31 de julio de 2006

¿Por qué?



¿Por qué? ¿Por qué de repente dejar atrás un blog ya establecido para empezar de nuevo?

Pues, en realidad, es por varios motivos.

Porque al igual que Spiderman, todos deberíamos tener la oportunidad de morir para resucitar y empezar de nuevo, aunque en el fondo nada haya cambiado.

Porque después de año y medio quería volver a sentir el placer de enfrentarme a la hoja en blanco.

Porque el viejo blog se había convertido en una entidad con vida propia que amenazaba con anularme.

Porque la estrella de Blogger comenzará a apagarse en breve y, por una vez, quería estar a la última.

Porque soy un egocéntrico y quería tener un blog a mi nombre (o apodo).

Porque me aburro con facilidad y necesito constantemente descubrir cosas nuevas.

Porque no tengo sexo (razón que, por algún motivo, siempre aparece en las conversaciones como causa última de cualquier mal).

Porque a pesar de sus fallos (que no son pocos) Wordpress mola.

Y porque, después de todo, la vida no siempre es un asco...

30 de julio de 2006

Nota sobre las siguientes entradas: Asco de vida en Wordpress


De julio del 2006 a octubre de 2007 este blog fue cerrado y continué escribiendo en uno homónimo creado en Wordpress.com. Posteriormente, cuando hubo herramientas que lo hicieron posible, decidí importar esas entradas a Blogger para poder gestionar todo desde la misma plataforma. Es por eso que en los textos que hay a continuación se menciona continuamente a Wordpress y no a Blogger.

20 de julio de 2006

A la mierda los eufemismos


Y las indirectas, y los juegos de palabras, y los dobles sentidos, y la madre que parió a todas las sutilezas de la lengua. Que está visto que las manejo como el culo. A ver si ahora queda más claro:

ESTE BLOG SE VA A LA MIERDA

Lo que no significa que vaya a abandonar la blogosfera, ni mucho menos. Los que no me soporten que guarden el champán (o el cava, o la sidra, o lo que les salga de los cojones) para otra ocasión. Simplemente he llegado a mi límite de lloriqueos, paranoias, sinsentidos y pajas mentales por esta temporada. Cuando escribes un mensaje y a la mañana siguientes piensas "Vaya gilipollez", entonces es hora de replantearse las cosas...

Por eso me voy a tomar un tiempo indefinido para pensar qué es lo que quiero hacer con mi próximo blog. Igual es un día, igual un mes, igual ni siquiera vuelvo. Lo que surja, como en los contactos para adultos (aunque allí generalmente quiere decir "quiero que me la chupes"). En cualquier caso este blog en concreto ha llegado a una vía muerta. Seguramente mantendré el dominio, por aquello de la honrilla (¿Alguien dijo "Tu harte me harta"?), pero dudo mucho que vuelva a escribir aquí. A menos que una groupie me convenza a base de favores sexuales, que va a ser que no.

Mientras tanto invertiré en actividades de ocio (ya sea comprar cómics, ir al cine, pujar por una GameCube en eBay, o irme de putas) el (poco) dinero extra que me van a pagar este mes por repartir folletos y ver a mozas en bikini toda la santa mañana, leyendo los libros del Capitán Alatriste en los tiempos muertos. A ver si me despejo un poco, joder, que hasta he vuelto a fumar (y maldita las ganas que tenía de caer de nuevo, pero con lo salido que voy era o eso o tirarme desde el balcón). Y si finalmente follo, juro por la saga de Zelda que le haré una foto a la jicha y la colgaré como despedida.

Seguiremos informando. O no. Aunque si algo nos han enseñado El Chaiko, La Ceci y Frank Miller es que esto es como el tabaco: uno nunca lo deja, solo se toma pausas más largas...

19 de julio de 2006

Confesionario (Final) Estoy harto de oirme a mi mismo


Así que creo que es hora de hacer unos cuantos cambios drásticos...

