12 de agosto de 2006

El sueño

Creo que era en Expediente X donde decían que los sueños son respuestas a preguntas que aún no sabemos formular. Está claro que no siempre es así. En ocasiones los sueños no son tan enigmáticos y nos indican con toda claridad lo que está pasando por nuestra cabeza en esos momentos. No hay más que recordar los sueños eróticos que en alguna ocasión todos hemos tenido y que no necesitan interpretación freudiana alguna (bueno, a menos que te lo montes con algún familiar, animal o ser de otro planeta, en cuyo caso yo empezaría a preocuparme).

En mi caso las fantasías sexuales son escasas (y en general bastante frustrantes, que manda cojones), pero existe un sueño que se lleva repitiendo casi desde que las hormonas me cambiaron la voz (por no decir desde que me mato a pajas). Cada vez adopta un contexto distinto, pero la base de la historia se mantiene inalterable: conozco a una chica, me fijo en ella, ella se fija en mi, flirteamos y nos enrollamos. Todo en un corto espacio de tiempo y sin que la cosa llegue realmente a más.

Huelga decir que esto es algo que nunca me ha pasado. Es decir, al menos no de la forma en que ocurre en el sueño, tan inmediata y tan directa (bueno, si descontamos a la sueca borracha de hace unos meses). Mientras que mis dos relaciones necesitaron algo de tiempo y bastantes dudas hasta que llegaron a buen término (no digamos para acabar), aquí todo transcurre de forma fluida, sin vacilaciones de ningún tipo. Yo te gusto, tu me gustas, así que vámonos a ese rincón de ahí donde no nos ve nadie.

No quiero dar la impresión de que estoy hablando de un simple rollo de una noche (o mejor dicho de una tarde, que es cuando, curiosamente, suele ocurrir todo). Ni mucho menos. Lo que hace especiales a estos sueños, y consiguen que me rompa tanto la cabeza al despertar, es la intensidad con la que ocurren. No es exactamente un flechazo (o eso creo, la verdad es que nunca he tenido uno), sino algo más limpio, menos complicado, sin tantas implicaciones emocionales de esas que te impulsan a garabatear poesias mal rimadas en una servilleta. Atracción, esa es la palabra. Nos atraemos de forma instantanea y, lo que es más importante, no dudamos un momento en conocernos, libres como estamos los dos de barreras de ningún tipo (y si a alguien le molesta, que se joda).

Las conclusiones directas del sueño son dos. Ante todo refleja mi deseo nada oculto de que las cosas fueran más fáciles a la hora de entablar una relación, sea del tipo que sea (incluso una mamada rápida en los baños de un pub, coca mediante). Atado como estoy por mis miedos, mi inseguridad, mi falta de experiencia y mi nula autoestima, a veces ligar se me antoja como una empresa casi imposible. Al menos se que no soy el único, aunque ese pensamiento no es que me reconforte demasiado (ya se sabe, mal de muchos...). Por otro lado, ya de una forma un poco más sutil (aunque no mucho, la verdad), mi necesidad de sentirme deseado. No soy un adonis, para qué vamos a engañarnos, y el cuerpo fofo, la ortodoncia y la despreocupación por mi vestuario no es que ayuden mucho. Lo cierto es que apenas si hago nada para que se fijen en mi, aparte de afeitarme (y eso solo de vez en cuando). Pero, qué coño, yo también quiero que me miren. Yo también quiero que me entren e intenten ligar conmigo (a ser posible mujeres, que no es que no me sienta halagado por atraer a algunos hombres, pero es que no me van). Se que eso de la igualdad todavía es un mito, que tenemos que superar muchos problemas de comunicación y todo ese rollo. Sin embargo, ¿es tanto pedir un poco de reconocimiento, saber que tengo tanto derecho a echar un polvo como cualquiera, sentir de vez en cuando que mis miedos no tienen justificación?

En fin, se que en el fondo mis sueños no dejan de ser una pataleta de mi subconsciente. Que probablemente, al igual que tantos otros, tenga que ganarme el rollo, el polvo o la relación a pulso, a golpe de palabras, de gestos, de silencios, de sonrisas, de emplear mucho tiempo y esfuerzo para conseguir derribar la barrera de desconfianza que nos rodea y demostrar que valgo la pena. Pero...

¿ ... y lo bonito que sería decir simplemente "hola" y que no hiciera falta nada más?

3 comentarios:

Azena dijo...

sí, sería bonito...

pero así es más especial...

Azena dijo...

vales la pena. lo supe desde el primer momento. y tienes tanto derecho como cualquiera a echar un polvo. sólo tienes que decirlo ;-)

Azena dijo...

hablando de flechazos...

creo que me han dado... ;-)