22 de marzo de 2011

A la deriva




Irnos a Canadá era la opción más lógica. Bueno, en realidad era Australia (que no veas cómo está subiendo el nivel de vida por allí), pero, coño, como que nos pillaba un poco lejos. No veas qué pastón en aviones. Por no mencionar el desfase horario. Así que lo suyo era Canadá, Montreal para ser más precisos. Fundamentalmente francoparlante (que es lo que controla la señora), pero tirando a bilingües en inglés (que es lo que controlo yo). Además con suficiente turismo como para que ella encontrara trabajo de lo suyo y una industria del videojuego enorme para que yo... bueno, algo haría yo. Aunque fuera fotocopias. Por algo se empieza. Mejor eso que volver a aguantar clientes gritones, desde luego. Por lo que, sí, la idea era irse hasta allí, empezar de nuevo, hacer las américas, ganar un montón de pasta y volver triunfantes al terruño con algunos años más pero la vida prácticamente resuelta.

Nos echamos atrás, por supuesto.

Bueno, en todo caso el que se echó atrás fui yo. Para qué negarlo. Que sí, vale, todo parece muy bonito sobre el papel, pero luego hay que llegar, hacerse entender, encontrar trabajo, ganar dinero, y que no te echen a patadas a los tres meses. O antes. Además no es que el Metro llegue hasta allí, precisamente. Al menos no todavía. Así que al final me lo pensé mejor (leáse, me acojoné vivo) y decidí que mejor nos buscábamos un sitio un poco más cerca. No muy caro, ya que estábamos. También que nos dejaran quedarnos sin visa de por medio. Y que conociera, por aquello de facilitar las cosas. Es decir, por eliminación, que teníamos que irnos a Reino Unido. Eso sí podíamos, claro...

Porque mira que he hecho mudanzas en mi vida, pero joder lo que costó desmontar el piso. A nivel físico y emocional. Ni un parto, oiga. Cajas y más cajas, trastos y más trastos, broncas y más broncas. Por poco no lo contamos. Especialmente por la parte física. La vida sedentaria es lo que tiene, que atrofia que no veas. Menos mal que lo de dejar el trabajo costó menos. Vale, me convencieron para quedarme otras dos semanas, pero es porque soy un blando y tampoco iba a hacerle ascos a un poco de dinero más. Eso sí, al final todo fueron elogios, regalos y palabras de ánimo. Nunca he sido más popular. Vamos, cualquiera hubiera dicho que era el alma de la oficina. Solo faltó que me sacaran a hombros. Luego casi nadie ha intentado contactar conmigo, por supuesto, pero, en fin, así funcionan las cosas.

En cualquier caso, finalmente lo conseguimos. Hicimos las maletas, nos despedimos de familia, amigos y conocidos y nos plantamos en Inglaterra. Apenas nos lo creíamos. No es que lo tengamos todavía muy asimilado, la verdad, pero en ese momento la ilusión y la inconsciencia pueden con todo. Llegas al país y, oh, qué diferente es todo, oh, qué verde es el paisaje, oh, qué variedad étnica y cultural, oh, qué... caro es el puto tren. Ahí, la primera en la frente. De acuerdo que es mejor esto que el monopolio de RENFE, porque al menos aquí puedes viajar a casi cualquier sitio a casi cualquier hora sin tener que tragar con el AVE, pero cómo nos pasamos con los precios, ¿no? Que si, muy bien, tienes descuentos si lo compras por adelantado en la web, pero como tengas prisa no veas cómo te sablean...

