11 de noviembre de 2009

149

Después de muchas discusiones, tanto conmigo mismo como con mi señora, he llegado a la conclusión de que en estos momentos soy incapaz de tomar una decisión sobre qué hacer con mi vida, por lo que lo más sensato es buscar una ayuda externa que me oriente y asesore antes de que me obsesione por completo por el tema.

La ironía del asunto es que, después de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que soy incapaz de decidir cual es la ayuda externa que más me convendría.

9 de noviembre de 2009

148

Desde que tengo memoria todos los años ha habido declaraciones de preocupación por los difusos límites que existen entre una estación y otra, llegando al absurdo de afirmar que alguna de ellas en particular ha desaparecido.

Parece mentira que a estas alturas no nos hayamos dado cuenta de que la división entre primavera, verano, otoño e invierno es una imposición arbitraria de El Corte Inglés...

7 de noviembre de 2009

Todos a la basura

Que conste que yo no soy pefecto, tengo mis debilidades y me salto las normas de vez en cuando. Pero me repatea los cojones el absoluto desprecio que tienen muchos de mis vecinos por las calles ajenas y propias, degradando continuamente un espacio que a fin de cuentas es de todos y cuyo mantenimiento corre a cargo de nuestos bolsillos. Así que aquí van algunas propuestas para la reeducación de la ciudadanía en el respeto a los lugares públicos:
  • La pared vengativa (copiada descaradamente de "Agárralo como puedas") - Unas células sensibles a la tinta ubicadas a lo largo de las paredes detectarán cualquier intento de pintarrajearlas, disparando a su vez un chorro de pintura a la cara del "artista" para que la próxima vez que quiera ensuciar una casa se vaya a la suya.
  • La papelera tierra-tierra - Gracias a sus múltiples detectores de calor y movimiento, esta papelera puede analizar en cuestión de milisegundos si una persona ha tirado un objeto al suelo en sus cercanías a propósito, premiando al infractor con el lanzamiento de un dardo eléctrico que, además de paralizarle durante unos instantes, le enseñará que merece la pena dar tres pasos y arrojar los desperdicios en el lugar designado para ello.
  • La baldosa trampa - Para aquellos lugares en los que no sea viable poner papeleras, se dispondrán aleatoriamente en la acera unas baldosas sensibles a la presión, concretamente a las más bajas. En caso de que un papel, un envoltorio, un pañuelo o cualquier otro objeto liviano contacte con el suelo y no se recoja inmediatamente se dispararía el detonador de una pequeña carga de semtex, si bien no letal sí con la suficente potencia como que la cojera que le produzca le de tiempo a pensar durante varias semanas en su mala conducta. Por descontado, unos sensores podrán distinguir si lo que ha caído es una hoja (en cuyo caso se desactivará la detonación) o un chicle (lo que provocaría que a la carga se le añadiera algo de metralla para daños un poco más permanentes).
  • El repelente de orines y deposiciones - Ante la insistencia de mucha gente de considerar que cualquier rincón se puede utilizar como retrete, las calles estarán recubiertas en su totalidad por un campo magnético repulsor específicamente programado para dos cosas. La primera, los orines humanos, ante cuya presencia calculará su trayectoria y los devolverá al punto de origen; de esta forma, el infractor tendrá el placer de apreciar el hedor constante a dicha sustancia hasta que llegue a su casa y se duche. La segunda, las deposiciones caninas, concretamente aquellas que no se retiran en el plazo de diez segundos; el campo analizará el ADN de la muestra, buscará su origen y lanzará las heces al bípedo más cercano.
  • Las termitas mutantes - A pesar de los esfuerzos de los ayuntamientos (no siempre ingentes, todo hay que decirlo) por hacer una retirada controlada de muebles y enseres, sigue habiendo quien piensa que cualquier momento es adecuado para convertir la calle en un almacén. Para combatir eso, al pie de los árboles y farolas se ubicarán colonias de termitas modificadas para digerir la madera, el conglomerado, ciertos metales, los colchones y todo tipo de prendas. Activadas por la mezcla de sudor y las partículas del objeto del que se están tratando de deshacer, las termitas saldrán de nido para devorar en el acto tanto aquello que hayan depositado como toda ropa que lleven, llaves incluidas, para que sufran escarnio público hasta que puedan volver a entrar en sus casas. Como medida de seguridad, si la situación de desnudez pública se tornara en un placer más que en un castigo, las termitas estarían programadas para mordisquear la carne humana ante el aumento de las hormonas respectivas.
  • Los contenedores sorpresa - La estrella de la colección, el futuro de la gestión de residuos, la herramienta educativa definitiva. Los contenedores para el depósito de residuos, tanto orgánicos, envases, vidrio y papel, serán actualizados con la tecnología más puntera para el reconocimiento inmediato de la composición de los objetos que les sean depositados. Dicho sea de otro modo, podrán saber al instante si estamos introduciendo el residuo correcto en el lugar adecuado o no. Una pantalla situada bajo el orificio correspondiente nos informará del resultado del análisis y las medidas a tomar. Porque si lo hemos hecho correctamente o la falta cometida es insignificante (fruto de un descuido, que todos somos humanos), el contenedor se limitará a darnos las gracias y dejarnos marchar. Pero si obstinadamente nos dedicamos a mezclar la basura tendrán que aplicarse ciertas medidas punitivas de forma aleatoria entre una amplia gama: gases lacrimógenos, descargas eléctricas, pequeñas llamaradas, lanzamiento de pelotas de goma antidisturbios, rociado de una sustancia de cierta acidez, activación de cepos, etc. Además, para evitar convertir la zona en un basurero cuando los contenedores se llenan, ante la presencia de residuos en las inmediaciones se lanzarán unas pequeñas cápsulas con Napalm que conseguirán tanto mantener limpia la zona como recordar a la gente que en esos casos hay que llamar al ayuntamiento, concejo u organismo correspondiente y pedir que los vacíen, no ser un guarro y tirar las cosas en cualquier lado.
Próximamente en su esquina más cercana.