Ironías sangrantes del destino

(Esta foto es un retorcido juego de palabras
que le dedico a Jose, del blog Dosjerez)



Se dice que el diablo tiene oidos en todas partes. Me he dado cuenta de que, además, también lee blogs. O al menos el mio.

En estos días se está celebrando en el campus de la Universidad de Alicante un encuentro internacional de jóvenes socialistas o algo así. Parte de ese encuentro consiste en una especie de feria (bastante cutre, todo hay que decirlo) en la que distintas organizaciones montan stands informativos, para entregar folletos, regalar bolígrafos y esas cosas. La institución pública para la que trabajo ha montado uno y han decidido mandarme a ayudar. No como un voto de confianza, sino porque ya tengo experiencia en acarrear cajas, en dar la cara en público (sobre todo cuando los demás me dejan solo para irse a tomar café) y en trabajar más horas de la cuenta (porque una vez termino el turno de mañana en la feria tengo que ir por la tarde a mi puesto habitual). En fin, al menos la organización nos invita a comer..

Ocurre que este encuentro es como el Festival de Benicassim, pero en político. Previo pago de entrada, los casi 4000 participantes venidos de todos los paises tienen un lugar de acampada, la feria, actividades recreativas (incluida una discoteca móvil por las noches), visitas turísticas y escapadas a la playa. La única diferencia real es que aquí en vez de a conciertos acuden a conferencias de Zapatero, Felipe González o distintos ministros socialistas. En fin, hay gente para todos los gustos (ya lo pudimos comprobar con la visita del Papa).

El problema es que, tal y como ocurre en ese festival, lo que realmente interesa es pasarlo bien, conocer gente y bañarse en la playa. O en las fuentes, o en el estanque, o en cualquier sitio de la universidad donde haya agua. Es por eso que durante todo el día la gente se pasea por delante de los stands (donde los que estamos allí tenemos que mantener las apariencias) en ropa ligera o directamente en bañador. O sea, que me paso todo el tiempo viendo pasar a chicas jóvenes en bikini.

Yo. Mujeres. En bikini. Todo el día.

Creo que en alguna parte hay algún ente perverso que quiere ver como pierdo definitivamente el control. Me pregunto dónde se meterán los camellos cuando hacen falta...

Confesionario (XIV) Con los huevos llenos de amor


Esa es una frase que me encantaría decir, pero que supongo sería algo impropio para alguien como yo.

Más que una confesión, esto es la constatación de un hecho irrefutable: estoy obsesionado con el sexo. No se si más o menos que la media, pero lo estoy. Pienso en ello, hablo de ello, lo consumo en cuanto tengo ocasión. Raro, muy raro, es el día en el que no me acuesto tras haber visto un poco de pornografía. Es casi patológico.

El problema viene de los motivos, más que de los hechos. Estoy obsesionado con el tema no por un gusto desmesurado hacia el sexo, sino precisamente porque apenas lo practico. A fin de cuentas ni siquiera tengo claro que me guste. Siempre estoy nervioso, tenso, más pendiente de complacer a mi pareja que de disfrutar yo mismo: algo que no consigo si no se que hacer en los preliminares y después me corro a los dos minutos. Y para colmo soy demasiado escrupuloso como para sentirme cómodo con el intercambio de fluidos que el sexo supone. "Príngate un poco, joder", me dijeron una vez.

Tengo el mal presentimiento de que cuando finalmente tenga pareja estable y pueda practicarlo con regularidad, el sexo me aburrirá con la misma rapidez con la que me aburre casi todo lo que hago...

18 de julio de 2006

Fuego



Es un círculo vicioso.

El calor, la ansiedad, la líbido, la abstinencia... Una detrás de otra, o todas a la vez, jugando a ver quién consigue minar más mi salud. Quién logra confundir antes mi mente. Quién es la primera que consigue mi rendición.

