26 de octubre de 2006

La metamorfosis



Al despertar el Inadaptado una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en... un perro. No en un monstruoso insecto, con todas las implicaciones literarias, freudianas o lo que querais ver en la putada que le hizo Kafka a Gregorio Samsa. No. Era un vulgar chucho casero, domesticado, cuyos instintos animales se reducían a mear en los árboles y oler el culo a otros chuchos. Uno de esos que sería incapaz de sobrevivir por su cuenta en la calle pero que tampoco es capaz de aprender trucos con los que impresionar a los amigos del dueño. En definitiva, un perro vulgar y corriente.

Su familia se lo tomó bastante a bien, dadas las circunstancias. De hecho a su madre le encantó la idea de tener por fin controlado a su díscolo hijo, tan aficionado a vivir lo más lejos posible de su pueblo natal. Eso y que dependiera casi completamente de ella, claro. Sí, bueno, ahora ya no podría darle nietos (ser abuela era uno de sus máximos anhelos en esta vida), pero estaba tan indefenso como si fuera uno. Y eso le bastaba. No estaba tan de acuerdo con esto su padre, quien había esperado más de él como humano, aunque en el fondo le gustaba tenerle otra vez cerca. Pese a que en esa familia fueran tan poco dados a las muestras de cariño, se echaban de menos. Por su parte, la hermana pasaba de todo. Para variar.

En un principio al Inadaptado no le pareció tan desagradable la transformación. Después de tantos años buscándose la vida por su cuenta (aunque siempre tuvieran que ayudarle, pero eso es un tema aparte) resultaba relajante que cuidaran de él en todo momento. Ya no tenía que preocuparse del trabajo, el alquiler, los compañeros de piso, la limpieza, las compras... Se podía pasar el día tumbado en un rincón, rascándose o persiguiendo polillas en el patio de atrás, esperando a que llenaran su plato de comida y lo sacaran a pasear por la tarde. Una vida ociosa a la que no le hacía ascos, ya que, admitámoslo, siempre había sido un vago de cojones.

En seguida empezó a desfilar toda la familia por su casa para verle, primero con cierta timidez y luego con más naturalidad en cuanto se fueron acostumbrando al cambio. Algunos de ellos hacían mucho tiempo que no le veían, por lo que en realidad no es algo que les importara demasiado. Muchos iban por cumplir y punto. Sin embargo todos coincidieron en lo mono que era y en lo saludable que parecía, preguntando si ya sabía dar la patita o alguna chorrada semejante (y, esto ya en voz más baja para que no les oyeran, si se meaba en los rincones o si pensaban castrarlo). Al Inadaptado le gustaba que vinieran a hacerle caricias, pero las visitas le aburrían sobremanera. A fin de cuentas se limitaba a quedarse en el centro del salón mientras los demás hablaban de asuntos que no le importaban una mierda y en los que ni siquiera podía opinar. Porque, no lo olvidemos, los perros no hablan.

Fue esto, precisamente, lo primero que le hizo darse cuenta de que ser una mascota no era tan satisfactorio como creía. Ni mucho menos. No es que antes hubiera sido muy hablador (más bien al contrario, muchas veces había que arrancarle las palabras), pero el hecho de no poder comunicarse más que por ladridos resultaba muy frustrante. Aunque su familia había aprendido a entender sus necesidades básicas (comer, mear, rascarle el cogote), era realmente difícil hacerles llegar mensajes más complejos. Y además tampoco podía hacer nada por su cuenta ya que, después de todo, sólo era un vulgar chucho con patas en vez de manos. Sin cómics, internet o salidas esporádicas a su pub favorito (muy lejos ahora, sobre todo porque no admitían animales), pronto su nueva vida comenzó a parecerle tremendamente aburrida. Ya no digamos cuando se dio cuenta de que no podía hacerse pajas...

Sin embargo eso no fue lo peor, ni mucho menos. A pesar de lo cómodo que le pareció al principio ser cuidado a todas horas, en seguida se dio cuenta de que no lo soportaría por mucho tiempo. Para alguien acostumbrado a hacer básicamente lo que le daba la gana y cuando le daba la gana (la vida de soltero semiemancipado es lo que tiene), el hecho de depender completamente de otras personas para hacer cualquier cosa se le antojaba un infierno. Le vigilaban a todas horas, nunca le dejaban solo, le ponían correa y bozal para sacarlo de paseo, controlaban sus visitas al baño (bueno, al rincón del patio) y le llevaban con frecuencia al veterinario a vacunarle, ponerle el chip o simplemente revisarle. Y luego estaba el tema de la comida. Eso fue lo que terminó de hundirle. Capaz como era en ese momento de comerse cualquier cosa (no sabía cocinar, y cinco años de pasta y productos preparados arruinan el paladar del más pintado), los primeros días se conformó con el pienso de oferta del LIDL que le trajeron. Que no estaba el presupuesto para lujos. Pero no olvidemos que ahora vivía con sus padres, lo que implica que cada día veía como su madre preparaba sus riquísimos platos (que lo son, modestia aparte) y él no podía degustarlos a excepción de algunos huesos y sobras frias. Lo que, sinceramente, era una putada y muy gorda.