5 de noviembre de 2009

La jungla de papel (V)

Hace ya algún tiempo solicité a mi jefe que por favor me trasladara desde la asfixiante y claustrofóbica hilera de cubículos en el que me encontraba a una más amplia (y considerablemente más aislada) que acababan de instalar en la otra punta de la oficina. Naturalmente, que de tonto solo tengo un pelo o dos, pedí que me adjudicaran el puesto que estaba más cerca de la ventana y más lejos del resto de la humanidad. Como era de esperar, acabé asignado a la mesa más cerca del pasillo, la fuente de agua, los ascensores y en general una docena de puntos desde los que cualquiera podría saber lo que estoy haciendo en todo momento. El lugar deseado lo acabó ocupando una compañera más rubia y con más tetas.




La razón que se esgrimió en un primer momento para privarme de mi localización deseada fue un error administrativo (yo había pedido el traslado antes que nadie) que supuestamente se enmendaría en un futuro cercano. El motivo real, no obstante, es que mi jefe estaba convencido de que pasaba más tiempo en internet que trabajando y quería mantenerme a raya colocándome en un lugar en el que me sintiera observado todo el tiempo. Parte de razón tenía, para qué negarlo, pero la intimidación hubiera sido más efectiva si supiera de la existencia de los logs del servidor en vez de contentarse con pillarme con las manos en la masa de vez en cuando.

En vista de que se negaban a confesar los auténticos motivos del desplante (cuántas intrigas para un departamento tan pequeño de una empresa tan chapucera), decidí hacer presión durante un tiempo hasta que una supervisora me dijo, bastante seca, que no pensaban cambiar a nadie más de sitio. Así que decidí callarme para no liarla más (no quería acabar atendiendo llamadas en el sótano) esperando una oportunidad mejor.

Iluso de mí, hoy otra compañera (también rubia y también con más tetas que yo) ha conseguido doblegar las reticencias de la dirección y adjudicarse el puesto por sopresa y alevosía, echando a su primera ocupante y dejándome con un palmo de narices. En vista de lo cual, solo se me presentan dos alternativas. Descartando de antemano la primera, ya que tengo poco pelo que teñir y los sujetadores con relleno me sientan fatal, no me ha quedado más remedio que darle la razón a mi jefe: si me ha puesto aquí porque no se fía de mí lo suficiente como para darme una mejor, tras dos leales años de clientes insufribles y horas extras impagadas, entonces tendré que pensar que es verdad que soy un vago y empezar a tocarme los huevos todo el día...

4 de noviembre de 2009

Fantasías proletarias de una tarde aburrida

La amenaza de huelga de los clubes de futbol es tan absurda e irrisoria que resulta ideológicamente pornográfica. Lo que, al menos, me ha ayudado a fantasear lo suficiente como para sobrellevar la tarde.