Y me rindo. Acepto mi suerte. No hay lugar para el orgullo, ni fuerzas para mantenerlo. El fuego quema todo lo superfluo y me enseña la verdad, que siempre ha estado ahí y de la que siempre he estado huyendo. Sólo hay un camino, por cojones, me guste o no.

Pero siento que, al igual que Asher, si no hago algo pronto voy a explotar...

10 de julio de 2006

Señores spammers...



Con frecuencia oigo quejas acerca de la gran cantidad de correos electrónicos pornográficos que recibe la gente, esos que pueden pervertir a los infantes desprevenidos, que supuestamente llegan a saturar los buzones y que dejan en evidencia a la incautos que los abren en la oficina.

Y yo me pregunto, si así están las cosas... ¿¿por qué cojones yo sólo recibo ofertas para comprar Viagra y otros medicamentos, o supuestos chivatazos para invertir en bolsa??

Considero que esta situación injusta debe resolverse cuanto antes y exijo que se me envie mi ración diaria correspondiente de pornografía...

Frustración



Si existe un infierno especial para los inadaptados, tiene que ser muy parecido al Puerto de Alicante. Hordas de gente borracha, colocada o salida (muchas veces las tres cosas a la vez), abarrotando locales pretenciosamente elegantes con muy poca luz, porteros bordes, precios exorbitantes y una selección musical propia de unas fiestas de pueblo. No entiendo como la National Geographic aún no ha hecho un estudio sobre homínidos en ese lugar...

El caso es que anoche casi había luna llena, lo cual significa que estaba mucho más salido que de costumbre (que ya es decir). A eso hay que añadirle el agravante del calor, el aburrimiento y la soledad (a nivel general, porque realmente me gustaría vivir solo), y que ya ha pasado medio año después de mi última relación y la naturaleza vuelve a llamar a la puerta. Por ello decidí hacer algo para dejar de sentirme culpable por estar siempre metido en casa y, a pesar de haber prometido no volver a pisar ese lugar, me tragué el orgullo y me fui a bailar al Puerto, que es donde se supone que es más fácil ligar. Se supone.

El caso es que no estuvo mal del todo. Después de una hora bailando en el único pub que suporto (el Cola de Gallo, llamado maliciosamente "pata de gallo" en mi época por la edad media de los parroquianos de entonces), llegué a estas tres conclusiones:

  1. La edad se va notando y ya no tengo el aguante que antes
  2. A pesar de la falta de práctica sigo bailando House de puta madre
  3. Si no ligo es porque soy completamente gilipollas

Sigo pensando que en realidad no me gusta el sexo. O al menos no he aprendido a disfrutarlo del todo. Puede que sea por mi carácter ("Quien no desea poder no desea sexo", que dice Palahniuk en Superviviente), pero lo cierto es que nunca he hecho un auténtico esfuerzo por conseguirlo cuando lo necesitaba o creía necesitarlo. Simplemente nunca ha sido una de mis prioridades. Es por eso que nunca he entendido del todo la actitud de los que mandan mensajes de móvil a los sistemas de contactos de los canales locales, o a los que se pasan horas y horas en los chats de sexo, o a los buitres que se arriman a todo lo que tenga tetas y aún respire. Nunca me he sentido identificado con esa irrefrenable necesidad de meterla en caliente como sea, a ser posible gratis y a ser posible sin preguntas, sin compromiso y sin preambulos.

Hasta anoche.

Anoche apenas me reconocía a mí mismo. Ya no por las intensas ganas de follar (soy un tio, o sea que las tengo desde los 14 años), sino por la frustración que me estaba provocando el no conseguirlo. O más bien el no ser capaz de intentarlo. Tiene gracia que ni en las situaciones más extremas pueda dejar de actuar como lo hago siempre. Me dijeron que borracho estaría menos cohibido, pero no fue cierto. Me dijeron que colocado me cortaría menos, pero no fue cierto. Pensé que tan salido como estaba al final acabaría por intentarlo como fuera, pero tampoco fue cierto. Nada es tan fuerte como el miedo.