Una mañana no pudo más y, aprovechando que su madre se había dejado la puerta de la calle abierta mientras hablaba con una vecina, el Inadaptado se escapó dispuesto a recuperar un poquito de libertad. O su equivalente animal. No sabía si lo conseguiría, porque pese a todas las penalidades había tenido una vida muy cómoda durante esas semanas y se había acostumbrado a ser un perro. Tenía sus ventajas, para que negarlo. Eso sin contar con que sus padres se habían vuelto a encariñar con él y no le gustaba la idea de entristecerles de nuevo. Que no es que su huida fuera del todo inesperada, pero nunca resultaba agradable. Fue entonces cuando, dubitativo, se detuvo en una esquina y...

... bueno, eso es algo que sabremos más adelante, cuando me quiten estos putos hierros de la boca y pueda volver a hablar, a comer, a buscar trabajo y a intentar recuperar mi vida. Si es que lo consigo. Y si es que en algún momento la tuve. Aunque siempre podré volverme atrás y decirle a mi familia que me adopte como mascota, ¿no?

25 de octubre de 2006

Guía friki para maripuris (Interludio - Cine y cómics)

Desde hace algún tiempo hay cierta escasez de ideas en Hollywood. O al menos eso es lo que se dice. Porque no es que nunca hayan tenido muchas, pero lo de ahora es peor. Apenas se ve nada original en el cine comercial (el independiente es un mundo aparte) y por eso, además de hacer remakes de casi cualquier cosa, están recurriendo a otros medios de los que robar obtener argumentos para nuevas películas. A ser posible que vendan mucho, que es lo único que realmente les interesa a los que pagan. Y si hay algo que puede presumir de tener buenas ventas (bueno, más o menos), un público fiel y líneas argumentales para aburrir son los cómics.Durante estos últimos años se han adaptado al cine un montón de títulos, algunos de sobra conocidos y otros que no lo eran tanto. Pero en general los que no están metidos en este mundillo no suelen saber de donde procede cada película o incluso que en realidad son una adaptación de un cómic. Por eso quiero dedicar este interludio a reseñar brevemente algunos de estos largometrajes y animar a las maripuris a leer las obras originales o, al menos, dar unas cuantas ideas de regalos frikis. Que nunca vienen mal.

AMERICAN SPLENDOR




  • Película: Dirigida por Shari Springer Berman y Robert Pulcini, con Paul Giamatti como protagonista

  • Cómic: Basado en los cómics homónimos de Harvey Pekar

  • Adaptación: Bastante fiel, sobre todo en cuanto a la ambientación y a la caracterización del autor (lo que tampoco debería ser una sorpresa puesto que el comic es, precisamente, un retrato más o menos realista de su vida).


BATMAN BEGINS


  • Película: Dirigida por Christopher Nolan con Christian Bale como Batman

  • Cómic: En parte basado en el cómic Batman: Año Uno, junto a trozos de otras historias

  • Adaptación: Bastante libre, sobre todo considerando que el comisario Gordon tiene más protagonismo y una carga mucho más dramática en el cómic citado, que han destrozado el personaje de Henri Ducard y en cuanto a Katie Holmes... bueno, mejor me callo.


BLADE

  • Películas: Dirigidas por Stephen Norrington, Guillermo del Toro y David S. Goyer, con Wesley Snipes como protagonista

  • Cómic: Basado en el personaje creado por Marv Wolfman y Gene Colan en los cómics de La tumba de Dracula

  • Adaptación: Aparte de su origen, su odio por los vampiros y el hecho de ser negro, hay muy poco en común con el Blade original y el del cine. O lo había, porque (¡Oh, sorpresa!) los nuevos cómics están copiando a las películas.


CAMINO A LA PERDICIÓN




  • Película: Dirigida por Sam Mendes con Tom Hanks de protagonista

  • Cómic: Novela gráfica homónima de Max Allan Collins, basado a su vez en el manga El lobo solitario y su cachorro

  • Adaptación: Mantiene el personaje y el argumento principal, pero tiene varios retoques que ofrecen matices distintos y conducen la historia por otros derroteros.


CONSTANTINE

  • Película: Dirigida por Francis Lawrence con Keanu Reeves como el susodicho

  • Cómic: Extraido de la serie Hellblazer que se edita en el sello Vértigo de DC, con muchos elementos del arco argumental Hábitos peligrosos (números 41-46 USA)

  • Adaptación: Cambiaron por completo la apariencia y nacionalidad del protagonista (que el propio autor confesó haber copiado del cantante Sting), pero considero que la ambientación mágico-decadente del cómic está bastante bien reflejada.


