21 de septiembre de 2005

El tunel




Nuestras vidas transcurren lentas e inexorablemente, como un tren por sus vías.

Y, como los trenes, a veces pasamos por túneles. Días negros y oscuros en los que todo parece salir mal, en los que perdemos la esperanza, en los que los problemas son muchos más fuertes que nosotros.

En según que vías hay más túneles que en otras. Cada tren los tolera de distinta manera. Y los túneles no son siempre iguales.

Los que estamos acostumbrados a los túneles sabemos que cuando estos acaben la cosas no tienen porqué ser mejor. Que tu vía puede transcurrir por peligrosos barrancos y quebradizos puentes, por paisajes áridos y tierras llenas de peligros. O puedes salir de ellos para darte cuenta de que una tormenta se abate sobre tí, que quizás (después de todo) estabas mejor dentro del tunel que fuera.

A veces tenemos miedo de los túneles. Porque los conocemos, porque los vemos llegar, porque sabemos lo que hay dentro, porque una vez que entramos no sabemos si vamos a salir, porque una vez que salgamos no sabemos si las cosas serán mejores. Y nos gustaría pedir ayuda. Y a veces la pedimos y otras no, pero sabemos que en la mayoría de los casos tienes que seguir adelante tu solo, que la vía no se detiene y te llevará a alguna parte.

En ocasiones a tu fin.

Y en otras, como hoy, ves que finalmente hay una luz al final del tunel. Que el día está claro, el terreno despejado y que existen más adelante otras vías a las que cambiarte, vías que transcurren por paisajes más agradables.

Descubres que, por una vez, no te da miedo el tunel porque lo bueno está aún por llegar...

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