Lo peor es que, como digo, si no ligo es porque soy completamente gilipollas. A pesar de que la falta de modestia no es una de mis cualidades (aunque debería), debo decir que cuando hay buena música electrónica de por medio bailo muy bien. No tengo estilo, mis pasos son repetitivos y en algunos momentos debo de resultar incluso cómico, pero siempre lo hago con mucha energía, procurando no perder el ritmo ni un segundo y, sobre todo, divirtiéndome con ello. Y eso a la gente le impresiona. Aunque nadie me crea (de hecho yo no lo haría) hay mujeres a las que le llama la atención mi forma de moverme y son ellas las que a veces se acercan a mí.

Ellas a mí.

Pero, a pesar de todo, sigo sin comerme una rosca. Soy tan completamente inútil que no se aprovechar una situación de ventaja (algo por lo que muchos matarían) para utilizarla en mi favor. Ni cuando tengo un buen día y soy todo sonrisas para las chicas que se acercan al mostrador de recepción a preguntarme algo. Ni en las otras (escasas) ocasiones en las que, por el motivo que sea, he conseguido llamar la atención a alguien. Joder, en Madrid dejé pasar un polvo con una compañera de trabajo... ¡a pesar de que esa noche dormí en su casa! Por eso anoche lo que realmente me corroía no era no haber conseguido sexo, sino un infinito sentimiento de frustración que casi me arrancó alguna lágrimas en el camino de vuelta.

Y entonces es cuando lo entendí. Los mensajes de móvil, las horas de chat, el buitreo indiscriminado... Lo peor no es que después te la tengas que pelar como un mono en tu habitación viendo porno bajado de internet (algo que, a fin de cuentas, ya hago casi a diario), sino la sensación de frustración, de inutilidad, de humillación. Eso es lo que llena las páginas de contactos de pago. Eso es lo que mantiene muchos clubs de alterne abiertos. Eso es lo que da de comer a las chicas de las líneas eróticas. Porque en esos sitios no hay lugar para el derrota, allí pagas por obtener una victoria segura. Lo que sea para evitar sentirte un fracaso, ya no como hombre sino como especimen humano. Toda autoestima tiene su límite.

Ahora lo que me queda por saber es si me quedará la suficiente para seguir intentandolo o me rendiré y empezaré a aceptar que, quizás, lo de ligar por internet no es tan malo...

7 de julio de 2006

¿Por qué sera que este proceso de paz...


...cada vez se parece más a una competición por ver quién tiene la polla más gorda o los cojones más grandes?

Salma!

Cuando alguien me pregunta qué tipo de mujeres me gustan suelo responder que (casi) todas. Pero eso, por supuesto, no es del todo cierto. A pesar de que suelo no dar al físico más importancia de la que tiene, yo soy humano. Vamos, un hetero como cualquier otro. Y eso significa que, sea políticamente correcto o no, tengo mis preferencias.

Por ejemplo, es algo bien sabido mi fetichismo por las mujeres con gafas. Supongo que debe haber alguna explicación freudiana para esto, ya que a fin de cuentas la gran mayoría de mi familia por parte materna las usan o han usado en algún momento de su vida, yo incluido. También, influido quizás por los genes maternos, tengo una inexcusable tendencia por las delgadas (sin caer nunca en extremos, por supuesto). En cuanto a cabello, aunque no suelo fijarme en ese aspecto es notoria mi preferencia por las morenas, cosa que en un manchego no debería ser de extrañar.