ELEKTRA

  • Película: Dirigida por Rob Bowman con Jennifer Garner como heroína

  • Cómic: Basada en el personaje creado por Frank Miller en su etapa frente a Daredevil

  • Adaptación: Se mantiene la apariencia e incluso el origen (como se pudo ver en la película de Daredevil), pero aparte de eso nada tiene que ver con la exótica, sexual e implacable asesina que aparece en los cómics, especialmente en los que le dedicó su creador: Elektra Asesina y Elektra lives again.


FROM HELL

  • Película: Dirigida por los hermanos Hughes y protagonizada por Johnny Depp

  • Cómic: Novela gráfica homónima de Alan Moore

  • Adaptación: Parte del mismo argumento, copia ligeramente la ambientación e incluso mete alguna subtrama, pero no se parece en nada más al terriblemente extenso, denso e hiperdocumentado cómic original. De hecho al personaje de Johnny Depp se lo inventaron para la ocasión.


GHOST WORLD

  • Película: Dirigida por Terry Zwigoff, con Thora Birch y una todavía casi desconocida Scarlett Johansson

  • Cómic: Obra homónima de Daniel Clowes

  • Adaptación: A pesar de mantener buena parte del argumento, lo cierto es que el cómic es más surrealista y oscuro (como todos los de Clowes, vamos). En este caso, y sin que sirva de precedente, pienso que la película mejora el original.


HELLBOY

  • Película: Dirigida por Guillermo del Toro con Ron Perlman como protagonista

  • Cómic: Basado en la serie homónima de Mike Mignola, en especial la historia Semilla de destrucción

  • Adaptación: Bastante fiel, manteniendo el origen de Hellboy, las referencias religiosas y la ambientación sobrenatural, pero añadiendo mucha más acción y cambiando el caracter más bien taciturno del personaje por uno más macarra y simpático.


LA LIGA DE LOS HOMBRES EXTRAORDINARIOS

  • Película: Dirigida por Stephen Norrington con un gran plantel de estrellas

  • Cómic: Basado en la obra homónima de Alan Moore (sí, otra vez)

  • Adaptación: Considerablemente libre, por no decir que hicieron lo que les dio la gana. Toma a los personajes y parte del argumento del primer volumen y se inventan todo lo demás. En mi opinión la película no le hace ninguna justicia al original, y de hecho fue tal fracaso que Sean Connery decidió retirarse del cine.


SIN CITY

  • Película: Dirigida por Robert Rodriguez, aunque también participaron su colega Tarantino y el autor del cómic

  • Cómic: Basado en la serie de novelas gráficas englobadas bajo ese epígrafe

  • Adaptación: Completamente literal, hasta el punto de que gran parte de los planos son idénticos a las viñetas del cómic. Adapta las historias Sin City, Ese cobarde bastardo y La gran Masacre. La mayor diferencia con el original (y que más cabreó al fandom) es que en la película no hay desnudos.


UNA HISTORIA DE VIOLENCIA

  • Película: Dirigida por David Cronenberg, con Viggo Mortensen como figura principal

  • Cómic: Novela gráfica homónima de John Wagner

  • Adaptación: Bastante libre. Aunque mantiene a los personajes y el inicio de la historia, esta se desarrolla de manera muy distinta en uno y otro medio.


V DE VENDETTA

  • Película: Dirigida por James McTeigue con los Wachosky de productores y Natalie Portman como estrella

  • Cómic: Novela gráfica homónima de, nuevamente, Alan Moore

  • Adaptación: Bastante literal, aunque, a mi parecer, las diferencias entre uno y otro (como por ejemplo la relación entre Eve y V o el final de la historia) y las partes omitidas (como la relación del líder con su supercomputadora) cambian por completo el tono y el sentido de la historia.


VECINOS INVASORES

  • Película: Creada por Dreamworks

  • Cómic: En realidad se trata de una popular tira cómica llamada Over The Edge, de la que se pueden encontrar libros recopilatorios

  • Adaptación: Como suele pasar en estos casos, el original es mucho más crítico y mordaz que la película, que no deja de ser un producto de entretenimiento.


X-MEN

  • Películas: Las dos primeras dirigidas por Bryan Singer y la última por Brett Ratner

  • Cómic: Los guiones se crearon con retazos de múltiples historias. En particular, la tercera película está fuertemente basada en las que aparecieron en los cómics Uncanny X-Men en los números 100 a 200 (la mejor etapa del guionista Chris Claremont)

  • Adaptación: La caracterización de los personajes es bastante fiel a los cómics (de hecho se mantienen sus orígenes, frases favoritas e intereses románticos), pero hay pequeñas diferencias en cuanto a la formación del grupo y el desarrollo de los personajes.

24 de octubre de 2006

Pero, de verdad, ¿quién quiere ser famoso?

La moda del famoseo parece que no se va a acabar nunca. Por desgracia. Desde que programas como Gran Hermano u Operación Triunfo prefabrican a famosetes cada pocos meses, parece que casi todo el mundo se quiere subir al carro de la gloria efímera y estar en boca de todos (a veces literalmente, ejem...) al menos durante el tiempo que tarde en llegar la siguiente hornada y sean relegados al olvido. Que de esos hay ya para llenar un estadio.

