8 de agosto de 2006

Queer as folk?

Mentiría si dijera que no lo ví venir. A pesar de lo mucho que me quejo de mi falta de éxito en cuestiones sexuales (o quizás precisamente por eso) en seguida me di cuenta de que me estaba mirando. No con descaro, pero si con interés. Incluso creí ver un gesto para que me acercara, pero lo ignoré esperando que captara la indirecta y evitar una situación embarazosa (al menos para él). Finalmente decidió usar a una de sus mariliendres para interrogarme con poca sutileza, en vista de que aún no lo tenía claro.

"Perdona", me dijo la chica, un poco cortada, al abordarme en la escalera (mi lugar favorito del pub, por razones que no vienen a cuento). "¿A tí te gustan los chicos o las chicas?", preguntó. Me reí mientras le aclaraba la duda y le confesé, para tranquilizarla, que no era la primera vez que me lo preguntaban. Ni será la última.

Lo que más me inquieta de toda esta historia no es que un hombre intentase ligar conmigo (aunque pocos, ya han sido más que mujeres). Lo que me preocupa es haber descubierto que en esta vida nadie se libra de los tópicos. Yo, pobre hetero ingenuo que apenas conoce el "ambiente" de refilón, creía que los homosexuales estarían más libres de prejuicios que el resto, habida cuenta de las persecuciones, los estereotipos y los chistes que han soportado y aún soportan. Pero está claro que no es así. Lo que pude deducir de lo que me contó la chica de la escalera, una vez aclarado todo, es que si no se había acercado antes para ejercer de celestina es porque pasaron un rato intentando dilucidar mis gustos. No me sorprendió en absoluto. En un país en el que los "machos" parecen condenados a permanecer siempre de pie con un botellín de cerveza en la mano, lanzando improperios y miradas lascivas a cuanta hembra pase por su lado, cualquiera que se salga de la norma está expuesto a que cuestionen su orientación.

Me chifla bailar, no puedo negarlo. Descubrí este pequeño placer (casi) gratuito ya llegado a la universidad, cuando decidí que había formas mucho mejores de divertirse que consumir estupefacientes hasta intoxicarme o pasarme la noche persiguiendo a cualquier ser vivo con tetas con la pobre esperanza de una noche de sexo, o, cuanto menos, un magreo en un rincón oscuro (así me va, todo sea dicho). Además, por algún motivo que escapa a mi comprensión, mucha gente parece creer que lo hago bien. A pesar de tener serias dudas sobre su salud mental, cuando completos desconocidos te abordan en medio de la pista para felicitarte (sí, en serio) o preguntarte dónde has aprendido a bailar así (de verdad, lo juro) uno empieza a pensar que esa serie de movimientos espasmódicos y carentes de ritmo no están tan mal ejecutados después de todo. Y a mi me gusta seguir esa máxima de las películas de Hollywood (fuente inagotable de tópicos) de que si uno posee algún talento tiene el deber de desarrollarlo (sic).

En cualquier caso, yo hago lo que me sale de los huevos cuando estoy de marcha y lo que opinen los demás me importa bien poco. Por eso no suelo pararme a pensar si en algún momento determinado mis arrebatos me asemejan a un go-go muy pasado de coca en el desfile del Orgullo Gay. El problema surge cuando incluso aquellos que supuestamente más deberían entender de hombres y falsos prejuicios se dejan llevar por los clichés. Si ellos lo hacen, ¿hasta que punto estamos condicionados los demás?

Se suele achacar la proliferación de las relaciones a través de internet a las dificultades de comunicación que padecemos las personas de este siglo. Pero este asunto va más allá de una simple forma de romper el hielo. Supone que vivimos en un mundo tan condicionado por las etiquetas, la apariencia, los roles en los que estamos encasillados que la única forma de conocernos es no mirarnos a la cara. Porque si lo hacemos es casi seguro que juzgaremos a la otra persona sin conocerla. ¿O acaso no se ha cuestionado toda mi sexualidad tan solo por mi forma de bailar (lo cual, por cierto, explicaría mi eterna sequía)? A pesar de todos aquellos que aseguran que no hay mejor forma de hacer amistades o ligues que saliendo por la noche, eso resulta difícil, casi imposible, cuando al intentarlo te enfrentas a un muro de incompresión por su parte, o puede que la tuya propia.

Claro, que también puede resultar que sea gay y no me haya dado cuenta...

7 comentarios:

wave dijo...

Hay manera de dejar las cosas más claras :P Pero no creo que estes por la labor jejejeje

garfielz dijo...

¿Y por qué el mundo gay iba a ser diferente del resto del universo humano? En todas las casas se cuecen habas y en todos los sitios hay tópicos con los que juzgar a la gente a primer golpe de vista y sin conocerla.

inadaptado dijo...

Inocente que es uno...

Angie dijo...

Si quieres, te enseño lo que hay fuera del armario, estoy presente, y de ese modo... te enseño tb todo lo que hay dentro, y luego ya, tu eliges... claro esta... cuando recuperes la conciencia jajaja.

besitos mi niño!

carri dijo...

Yo siempre he pensado que el peor sitio para ligar es un bar, o un pub. Claro, que aun no he encontrado el mejor sitio, de hecho pienso que ni siquiera he encontrado un sitio.

Ale, pasalo bien

Lucecilla dijo...

UY, me encantaría que fueras gay y que te dieras cuenta un día de estos y nos lo contaras todo en vivo y en directo en el blog. Sería la caña!

Azena dijo...

¿y no es mucho más divertido salir a bailar que salir de caza? ;-)