Por último, quizás por el hecho de medir 1,80 (y de ser tan inseguro), me siento irremediablemente atraido por las que son más bajitas que yo. Sin llegar a tallas infantiles, pero que no superen la altura de mis hombros. Y, eso sí, que a pesar de la altura conserven sus curvas. Así que no debería ser extraño que desde el primer momento me sintiera ya no fascinado, si no incluso desarmado ante la visión de esta mujer:



Salma Hayek Jiménez, nacida hace 40 gloriosos años en México (en un lugar de nombre impronunciable) y más que conocida actriz de cine y televisión. Tampoco hay mucho que contar: hija de un político de origen libanés y una cantante de ópera de origen español, pasó un tiempo en Estados Unidos y después volvió a México para estudiar. Sin embargo le picó el gusanillo de la interpretación y lo dejó todo para ser actriz. Se hizo famosa allá en su tierra como actriz de telenovela, pero decidió probar suerte en el país vecino y después de algunos papeles menores la fichó Robert Rodriguez para su autoremake Desperado. Y el resto ya lo conocemos...




Juro que cuando apareció en la pantalla de cine, en esa escena en la que provoca un accidente de coche con el movimiento de sus caderas, se me cortó la respiración. En un Hollywood saturado de WASPS, silicona, liftings y niñas bien ver a semejante hembra latina supo a gloria. Todavía lo sabe, de hecho. Vale, muchos la criticaban por su escasa altura (no llega a un metro sesenta), pero eso no solo no me importaba sino que incluso me motivaba más aún (por lo que no es de extrañar que dos años después acabara con mi ex, de altura similar).

Sin embargo incluso los más escrupulosos acabaron enmudeciendo con esto (dedicado a quien ya sabe):




Tiene gracia que en apenas 4 minutos de actuación se convirtiera en lo más recordado, con diferencia, de toda la película. Así que no es de extrañar que desde ese momento no haya parado de trabajar. Un poco encasillada en papeles de tia buena al principio, como era de esperar, pero aún así alternando diferentes tipos de películas: comedias románticas, de dibujos, de aventuras, de terror, musicales... Una carrera que ya quisieran muchas, con candidatura al oscar incluida por Frida, esa película que hizo a pesar de que nadie creía en el proyecto (y que yo me negué a ver por el repelús que me daba ese entrecejo. Un mito erótico es un mito erótico).




Y, en fin... que a fin de cuentas yo lo que quería era poner fotos de ella. Pues eso:




















Si ya lo dice la sabiduría popular. La mujer y la sardina, cuanto más chica más rica...

5 de julio de 2006

Extraño país este...

en el que la gente es capaz tanto de jugarse la vida para salvar la de los demás...



como de arriesgarla por una estúpida tradición...



o no ser conscientes de que pueden perderla hasta que alguien les castiga como a niños pequeños, ...



aunque visto los referentes de lo que en la televisión consideran "adulto"...



y de que se reciba con honores a quien discrimina a la gente por su orientación sexual...




espero que nadie me culpe por intentar cambiar las cosas yo mismo:



Extraño país, extraño verano nos aguarda...

4 de julio de 2006

Furia


Aunque suponga enfrentarme a la mitad de los cinéfilos del planeta, he de confesar que "Un día de furia" me pareció una auténtica estafa. Recuerdo verla en televisión, recomendadísima por mis conocidos, esperando ver la gran película del urbanita al que finalmente se le cruzan los cables y se enfrenta a este mundo sin sentido. Así que cual sería mi sorpresa al descubrir que al final los guionistas (putos cobardes) justifican su comportamiento de forma políticamente correcta aduciendo que al protagonista hacía mucho tiempo que le faltaba un tornillo. Que más o menos viene a decir que una persona civilizada nunca llegaría a esos extremos.

Los cojones.