Yo entiendo que ser conocido tiene sus ventajas. Te invitan a fiestas, estrenos y todo tipo de actos públicos; te cuelas en los restaurantes; consigues regalos de grandes marcas (para que las promociones, claro); conoces a mucha gente; te dan oportunidades que de otra manera no conseguirías; es posible que te paguen por no hacer nada; ligas (y follas) más. Bueno, esto último sólo se supone, que hay mucho fantasma suelto. El caso es que sí, ser famoso no deja de tener su atractivo. Que digo yo que por algo querrá la gente meterse en esos berenjenales. Pero a mi parecer, ser un personaje público tiene muchos más inconvenientes que ventajas. Y no hablo solamente de la tan manida falta de intimidad, que suele ser más una excusa que una queja (ya que, a fin de cuentas, quien quiere pasar desapercibido suele hacerlo sin problemas. Pero, claro, no van a admitir públicamente que son ellos mismos los que llaman a los periodistas para seguir en el candelero y vender exclusivas a las revistas). No, en mi opinión el principal engorro de convertirse en alguien popular es que tu existencia se convierte en un total y completo absurdo:

  • Puedes encerrarte tres días en la habitación con tu compañera de reparto en la película que estás rodando y fornicar con ella hasta que todo el hotel se queje del ruido y, aun así, los periodistas lo llamarán "romance".

  • Hagas lo que hagas podrá ser objeto de un artículo en una revista del corazón. Incluso ir al mismo super al que van quienes las compran...

  • Cualquier maruja se convertirá en una experta sobre tu vida y se creerá con derecho a opinar sobre tus decisiones, tus relaciones, tu carrera profesional, tu peinado...

  • Si hay problemas en tu familia, es más que probable que se entere todo el país antes que tu.

  • Por muy feo, fofo y desagradable que seas, en verano los paparazzi se darán de codazos por sacarte una foto en bañador o bikini. Si es desnudo, mucho mejor. Y encima habrá gente que compre las revistas para verlo.

  • Cualquier error que cometas se convertirá en un escándalo. Ya no digamos si hay drogas de por medio. Mientras que cualquier macarrilla de barrio se puede destrozar el tabique nasal cada fin de semana metiendose rayas sin que a nadie le importe, basta con que te pillen probando una para que tengas que ir corriendo a un centro de rehabilitación so pena de que todo el mundo te llame drogadicto. Y, aun así, es posible que te lo recuerden toda la vida.

  • Ya no podrás vestirte como una persona normal. A partir de ese momento mirarán con lupa cada complemento que lleves, especialmente en actos públicos. Mientras sea posible, solo podrás lucir prendas de moda y de marca. Si te atreves a salir con chandal a la calle (algo que hace a diario más de la mitad del país) te arriesgas a convertirte en un hazmerreir durante meses.

  • Cualquier parida que digas, por muy gorda que sea, será registrada y más tarde convertida en axioma filosófico, cita para un libro o algo que echarte en cara cuando estés en un mal momento.

  • Te pedirán tu opinión sobre un millón de temas sobre los que no tienes ni puta idea. Y es posible que te hagan más caso a ti que a un catedrático de la materia.

  • Si eres tía, por muy fea que seas, lo más seguro es que te ofrezcan posar desnuda o con muy poca ropa en alguna revista. Si eres tio es bastante probable que te contraten para hacer un anuncio de un coche que jamás te comprarías, un reloj que no te puedes permitir o una bebida que nunca has probado.

  • Eres invitado a concursos donde cuanto más hagas el ridículo y más ignorante parezcas mejor le caerás al público.

  • Si perteneces a las categorías inferiores te pagan por ir a programas para insultarte   (de mentira, claro, que a veces llevan guión y todo) con personas que no te importan una mierda y que posiblemente ni siquiera conocías en persona.

  • Puedes grabar un disco aunque no sepas cantar, que alguien escriba un libro por ti aunque no sepas leer y participar en una película aunque seas incapaz de aprenderte dos frases y estar delante de una cámara sin reirte.

  • Cuando la palmes, incluso ese compañero del colegio al que no has visto desde que tenías 12 años empezará a largar cosas sobre tí. Con un poco de mala suerte, puede que mientras aún estés vivo.


Sinceramente, prefiero seguir siendo anónimo. Y si quiero que me paguen por no hacer nada, siempre podré hacer oposiciones para la administración pública...