Aburrido de la ineptitud de la empresa y de la prepotencia de mis clientes, mi mente ha empezado a divagar sobre la posibilidad de que esta advertencia pusiera en marcha una cadena de acontecimientos que cambiara España para siempre. Porque en mi imaginación el gobierno no se limitaba a derogar esta ley a todas luces injusta, sino que envalentonado por las pocas voces en contra (ya que aquí o nos ponen un autobús y nos dan un bocata y una gorra o no protestamos por nada), y presionado por la necesidad de sanear sus cuentas, decidía arremeter contra las SICAV, las primas de los empresarios y otros chanchullos financieros semejantes. Esto da lugar, tras semanas de debates infructuosos y de un intenso cruce de descalificaciones entre ambas partes, a la primera manifestación de ricos de la historia, en defensa de las fortunas que tanto (o tan poco) les ha costado amasar. La visión de esa reivindicación de la codicia actuaría como una catarsis colectiva que derribaría de un solo golpe la gran barrera de hipocresía y falsedad de la sociedad. Nadie tendría miedo a decir lo que piensa. Ninguna propuesta será demasiado ridícula. Sería el triunfo final del "todo vale" y el "tonto el último". Y sin los impedimentos de lo políticamente correcto de por medio, los intereses de los poderosos procederían a arrasar con el país.

¿Para qué seguir fingiendo, para qué seguir poniendo buena cara si todo el mundo conoce sus objetivos? Eso pensarían todas aquellas instituciones y empresas que por fin dejarían de lado las buenas maneras para tratar de esquilmar o esclavizar a la población como creyeran más conveniente. Las teleoperadoras volverían a las tarifas abusivas por conexiones lentas y limitadas. Las gestoras de derechos privarían de conexión a cualquiera que se atraviera a bajarse ninguna obra si pagar. Los libros, discos y películas volverían a ser exorbitantemente caros, renunciando a cualquier atisbo de cambio a lo digital. Los intermediarios encarecerían el doble los alimentos y los supermercados tirarían las marcas blancas a la basura. Los políticos solo contratarían a familiares y no quedaría un parque natural sin urbanizar. Los precios de los pisos volverían a subir hasta el infinito y los bancos, que volverían a manejar el cotarro, cobrarían hasta por entrar en las sucursales. La tasa por respirar por fin se aprobaría y andar en vez de comprarse un coche se gravaría con impuestos de lujo.

Después de eso, ante la falta de ataduras, toda entidad o movimiento querría imponer su visión. La iglesia católica abandonaría toda moderación e iniciaría una campaña sin cuartel para imponer un estado teocrático. Esto sería un acicate para el resto de religiones, que con intereses similares y menos recursos acabarían por radicalizarse y atacarse unas a otras con argumentos de infidelidad y paganismo. Ante la barra libre moral, nacerían como setas los partidos políticos más extremos, desde el fascismo más ridículo hasta el comunismo más trasnochado, que no tardarían en crear sus propias instituciones para solapar y sustituir a las existentes. Cada ciudad serían una nación. Cada barrio sería sagrado. Cada calle una trinchera.

Así, finalmente, en este país en el que, como decía aquel, "no hay dos personas que se tomen el café de la misma manera", la aversión por lo diferente se inflamaría en todos nosotros hasta estallar en una guerra absoluta, de norte a sur y de la playa a la montaña, en la que cada persona estaría enfrentada con todas las demás, intentando imponer su forma de hacer las cosas a base de nudillos y metralla. En ese momento de gloriosa violencia alcanzaríamos por fin el esquivo objetivo de la plena igualdad, ya que estaríamos unidos por el pleno odio a nuestros semejantes; sin importar a que oramos, con quien follamos, que equipo seguimos o que lengua hablamos en la intimidad; sin mirar nuestra posición social, nuestros ingresos o la marca de coche; no habría colores, razas o sexo, tan solo el único y común objetivo de exterminar a nuestros semejantes. Hasta que, exalando su último taco, este país ardiera hasta los cimientos.

Y de esta forma, quizás, cuando solo quedemos algunos en pie y nuestra península se haya convertido en un erial, extinta ya nuestra sed de sangre y nuestra codicia infinita, podamos mirarnos a los ojos, nos demos cuenta de que somos todos igual de gilipollas y podamos empezar a hacer las cosas bien desde el principio...

3 de noviembre de 2009

147

Existe la creencia más o menos generalizada de que la actual pandemia de gripe A es fruto de una conspiración de un par de empresas farmaceúticas que liberaron el virus por todo el mundo para después hacerse con la exclusiva de manufacturar y vender la vacuna a los gobiernos y hacerse de oro a costa del dinero público.

Nada más lejos de la verdad. Quienes en realidad han provocado todo esto han sido los fabricantes de cremas y ungüentos, que con la excusa de la fácil propagación del virus están convenciendo a toda la población de lavarse las manos con mucha frecuencia y embadurnarse a la mínima con gel de alcohol, lo que en poco tiempo provocará una epidemia de psoriasis que riete tu de la peste negra...