No es necesario que te falte un tornillo para acabar perdiendo la cabeza. Puede ocurrir, por ejemplo, que después de una noche de calor e insomnio te despiertes con los ruidos de las obras de al lado. Que al levantarte tengas que soportar a tus padres, que se han hecho fuertes en tu piso y no se marcharán hasta que todo esté a su gusto. Que debido a tu demencial horario de trabajo tengas que comer antes de la 1 para salir corriendo a la oficina. Que por culpa del deficiente servicio de autobuses tengas que esperar durante una hora a que finalmente pare uno con suficiente espacio para subirte en él. Que ese autobús sufra una avería nada más arrancar y tras 15 minutos más de apretones y calor infernal tengas que cojer otro. Que llegues una hora tarde al trabajo y después de la bronca tengas que pasarte toda la tarde resolviendo una tonelada de expedientes. Que mientras trabajas te llegue un montón de gilipollas que no saben leer una lista y te reclamen por cualquier estupidez. Que salgas más tarde de lo previsto porque el resto de oficinistas no lo dejaron todo en orden al marcharse y te toque a ti recojerlo todo. Que acabes tan machacado, cabreado y ojeroso que en el autobús de vuelta las mujeres y sus exuberantes escotes veraniegos te aparten la mirada. Que te llame tu casero y tengas que ir corriendo al banco a por el dinero del alquiler, y descubras que no solo tienes que sacar todo el mísero sueldo del mes (ese por el que ni siquiera estás cotizando) sino que nuevamente has de pedirle prestado a tus padres porque aún no has alquilado la habitación que sobra en tu piso y por tanto no has cobrado la parte correspondiente. Que por la noche te tumbes en la cama con la espalda dolorida y al final acabes llorando de frustración porque te sientes impotente para conseguir un empleo en el que ganes lo suficiente para no depender de nadie a pesar de tus estudios y experiencia; y además tanto tus padres como tus conocidos en vez de ofrecerte ayuda de verdad te machaquen todos los días para que dejes de ser el vago que ellos creen y elijas el camino de lo que cada uno de ellos piensan que conduce hacia la gloria o la riqueza, o si no que vuelvas al pueblo donde al menos ellos podrán verte (y manipularte) cuando quieran y serás infeliz toda tu vida; y te des la vuelta y te des cuenta de que esa noche y posiblemente todas las siguientes durante un largo tiempo dormirás solo porque no te pliegas a las condiciones sociales de tu entorno en tu desesperado intento de encontrar tu propio camino o, en resumen, hacer lo que te de la gana y no lo que le de a los demás.

Y entonces sí. Ahí es cuando se te cruza un cable.

Lástima que no estemos en los Estados Unidos y pueda entrar tranquilamente en una tienda y conseguir un bazooka. Porque juro por Palahniuk que Iraq sería una escaramuza comparado con lo que haría yo aquí...

Segunda cita



Una de las cosas que más estúpidas me han parecido siempre de las películas americanas era todo lo relativo a las citas. Nunca he entendido toda esa parafernalia acerca de a dónde ir, cómo comportarse, de qué hablar, cuándo dar el primer beso, si está bien echar un polvo la primera noche o no... Se me antojaba frívolo, superfluo, innecesario, completamente artificial.

Hasta ahora.

Algo está cambiando. Llamémoslo madurez, llamémoslo cansancio, llamémoslo insolación, el caso es que de un tiempo a esta parte he comenzado (por fin) a empezar a preocuparme más por mi que por los demás. A mirar por mis necesidades y no ser siempre la niñera de mis compañeros de piso o el que más pringa en el trabajo. Puede que no me dure mucho, pero mientras tanto he comenzado a plantearme en serio temas sobre los que antes siempre pasaba de puntillas. Por ejemplo, tener un lugar para vivir que pueda considerar realmente mi casa, y no un mero lugar de paso (aunque lo de comprarme un piso aún no esté en mis planes). También dirigir mi carrera profesional hacia algún campo concreto (aunque sea vivir del paro, que en el fondo es un oficio como otro cualquiera). Y, por supuesto, empezar a hacer algo por conseguir una pareja, aparte de quejarme todo el día y matarme a pajas.