22 de octubre de 2006

¿Contadores? No, gracias

Porque son feos

Porque fomentan una absurda competitividad entre blogs

Porque algunos vienen con spam y popups

Porque dan la impresión de que tu único objetivo sea tener visitas

Porque les prestamos más atención que a casi cualquier otra cosa de la página

Porque muchos están trucados

Porque se te puede subir a la cabeza si la cifra sube y deprimirte si apenas se mueve

Porque las estadísticas que ofrecen siempre son relativas

Porque las comparaciones son odiosas

Y porque, resumiendo, en realidad no sirven para nada

Por estas diez razones, y alguna más que seguro se me olvida, abogo desde aquí por el fin definitivo de la estúpida moda de los contadores. Que, la verdad, esta broma ya ha durado demasiado tiempo. A fin de cuentas, ¿hasta qué punto nos afecta o debería afectarnos unas visitas de más o de menos? Podría entenderlo de una página oficial o corporativa que necesite justificar el dinero invertido en su creación y mantenimiento; o puede que un blog que gane dinero a través de la publicidad; incluso de aquellas bitácoras que aspiren a ser profesionales y quieran atraer a posibles patrocinadores. Pero ¿qué sentido tiene poner un contador en un sitio personal? Porque si lo único que nos interesa son las visitas, entonces tenemos un serio problema (y de ahí a convertirse en un gilipollas hay un paso, si lo sabré yo). Y si realmente nuestro único interés es la página, no necesitamos esclavizarnos mirando día a día unas cifras poco fiables que muchas veces poco o nada tienen que ver con lo que escribimos. Que ya se sabe lo traicionero que puede ser Google cuando buscas fotos de colegialas cachondas...

Así que no seamos como las cadenas de televisión y pasemos de la audiencia. Escribamos lo que exterioricen nuestras gónadas reproductivas (esto es, lo que nos salga de los cojones) y no malgastemos un segundo en pensar en lo que la va a gustar o no a nuestro público. Es más, que le den a nuestro público. Total, con la de millones de blogs que hay en el mundo, lo más probable es que jamás lleguemos a nada...

21 de octubre de 2006

Cachorros

Vaya por delante que, por mucho que me las de a veces de rebelde, no dejo de ser un conservador nato. Nunca he sido amante de aventuras, ni de emociones fuertes, ni de cambios radicales, ni de romper las reglas establecidas. Por si acaso. O porque sí. Siempre he preferido la seguridad de mi casa, mis rutinas, mis costumbres y mis pequeños vicios inofensivos (y algunos que no lo son tanto). No obstante, ya sea por educación, por asco o por aburrimiento (quizás un poco de las tres), siempre he tenido un cierto espíritu contestatario. O algo parecido. Que digo yo que por algo tuve (y tengo) un blog que se llama "Asco de vida". El caso es que mi conformismo siempre ha tenido ciertos límites, aunque sean puramente intelectuales. Y es por eso por lo que, en contadas ocasiones (a quien vamos a engañar a estas alturas), ha podido más la indignación que la pereza y me he lanzado a la calle a protestar o me he unido a algún grupo para intentar cambiar las cosas. Ingenuo que es uno.

A pesar de que, como digo, mi currículum activista es más bien escaso (se pueden contar con los dedos de las manos las manifestaciones a las que he acudido, no digamos en las que he intervenido activamente), basta estar un poco metidos en el ajo para darse cuenta de hasta qué punto somos habitualmente manipulados por manos invisibles (o no tanto) para actuar con fines políticos, propagandísticos o simplemente tocar las pelotas. Que según para qué, eso también cuenta. Excepto en los pequeños actos de protesta de un colectivo particular y con un objetivo concreto (que pocas veces se consigue, para qué vamos a mentir), todo lo demás suele estar dirigido con mayor o menor descaro por alguna asociación, sindicato, partido político, empresa o quien sabe si una agencia de espionaje. Cosas más raras se habrán visto. Total que, en el fondo, no dejamos de ser peones en una partida en la que no pintamos nada. O sí, recibir palos de los antidisturbios mientras los que realmente mandan lo ven en las noticias desde el salón de su pisazo en el centro. O su palacete en las afueras.

Ya, ya lo se. Que estamos en democracia y protestar es uno de nuestros derechos fundamentales. Creo. Que a veces la única forma de que nos oigan es echarse a la calle. El poder del pueblo y todo eso. Me se de memoria todas las consignas. Pero la cuestión no es que nos oigan, sino que nos hagan caso. Que eso es mucho más difícil, especialmente cuando ya saben de antemano lo que vamos a decir. Y para qué vamos a engañarnos, esto no es una república bananera con un régimen militar dictatorial en la que las libertades se consiguen a golpe de disturbios, cócteles molotov y asaltos a la sede del gobierno. Aquí, el que más y el que menos vive moderadamente bien (a menos que seas inmigrante, claro) y el acudir a una manifestación suele ser más una cuestión de ética o conciencia que de una necesidad básica. O que te aburras en casa y no tengas nada mejor que hacer, que de esos hay muchos.

