21 de octubre de 2006

Cachorros

Vaya por delante que, por mucho que me las de a veces de rebelde, no dejo de ser un conservador nato. Nunca he sido amante de aventuras, ni de emociones fuertes, ni de cambios radicales, ni de romper las reglas establecidas. Por si acaso. O porque sí. Siempre he preferido la seguridad de mi casa, mis rutinas, mis costumbres y mis pequeños vicios inofensivos (y algunos que no lo son tanto). No obstante, ya sea por educación, por asco o por aburrimiento (quizás un poco de las tres), siempre he tenido un cierto espíritu contestatario. O algo parecido. Que digo yo que por algo tuve (y tengo) un blog que se llama "Asco de vida". El caso es que mi conformismo siempre ha tenido ciertos límites, aunque sean puramente intelectuales. Y es por eso por lo que, en contadas ocasiones (a quien vamos a engañar a estas alturas), ha podido más la indignación que la pereza y me he lanzado a la calle a protestar o me he unido a algún grupo para intentar cambiar las cosas. Ingenuo que es uno.

A pesar de que, como digo, mi currículum activista es más bien escaso (se pueden contar con los dedos de las manos las manifestaciones a las que he acudido, no digamos en las que he intervenido activamente), basta estar un poco metidos en el ajo para darse cuenta de hasta qué punto somos habitualmente manipulados por manos invisibles (o no tanto) para actuar con fines políticos, propagandísticos o simplemente tocar las pelotas. Que según para qué, eso también cuenta. Excepto en los pequeños actos de protesta de un colectivo particular y con un objetivo concreto (que pocas veces se consigue, para qué vamos a mentir), todo lo demás suele estar dirigido con mayor o menor descaro por alguna asociación, sindicato, partido político, empresa o quien sabe si una agencia de espionaje. Cosas más raras se habrán visto. Total que, en el fondo, no dejamos de ser peones en una partida en la que no pintamos nada. O sí, recibir palos de los antidisturbios mientras los que realmente mandan lo ven en las noticias desde el salón de su pisazo en el centro. O su palacete en las afueras.

Ya, ya lo se. Que estamos en democracia y protestar es uno de nuestros derechos fundamentales. Creo. Que a veces la única forma de que nos oigan es echarse a la calle. El poder del pueblo y todo eso. Me se de memoria todas las consignas. Pero la cuestión no es que nos oigan, sino que nos hagan caso. Que eso es mucho más difícil, especialmente cuando ya saben de antemano lo que vamos a decir. Y para qué vamos a engañarnos, esto no es una república bananera con un régimen militar dictatorial en la que las libertades se consiguen a golpe de disturbios, cócteles molotov y asaltos a la sede del gobierno. Aquí, el que más y el que menos vive moderadamente bien (a menos que seas inmigrante, claro) y el acudir a una manifestación suele ser más una cuestión de ética o conciencia que de una necesidad básica. O que te aburras en casa y no tengas nada mejor que hacer, que de esos hay muchos.

Se que esto no deja de ser mi punto de vista y que, no lo olvidemos, yo soy en el fondo un conservador sin ganas de pelea (al menos la mayoría del tiempo), pero lo cierto es que no entiendo la actitud o los objetivos de los últimos actos de ¿protesta? que estoy viendo por la televisión. Esos gritos a Fraga. Ese zarandeo de líderes populares. Esa Kale Borroka. Esos abucheos al presidente. Esas pintadas, que no hay que abondonar los clásicos. Y yo me pregunto, ¿para qué? No, de verdad, en serio, ¿para qué sirve todo eso? ¿De verdad alguien es tan pardillo como para creer que va a cambiar las cosas insultando a un político o quemando un cajero automático? ¿Cual es la utilidad de destrozar mobiliario urbano, por muy feo que sea? ¿Que se consigue rompiendo los cristales del McDonalds, víctima frecuente en estos casos, además de que sus empleados pierdan un día de trabajo y sueldo? ¿Desde cuando ser un gamberro se considera reivindicativo? Oh, mira, que radical es que se acaba de cargar una farola. Digo yo, qué culpa tendrán ellas de esto...

Lo que más me asusta de todo es, como ya he dicho, que tanto estos como otros actos de ¿protesta? menos llamativos ni siquiera son algo espontáneo, sino que están dirigidos por otras personas que azuzan a sus cachorros para conseguir sus propios fines. Sean cuales sean. Y nosotros, ingenuos, pardillos y con ganas de destrozar cosas por aquello del estrés (no tener un sueldo decente es lo que tiene), les seguimos el juego creyendo que es todo cosa nuestra. O que formamos parte de algo. Que yo no digo que no haya que luchar por lo que creemos, pero primero hay que tener claro que las ideas son nuestras de verdad y no nos las están susurrando al oido. Porque, sinceramente, creo que al final hacemos el ridículo. Puede que algo peor.

Quizás en realidad todo esto no sea mas que una forma de tenernos entretenidos. Quizás. El caso es que la imagen que estamos dando es cada vez más negativa. Como si no tuvieramos las cosas difíciles de por sí. Así que, aun a riesgo de sonar demasiado carca, me gustaría decirles a todos ellos lo mismo que me dice a veces mi madre: que cuando uno no tiene nada agradable que decir, es mejor tener la boquita cerrada...

4 comentarios:

txolo dijo...

Lo de tirar piedras al McDonalds es propio del lumpenproletariado más elemental, que como no sabe que hacer ni organizarse, pues eso es lo que le viene a la mente.

Por otro lado, es normal que una manifestación o dos o tres las monten organizaciones, porque una organización es gente organizada y para hacer este tipo de cosas, es necesario organizarse.

Se lo digo como antiguo militante político (y espero que futuro, ahora estoy en un parón).

Un saludo y me sumo a la petición de que clonen a Tyra Banks

inadaptado dijo...

Sí, cierto, desde que se me ocurrió meterme la organización de este tipo de cosas he sido más consciente que nunca de lo difícil que es hacer esto sin apoyos. Pero una cosa es tener a alguien que te respalde y otra que te manipulen. Que eso, por desgracia, pasa y mucho, y de eso quería hablar el mensaje. O algo así. Que a veces no me entiendo ni yo...

El Tete dijo...

¿Sabías que la alcaldesa de Córdoba (de IU) quería convertir la ciudad en capital del movimiento anti-globalización? Imagínate lo que hubiera supuesto eso: guarros, melenudos y perroflutas por doquier ensuciando las calles, pintarrajeando las paredes y rompiendo escaparates.

Por supuesto, el resto del consistorio la hizo desistir de la idea, alegando argumentos tan poderosos como "en las próximas elecciones nos largan".

volandosobrelatierra dijo...

es chungo que te hagan caso si no te haces escuchar..........

Saludetes