Es por eso que, sin poder remediarlo, la idea de empezar a tener citas ha dejado de ser un motivo de burla para convertirse en algo terriblemente cercano y real. No puedo esperar a conocer a alguien en la FNAC, como alguna vez he fantaseado. Tampoco me entusiasma la idea de hacer contactos a través de internet, mayormente porque apenas si logro conocer a gente que viva relativamente cerca de aquí. Así que a falta de pagar por conocer mujeres (algo que mi confesada racanería me impide), tendré que empezar a invitar a cafés, cines, cenas o lo que se tercie a las mujeres de mi entorno. Otra cosa será que acepten, claro...

La cuestión es que me he dado cuenta de que en toda mi vida sólo ha habido una ocasión a la que puedo llamar con propiedad una cita, entendiendo como tal a lo que estamos acostumbrados a ver en las películas. Descarto, pues, a los encuentros que se han producido a través de internet, ya que se merecen una categoría para ellos sólos. No en vano no sólo rompe el esquema de ir conociendo poco a poco a una persona, sino que ofrece una paradoja: tienes que primero echar abajo la imagen que te habías formado de ella a través de la red (muchas veces demasiado idealizada, seamos honestos), para después formar una más real. Si es que lo consigues. Por eso, y teniendo en cuenta mi falta de experiencia, sólo hay una cita que se merece tal nombre.

Pero hay un problema: que el listón está demasiado alto, ya que a la cita que me refiero fue a la primera (y en realidad única) que oficialmente tuve con mi ex. Habíamos salido como amigos muchas veces, pero entonces llegó aquella tarde de cine (viendo Perdita Durango, un momento extraña y retorcidamente romántico) y ya sabíamos que nuestro siguiente encuentro no sería como los que habíamos tenido hasta ahora. Con razón, puesto que por cosas del destino nuestra siguiente cita sería en Madrid, nada menos que para ver el concierto de Oasis en el Palacio de Deportes (antes del incendio) con los Seahorses de teloneros (¿qué coño ha sido de ellos?), tras el cual se produjo el viaje en tren en el que nos dimos el primer beso.

Alto, demasiado alto.

Así que aquí estoy, con 27 años y esperando que se produzca mi segunda cita. En la cual, por cierto, no tendré ni idea de cómo comportarme, exactamente igual que en esas películas de las que tanto me he reido hasta ahora. De hecho aún está por ver si seré capaz de pedirsela a alguien, a pesar de todas estas bravuconadas. Pero ya se sabe que más cornadas da el hambre y vive dios que hay y mucha.

Me pregunto si habrá algún doctor Hitch en Alicante...

2 de julio de 2006

Invasión



Quiero a mis padres y ellos me quieren a mí. Eso no creo que nadie lo ponga en duda. Nunca hemos tenido una relación estrecha y cordial, como en las teleseries protestantes americanas, pero a nuestra manera siempre nos hemos demostrado afecto mutuo.

Dicho esto, no se como sonará que quiero que se vayan a tomar por culo de aquí cuanto antes y me dejen continuar con mi vida.

Para mis padres sigo teniendo 12 años, no 27. De alguna retorcida manera nunca me verán como a un adulto, no al menos hasta que me case (trámite obligatorio en la cuadriculada mentalidad de mi pueblo) o que gane más dinero que mi padre. Se que es algo bastante habitual, de no ser por el hecho de que, como niño que soy todavía, parece que no tengo derecho a dirigir mi vida. Mi padre llegó a confesarme una vez que mi madre piensa que soy un vago. Por eso me dicen constantemente lo que tengo que hacer, decir, comer, vestir e incluso pensar. Da igual que lleve 9 años buscándome la vida por mi mismo. Da igual que haya bebido, fumado, follado, trabajado e incluso vivido más que ellos. Jamás me han dado la oportunidad de demostrar que ya no dependo de nadie.

