (por aquello de la brecha generacional y demás términos de esos que les gustan tanto a los periodistas), considero que la opción política es algo hereditario; si no ya genético sí como rasgo de personalidad inherente e inevitable. Lo que viene a argumentar poco más o menos que al haber nacido en una familia modesta con padre sindicalista y contestatario (lo de tocar las pelotas también se hereda) estaba destinado a posicionarme en favor del movimiento obrero, la igualdad social, la lucha de clases y todo lo que se supone constituye la izquierda. O eso nos han contado, al menos.
El caso es que, quizás por el hecho de que en la rama materna predominen otras inclinaciones ideológicas (producto de una posición social hace mucho tiempo perdida), o quizás por el propio hecho de llevar en la sangre cierta rebeldía e inconformismo mal entendido y peor desarrollado, nunca he podido tomarme muy en serio aquello del enfrentamiento político, elegir un bando, luchar hasta el final, socialismo o muerte, etcétera. Vamos, que de izquierdas, sí, pero sin pasarse. Que siempre hay un camino por el medio y la vida es muy corta para andar a la gresca por un quítame allá esa pancarta. Cuanto más viendo a aquellos que se han erigido en cabeza de cada uno de los partidos principales que -según ellos- representan ambas caras de la moneda (tan sospechosamente parecidas), peleándose como críos de parvulitos por la única pelota del recreo. Así nos va.

Total, que es domingo y me han venido a la cabeza aquellos tiempos en los que me acercaba a casa de mis tíos-abuelos (por parte materna, dato importante), para pasar un rato con ellos, recibir una "propina" y, ya de paso, llevarme el Gente Menuda de la semana. Que sí, que era el suplemento del periódico más idelógicamente opuesto (por aquellos tiempos al menos) a lo que se predicaba en mi propia casa, y que es uno de los dos diarios que jamás de los jamases me verán comprar por iniciativa propia y mientras aún me quede algo de cordura (el otro, por cierto, es el Marca). Sin embargo, al César lo que es del César: en aquellos años en los que mis lecturas no pasaban de Mortadelos y Astérix (y puedo dar gracias) y yo ni siquiera había oído aún las palabras "mutante" o "multiverso", ese pequeño cuadernillo alimentó sin saberlo el germen del futuro ávido lector de cómics que soy ahora (dentro de lo que me permite el presupuesto, claro), ofreciéndome un menú degustación internacional en el que, por cojones, tenía que haber algo que me gustara a mí y al resto de hijos, sobrinos y nietos al que iba dirigido. A saber: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Superlópez, Capitán Trueno, Conan, Spiderman, Blueberry y Tintín, a lo largo de más de 350 entregas guardadas primorosamente entre las tapas (con letras y blasones dorados, la cabra siempre tira al monte) que mi quiosquera pedía a la editorial.

Cierto es que había que conformarse con leer dos o cuatro páginas a la semana, que a veces los colores dejaban bastante que desear y que las sagas se sucedían sin orden ni concierto, pero por aquel entonces esos temas me le traían bastante al pairo (que no es que me importen mucho ahora, pero, en fin, al precio que están qué menos que exigir una cierta calidad). La verdad es que, probablemente, sin esa dosis semanal y sorprendentemente variada de tebeos habría perdido el ínteres por el género, viviendo como estaba en un pueblo relativamente apartado del mundo, sin librerías especializadas (ahora tenemos una en perpetua amenaza de quiebra) y con unos amigos a los que solo les interesaban sus motos, hacerse pajas y pegarle patadas a una pelota. No necesariamente en ese orden. Por eso, aunque de alguna manera vaya en contra de todos esos principios que se supone poseo, debo admitir que tengo una deuda de honor con el ABC. Motivo por el cual, siempre y cuando las circunstancias no me empujen a pagarla con otros métodos más expeditivos (o incluso monetarios, llegado el caso), jamás me oirán decir palabra alguna en contra de dicho rotativo, sus opiniones, artículos, columnas y posición ideológica, que cada cual es muy libre de pensar lo que quiera y ellos, quizás sin saberlo, me enseñaron a pensar por mi cuenta.

P.S. Sí, también leía el Pequeño País, pero, para qué negarlo: a pesar de lo mucho que me gustaban Mot y Leo Verdura, como que no era lo mismo...

18 de enero de 2007

Una fábula política



(Recordando los buenos tiempos...)

Érase una vez una península situada al norte de África oeste de Europa en la que había un pequeño país habitado por unos seres morenos, peludos, pendencieros y bastante supersticiosos que se llamaban Manolo (en el caso de los machos, porque las hembras respondían todas al nombre de "churri").

Tras la muerte del anterior jefe supremo del estado -un señor pequeñito, con bigote y voz aguda, obsesionado con el color rojo- y que éste fuera sepultado bajo una losa de varias toneladas (no fuera que le diera por intentar salir de allí), los Manolos y las churris eligieron por aclamación popular a un señor del sur del territorio bastante simpático y que siempre estaba haciendo promesas (que las cumpliera o no ya era otra historia...).

El problema es que no todos los Manolos estaban de acuerdo con su nuevo jefe, en especial otro señor bajito, con bigote y voz aguda que quería su puesto. A pesar de que el nuevo jefe hizo cosas bien y cosas mal -algunas muy bien y otras muy mal-, estos Manolos y el señor bajito empezaron a difundir el rumor de que por su culpa se acercaba el fin del mundo. Y como eran tan supersticiosos (y les encantaba la gresca), muchos se lo creyeron.

Pero hete aquí que el fin del mundo no llegó.

Al final el jefe simpático de las promesas fue sustituido por el señor bajito con bigote y voz aguda (el nuevo, el otro seguía bajo la lápida de varias toneladas). El problema es que no todos los Manolos estaban de acuerdo con su nuevo jefe, en especial varios señores aficionados a las flores que querían su puesto. Así pues, y de nuevo, a pesar de que este jefe hizo cosas bien y cosas mal -algunas muy bien y otras muy mal-, estos Manolos y los floristas volvieron a difundir el rumor de que por su culpa se acercaba el fin del mundo. Y como eran tan supersticiosos (y les encantaba la gresca), muchos se lo creyeron.

Pero hete aquí que el fin del mundo tampoco llegó.

Al final el jefe bajito, con bigote y voz aguda fue sustituido por uno de los floristas, que sonreía mucho pero no tenía tanta gracia como el primero. El problema es que, nuevamente, no todos los Manolos están de acuerdo con su nuevo jefe, en especial un señor alto con barba que habla raro. Aunque el nuevo jefe lleva poco tiempo presuponemos que a pesar de que hará cosas bien y cosas mal -posiblemente algunas muy bien y otras muy mal-, estos Manolos y el señor de la barba ya están difundiendo el rumor de que por su culpa se acerca el fin del mundo. Y como son tan supersticiosos (y les encanta la gresca), muchos se lo están creyendo.

Pero hete aquí que con toda seguridad el fin del mundo tampoco llegará.

Y ya está.

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¿Moraleja? Pues... pues... ¡por el culo te la estrujo!

3 de enero de 2007

¡Feliz Winter-een-mas!


¡Que todo el mundo desempolve sus pads, le saque brillo a sus consolas y ponga a punto sus ordenadores! Y recordad, si no os sangran los ojos es que podéis seguir jugando...

(Aquellos que no sepan de qué va este mensaje tan vacuo y facilón (es lo que tiene pasarte toda una semana apalancado en casa de tu novia sin internet, leyendo cómics y comiendo sobras), que le echen un vistazo a este enlace)