Se que esto no deja de ser mi punto de vista y que, no lo olvidemos, yo soy en el fondo un conservador sin ganas de pelea (al menos la mayoría del tiempo), pero lo cierto es que no entiendo la actitud o los objetivos de los últimos actos de ¿protesta? que estoy viendo por la televisión. Esos gritos a Fraga. Ese zarandeo de líderes populares. Esa Kale Borroka. Esos abucheos al presidente. Esas pintadas, que no hay que abondonar los clásicos. Y yo me pregunto, ¿para qué? No, de verdad, en serio, ¿para qué sirve todo eso? ¿De verdad alguien es tan pardillo como para creer que va a cambiar las cosas insultando a un político o quemando un cajero automático? ¿Cual es la utilidad de destrozar mobiliario urbano, por muy feo que sea? ¿Que se consigue rompiendo los cristales del McDonalds, víctima frecuente en estos casos, además de que sus empleados pierdan un día de trabajo y sueldo? ¿Desde cuando ser un gamberro se considera reivindicativo? Oh, mira, que radical es que se acaba de cargar una farola. Digo yo, qué culpa tendrán ellas de esto...

Lo que más me asusta de todo es, como ya he dicho, que tanto estos como otros actos de ¿protesta? menos llamativos ni siquiera son algo espontáneo, sino que están dirigidos por otras personas que azuzan a sus cachorros para conseguir sus propios fines. Sean cuales sean. Y nosotros, ingenuos, pardillos y con ganas de destrozar cosas por aquello del estrés (no tener un sueldo decente es lo que tiene), les seguimos el juego creyendo que es todo cosa nuestra. O que formamos parte de algo. Que yo no digo que no haya que luchar por lo que creemos, pero primero hay que tener claro que las ideas son nuestras de verdad y no nos las están susurrando al oido. Porque, sinceramente, creo que al final hacemos el ridículo. Puede que algo peor.

Quizás en realidad todo esto no sea mas que una forma de tenernos entretenidos. Quizás. El caso es que la imagen que estamos dando es cada vez más negativa. Como si no tuvieramos las cosas difíciles de por sí. Así que, aun a riesgo de sonar demasiado carca, me gustaría decirles a todos ellos lo mismo que me dice a veces mi madre: que cuando uno no tiene nada agradable que decir, es mejor tener la boquita cerrada...

20 de octubre de 2006

¡Que la clonen!


Visto como está el tema de las pasarelas, supongo que a nadie le extrañará que haya decidido meterse en el mundo del espectáculo. O puede que se lo sugirieran. Que ya se sabe que las comparaciones son odiosas. Y cuando ella está al lado, más.

El caso es que si no existiera Tyra Banks habría que inventarla. Pero como existe (afortunadamente), lo que yo propongo es clonarla. Hacer copias, cuantas más mejor. Y enviar al menos una de ellas a cada uno de los desfiles de moda que existan, para que así tomaran nota todos los diseñadores, publicistas, tiendas de ropa, marujas y potenciales anoréxicas del mundo: que se puede ser una gran modelo y además negra, exuberante, sensual (y sexual), con buenas caderas y dos tetas como cañones.

Lástima que no sea demasiado buena actriz pero, oye, nadie es perfecto...

18 de octubre de 2006

Gurureando


No me gustan los zombies. Bueno, no me importa pegarles un tiro entre ceja y ceja si algún videojuego me lo permite (lo cual suele ser bastante divertido), pero hasta allí llega mi querencia por los muertos vivientes. No me gustan sus películas. No me gusta ver tripas. No me gustan sus rostros descompuestos. Ni siquiera me gustan como icono pop, camp, kitsh o como coño quieran llamarlo ahora. Y lo gracioso del tema es que, a pesar de todo, siento como si me estuviese perdiendo algo.

Desde que existe la subcultura (o, al menos, se le considera como tal) siempre ha habido gurús dispuestos a guiarnos al resto de pobres mortales por los intrincados recovecos del cine de serie B, el comix underground, la literatura maldita y cuanta expresión (¿artística?) entre dentro de los difusos márgenes del concepto. Hasta ahí todo bien. Siempre es de agradecer que alguien comparta sus conocimientos con los demás, especialmente sobre algo de lo que apenas hay (o más bien había) obras de consulta, guías u otras referencias fiables. El problema es que, como acabo de decir, no resulta fácil definir qué es y qué no es subcultural. O friki. O zetoso. O el adjetivo que cada uno prefiera, porque en el fondo es todo lo mismo. Eufemismos y tal, ya se sabe. Especialmente en estos temas, en los que es fácil encontrar quien se crea mejor que los demás y por eso trate de desmarcarse instaurando su propia etiqueta. Pero no nos adelantemos. La cuestión es que cuando no hay normas, la palabra es ley. Y la de los gurús, más aún. Así que llegamos a la paradoja de que no son los consumidores de tales o cuales géneros los que los encumbran, sino sus críticos. Los "expertos". Los que entienden (del tema, no de lo otro). O eso dicen. O, al menos, eso nos creemos. Que ya se sabe que eso de pensar por nosotros mismos nunca se nos ha dado del todo bien. De eso no me libro, yo también soy de dejarme llevar. La ignorancia es lo que tiene. Pero todo tiene su límite. Especialmente la paciencia.