Todos los veranos mis padres ocupan mi piso para tener unos días de vacaciones y, ya de paso, poner en orden mi vida de acuerdo con sus principios. Es, posiblemente, el periodo más humillante de todo el año. Mi madre se dedica a limpiar toda la casa de arriba a abajo, ya que asume que soy un guarro redomado y no soy capaz de cuidar de mi propio piso. Mi padre es un poco más pasivo, lo que no quita que de tanto en tanto me suelte algún discurso sobre trabajo, economía o cualquier otro tema que le ronde por la cabeza. Durante esos días (con suerte un fin de semana, sin suerte una semana entera) es como si retrocediera en el tiempo y volviera a los 14 años, cuando aún vivía con ellos. No parecen darse cuenta de que si salí cagando leches de mi pueblo fue precisamente por no volver a sentirme atado de esa manera.

Todo esto no tendría mayor relevancia de no ser que yo nunca he vivido solo. Siempre he compartido mis pisos con otros compañeros, con el mismo derecho que yo a utilizarlo sin injerencias de personas ajenas a ellos. Pero esto nunca les ha detenido. De hecho mis padres invaden todo el espacio vital, como si ese lugar les perteneciera. Ocupan la nevera, dejan sus cosas por todas las habitaciones y se hacen fuertes en el salón todo el tiempo que no pasan en la playa o paseando por la ciudad. Decidme, ¿cómo os sentiríais si de repente un día tuvierais que compartir vuestro piso durante una semana con dos señores que no conoceis de nada y a los que no habeis invitado? Pues ellos no lo ven así. Piensan que su presencia está justificada y que tienen derecho a estar allí. Porque yo estoy allí. Y porque soy un crio incapaz de hacer nada por sí mismo.

Huelga decir que estoy cabreado. Cabreado e infinitamente frustrado. En cada una de estas visitas mi poca autoestima se hunde hasta profundidades abisales. Con su misma presencia mis padres me hacen sentir como el más completo de los inútiles, alguien que no sabe limpiar, ni cocinar, ni llevar los asuntos de la casa, ni tomar las riendas de su vida. Y es inútil enfrentarse a ellos. Acostumbrados como están a que les obedezca dócilmente no suelen tomarse en serio ni mi mal humor ni mis acusaciones directas (las indirectas ni siquiera las captan). La única forma que tengo de que me empiecen a considerar un adulto es, como ya he dicho, casarme, ser rico o tener una monumental bronca con ellos, una de esas en las que mi madre lloraría a moco tendido y mi padre dejaría de hablarme. Y, obviamente, no contemplo ninguna de esas tres opciones por el momento.

Así que sólo me queda aguantar estoicamente estos días hasta que se marche. Anoche incluso tuve que tomarme un Tranxilium para poder conciliar el sueño, tan alterado como estaba. Es curioso que luego los eche de menos, pero lo cierto es que ya no soporto vivir con ellos. Ni en su casa ni en la mía. Y no al menos hasta que empiecen a respetarme.

Juro que en estas ocasiones me dan ganas de tener un hijo solo para dejárselo a los abuelos y que me dejen en paz de una vez...

1 de julio de 2006

Con los angelitos


Hoy me ha asaltado una idea muy curiosa.

Resulta que, a pesar de que me siento más cómodo durmiendo solo, hace ya mucho tiempo que mi mente suele negarse a aceptar esos periodos de inconsciencia y, por tanto, me cuesta horrores conciliar el sueño.

Por otra parte, aunque me siento terriblemente incómodo compartiendo mi espacio en la cama con otra persona, cuando tengo compañía me resulta muy fácil dormirme. De hecho en mi última relación me sentía feliz simplemente durmiendo junto a ella, aunque no hubiera contacto físico de otro tipo.

Si añadimos a todo esto el hecho de que no me cuesta nada dormir de día (o con la luz encendida), llego a la rápida, facilona e irónica conclusión de que, en realidad, me da miedo dormir solo. Es más, cada vez estoy más convencido de que nunca llegué a superar mi infantil y subconsciente miedo a la oscuridad, que con el paso del tiempo y la llegada de la vida adulta se ha transformado en un recurrente insomnio.

Si cuando digo que necesito volver a tener novia ya...