9 de marzo de 2007

Es la hora de las toñas

No lo harán. Se que no lo harán. Nunca se atreverían a romper las reglas. Que para algo las han escrito ellos. Quizás hagan algo de comedia, puede que unas cuantas amenazas, incluso alguna denuncia que otra, pero no pasará de ahí. Por la cuenta que les trae. Y porque son demasiado petulantes, engreídos y cobardes para arriesgarlo todo por una bronca. Que no es que les fuera a faltar de nada (privilegiados como son la mayoría), pero es lo que tiene el poder, que engancha. Y para eso no hay rehabilitación que valga.

No obstante, sería hermoso. Apoteósico. Poético incluso. Porque después de tanta sonrisa falsa, tantos niños besados, tantos mítines populistas, tantas soflamas demagógicas, por fin demostrarían que son humanos. Con todo lo que conlleva. La irracionalidad. La ira. La violencia. Que cayeran las máscaras y salieran a relucir sus más bajos instintos, enfrentandose con sus puñitos inmaculados en vez de matarse de aburrimiento a base de discursos. Como debe ser. Como debió ser siempre. Defender sus posturas a hostia limpia, sin escudarse en tecnicismos, sin recurrir a lacayos, sin acuerdos pagados con maletines. O tu o yo. O mis ideas o las tuyas. Hasta que uno bese la lona. Y aquí no hay centro que valga. Eso sí que sería política.

La verdad es que me conformaría con menos. O con más, según se mire. Si algo me gustaría es que empezaran a tirar de la manta. A sacar trapos sucios. A pegarse puñaladas traperas. Hasta que, finalmente, el decorado se viniera abajo y pudiéramos saber la VERDAD. Así, con mayúsculas y negrita. Poder echar una mirada a los engranajes de nuestra ¿democracia? y ver todo lo bueno y lo malo que hay debajo. Quién nos ha robado. Quién nos han salvado el culo. Quién ha trabajado para nuestro beneficio y quién para el suyo propio. Quién piensa por su cuenta y quién es un marioneta de otros. Quién se merecía gobernar y quién no.

Saber, en definitiva, si estábamos haciendo lo correcto o si hemos sido unos gilipollas por confiar en ellos.

Aunque, quizás, eso es lo que no queremos. Descubrir lo pardillos que somos. O que las cosas no van tan mal después de todo. Que si nos hubiéramos implicado un poquito más, si nos hubiéramos quejado cuando tocaba, si nos hubiéramos levantado del sofá más a menudo, quizás nos tendrían más respeto y todo hubiera ido mejor. O puede que no. Quién sabe. En cualquier caso no creo que lo averigüemos por ahora. Si ni siquiera las deudas (la hipoteca, los muebles, el coche, la compra mensual de cómics) nos pesan lo suficiente para protestar, cuanto menos unos ideales en los que ellos, desde luego, no creen. Faltaría más. Cualquiera se arriesga. Que una cosa es manifestarse y otra desequilibrar el estado del bienestar. Y aquí otra cosa no, pero, de momento, vivimos muy bien.

En fin, siempre nos quedará Taiwan.

3 comentarios:

Alba y Alvaro dijo...

Pues hombre, a nosotros lo de pegarse no nos mola demasiado la verdad. Lo que faltaba. Pero que saliera todo a la luz... Ojalá. Aunque la verdad, en un mundo hasta donde se discute la existencia del Holocausto... En fin...

Saludos, estos de verdad

Azena dijo...

¿lo de poner el acento en tres sitios distintos a la misma palabra es para que me pique?

la verdad es que sí. puestos a pegarse, que se peguen ellos...

y a la VERDAD, yo sí quiero conocerla

Bito dijo...

Mucho pide usted señor... puesto que yo creo que hay tanta mentira que hasta la verdad es pura falacia. Además, de qué serviría, mejor sería que se pegaran, sí, pero hasta matarse.