Se suele decir que la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. Ya, que se lo digan a Bush. El caso es que yo tengo mi propia versión de esta frase: la libertad de uno acaba cuando le empiezas a tocar las pelotas a otro. Y a mi ya me empieza a molestar tanto sobeteo (metafórico, no vayamos a pensar mal). Quizás tenga culpa la operación, que por aquello de no comer nada más que purés y caldos y no tener fuerzas ni para discutir con mis padres (aunque de todas formas llevan las de ganar) me molesta casi todo, pero el caso es que ya no encuentro tan graciosos como antes a mis gurús particulares (que los tengo, como todo el que esté metido en el ajo). Es más, empiezan a parecerme ciertamente irritantes. No todos, la verdad sea dicha, pero si unos cuantos. Seguro que no soy el único. Que levante la mano del ratón quien piense que ya está bien de eso del desprecio graciosete que tanto se lleva. Sí, ya sabeis, eso de ponerse a insultar a todo el mundo como en plan irónico y de mucha risa. Tipo, si no te gusta este actor (casposo a morir) eres un garrulo. Ja ja. Míralos, como se pasan. Son la leche estos tíos. Puro underground. Etcétera. La historia de siempre, ellos mandan y nosotros obedecemos, que para eso son los que entienden (del tema, no de lo otro, aunque no es excluyente). Así que venga a repetir en los blogs como papagayos lo que han dicho, a poner los mismos tutubos y celebrar los mismos "días de" que alguien se acaba de inventar. Y ay de tí como se te ocurra levantar la voz. O tener tus propias ideas.

Habrá quien diga que cada friki es un mundo y no es necesario que te guste tal o cual cosa. Que aquí nos respetamos todos mucho y tal. Que exagero, en pocas palabras. Sí, ya, eso queda muy bonito en la teoría y para dar entrevistas en la televisión, pero la práctica es otra cosa. La realidad es que se puede ser marginado entre los marginados. Que incluso alguien a quien llaman raro en la calle te puede llamar garrulo (no a tí en particular, sino a todos en general) si confiesas que detestas las películas de zombies, o que nunca has visto una de Godzilla, o que no te vuelven loco las artes marciales, o que el cine casposo te aburre, o que la mitad de lo que se considera subcultura simplemente no te gusta en absoluto. Y ya no te digo si uno empieza a meterse con los ídolos, aunque sean de broma. Porque al menos un servidor empieza a estar bastante harto de David Hasselhoff. Porque la única canción que he oido de los Tres Tristes Ninjas me pareció una cutrez. Porque Douglas Adams no me hace gracia. Porque odiaba los videojuegos del Spectrum por ser tan difíciles. Porque, a veces, a uno le da la impresión de que los que entienden (del... ah, qué más da) tienen el gusto en el culo.

Pero ya se sabe que en los gustos, como en los culos, siempre nos huele mal el de los demás y no el nuestro propio. De ahí el baile de etiquetas de estos últimos años. Ser friki ya no esta de moda, hombrepordiosdondevaaparar. No hay más que ver la estampida que hubo el día del orgullo ídem. Ahora hay que tener una bizácora. O ser coolzetoso. O el apelativo que esté últimamente de moda (que desde que no tengo banda ancha me cuesta más ponerme al día). Tener buen gusto, en pocas palabras, siempre suyas. Pero aunque uno pase olímpicamente de sus recomendaciones, siempre te queda la duda. ¿Y si llevan razón? ¿Y si mis arcadas viendo splatter no están justificadas? ¿Y si me perdí algo entre bostezo y bostezo leyendo este libro? ¿Y si exagero al pensar de que me robaron cuando compré este disco? Duda razonable, que dirán algunos. Lavado de cerebro, digo yo. Pero hasta aquí hemos llegado.

Resumiendo: que estoy harto de insultos, aunque sean de broma; a llamar garrulo a tu padre, si no te importa. Que pienso consumir lo que me de la gana, sea aceptado o no, y aun así seguir llamándome friki. Que si tengo que decir que prefiero a Jackie Chan antes que a Jack Bauer no pienso cortarme. Y que, al contrario que en las películas del oeste, en esta blogosfera hay sitio para todo el mundo, así que no pienso hacerme a un lado para no molestar.

Por cierto, que no voy a dar nombres. Mitad por cobardía, mitad para hacer esto más interesante. Y si alguien se da por aludido, ya sabe: quien se pica...

17 de octubre de 2006

(Como un animal) enjaulado

Dejé de ser libre desde el mismo instante en que acepté someterme a esta operación, desde que puse mi vida (casi literalmente) en manos de la sanidad pública. Pero, claro, eso nunca lo mencionaron en las consultas. Pardillo... De hecho me fui a vivir a Madrid creyendo que así sería todo más fácil, que así perdería menos el tiempo, que todo iría rodado. Ja. Dos años esperando una llamada que nunca llegaba, mientras me pudría encerrado en mi habitación, enganchado a los chats y arreglándomenlas con un sueldo mínimo. Viviendo para este momento. Y ahora que ha llegado, desearía poder viajar en el tiempo para darme a mi mismo de hostias.

Fui lo bastante inteligente para volver a Alicante, al menos. A seguir pudriéndome, sí, pero haciendo lo que me daba la gana. Sin prisas. Sin restricciones. Tomando el control. O eso creía. Porque por mucho que me engañe a mi mismo, desde el momento en que dije "sí" al cirujano todo ha girado en torno a esto. A las visitas al hospital. Al momento de entrar en quirófano. A este mes en el que sería incapaz de hacer nada. Trabajar. Salir. Comer. Follar. Todo ha quedado al otro lado de los barrotes de la jaula en la que yo mismo me he metido, he cerrado la puerta y he tirado la llave. Y lo peor es que ni siquiera me había dado cuenta. Que ya hay que ser gilipollas...

Desde que desperté en la sala de cuidados intensivos hasta ahora las jaulas se han hecho más grandes, pero sigo estando encerrado. Ahora más que nunca. Primero atado a los tubos que metieron en más orificios de mi cuerpo de lo que quiero recordar. Más tarde atrapado en las rutinas de la habitación del hospital, compartiendo espacio con dos desconocidos. Finalmente encerrado en casa de mis padres, sin fuerzas para ir a ninguna parte, sin una voz con la que poder protestar, tratado como si volviera a tener diez años. Aún peor. Porque desde que volví me siento como un animal de feria amaestrado al que todo el mundo quiere ver en su jaula, sin posibilidad de escapar, respondiendo con la cabeza a las mismas estúpidas preguntas y escuchando una y otra vez las mismas anécdotas, los mismos chistes, soportando que pongan en mi boca (esa misma que no puedo abrir) palabras que yo nunca diría. Deseando huir. Para variar...

Pero lo peor no es sufrir la condescendencia de mis padres. No es pasarme un mes con los dientes atados, comiendo purés con babero. No es soportar a diario visitas de familiares que me importan un comino. No. Lo peor es la sensación de que hasta ahora no he hecho más que perder el tiempo. Lo peor es encontrarme aquí, de vuelta en una casa que ya no considero mía, en un pueblo que nunca me ha gustado y ser consciente de que los últimos cinco años han sido poco menos que una broma de mal gusto. Porque ahora que he perdido mi libertad, mi piso y mis juguetes (la banda ancha, las tiendas de cómics, mi pub de siempre), ahora que me encuentro con las manos vacias en la casilla de salida -reiniciando el nivel, como un vulgar personaje de videojuego después de perder una vida- es cuando me pregunto qué coño he hecho desde que abandoné la universidad. Qué rumbo a tomado mi vida, si es que de verdad me he molestado en que tomara alguno. Qué espero hacer de ahora en adelante.

Y, la verdad, no tengo ni puta idea. Lo que poco más o menos viene a decir que, efectivamente, todo ha sido una gran pérdida de tiempo. Tantos planes aplazados. Tantas oportunidades rechazadas. Tanto dinero desperdiciado. Todo por la operación, por la excusa que me ha permitido no tomar decisiones importantes durante este tiempo. Y por eso estoy como estoy. Por capullo.

Así que aquí estoy, tragándome el orgullo de haberme creido muy rebelde y no haber sido más que un crio con un gigantesco berrinche que se ha pasado media vida huyendo de sus padres y de sus obligaciones para, básicamente, pasarse el tiempo tocándose las narices - vida nada desagradable, por cierto- y encontrarse ahora con que apenas si tiene con lo que volver a empezar de nuevo y ni siquiera sabe qué es lo que quiere (o debería) hacer. Porque en estos cinco años apenas si he acumulado una ínfima experiencia laboral y no he tenido los santos cojones de acabar la carrera (que ya me vale), ya no digamos ahorrar tras seis meses trabajando como becario. Y para una cosa, una sola cosa medianamente decente en la que pude invertir mi siempre abundante tiempo libre, voy y decido mandarlo al carajo solo porque ya no sabía sobre qué escribir y no me parecía intelectualmente correcto rellenar el espacio con fotos de tías con las tetas gordas. Joder.

Así que haré acto de contricción, me flagelaré un rato -sin pasarse, eso sí- y mientras pienso qué leches voy a hacer cuando por fin pueda abrir la boca (que no sea sexual, claro) y cómo carajo me voy a ganar la vida por mi cuenta (si es que soy capaz de ello, que ya lo dudo), volveré a soltar mis mierdas, mis pajas mentales, mis paranoias, mis patéticas ínfulas de escritor, mis fotos burdamente retocadas, mis reivindicaciones de boquilla, mis berrinches, mis lloriqueos, mis ideas absurdas y mis fotos de tías con las tetas gordas (que no falten) en este pequeño rinconcito en el que tener los dientes atados no es un impedimento y, afortunadamente, mis padres no pueden decidir por mi.

Y a ser posible, a diario. Como en los viejos tiempos. Y con dos cojones.