Al menos así vas templando el ánimo de camino a tu destino, porque luego tampoco es que la cosa vaya a ser fácil. Para que luego me vengan los de Españoles por el mundo a contarnos milongas sobre lo bien que se vive fuera. Y un cojón de pato. Como si solo por venir te recibieran con una alfombra roja, te regalaran una casa y te dieran un trabajo del copón. Aquí eres un pringao más que encima ni habla el idioma correctamente y te tienes que buscar la vida cómo todo quisqui. O, mejor dicho, como los 3000 quisquis que han venido como tú a exactamente lo mismo y por encima de los cuales tienes que pasar para conseguirlo. Porque si de algo nos dimos cuenta al poco de llegar es que no éramos los únicos que habían tenido la misma idea, ni de lejos. Vale que era verano y este es un sitio turístico, pero aún así los albergues estaban a reventar de mochileros que, al igual que nosotros, tenían una vaga idea de venirse aquí a aprender el idioma y buscar trabajo. Que menos mal que reservamos sitio antes de llegar, que si no acabábamos durmiendo en la calle. Y aún así, poco nos faltó para ello.

Visto ahora resulta obvio que no nos organizamos bien, nuestras perspectivas no eran realistas y cometimos bastantes errores, aunque considerando nuestra poca experiencia en viajes y nuestra abrumadora falta de habilidades sociales supongo que pudo haber sido peor. Menos mal que hicimos una cosa bien: traer dinero de sobra. Que habiendo pasta de por medio da igual lo tonto que seas. Porque, seamos honestos, si llegamos a venir con los bolsillos vacíos nos hubieran tenido que repatriar en autobús a los tres días. Y es que, ignorantes de nosotros, creíamos que no nos costaría demasiado encontrar una habitación en un piso, aunque fuera de mala muerte. O esa era la idea. Pero al cabo de una semana aprendimos dos lecciones fundamentales: que a) en los pisos de mala muerte no querrían vivir ni las ratas; y b) cuando alguien tiene a una legión de chavales jóvenes, guapos e inocentes entre los que escoger, definitivamente no le va a dar la habitación a una pareja de españoles tirando a maduritos,  no muy agraciados y bastante poco sociables.

Así comenzó un peregrinaje de tres semanas de hotel en hotel y de albergue en albergue aprovechando cualquier oferta disponible, arrastrando las maletas de un lado a otro, buscando habitación en puntos WiFi más lentos que una tortuga con artrosis y atascándonos las arterias con buffets de desayuno grasientos. Qué poquito faltó para mandar todo a la mierda y volvernos. O para quedarnos sin dinero. Porque las libras volaban que daba gusto, oiga, y no parecía que llegáramos a ninguna parte. Pero, claro, a ver cómo encuentras trabajo cuando ni siquiera sabes dónde vas a dormir esa noche...

Cuando estábamos ya por rendirnos, después de mil rechazos y de cagarme en la madre que parió a todos lo políticos que habían provocado la migración masiva de jóvenes guapos e inocentes por falta de oportunidades, tuvimos un golpe de suerte (por llamarlo de alguna manera) y nos ofrecieron una habitación medio decente. Eso sí, la casa en cuestión estaba en venta, nadie había limpiado en serio en meses y estaba allí donde Cristo perdió las alpargatas, faltaría más. Pero, en fin, al menos era habitable y más barato que un hotel. O eso creíamos. Porque, claro, había que ir en autobús a todas partes, que incluso con abono era un pastón. Y cuando, tras dos meses de vivir allí, y por diversos motivos, decidimos largarnos, el dueño empezó a darnos largas con la devolución de la fianza. Medio año ha pasado ya y aún la espero. Puto cabrón. Pero a ver quién se mete en denuncias contra un nacional siendo extranjero y por los menos de 400€ que me debe, sobre todo sin contrato de por medio. Es lo que tiene ser emigrante, que a la que te descuidas te la meten doblada pero bien. Así que entre unas cosas y otras, la cosa salió por un pico. Más aún si tenemos en cuenta que también planeamos mal lo de irnos (para variar) y tuvimos que pagar otras dos semanas de hotel hasta que encontramos un nuevo sitio donde vivir. Tan grandes y tan idiotas, joder.

Al final la cosa salió bien. Aunque costó lo suyo. Porque durante unos días se nos ocurrió intentar alquilar un apartamento para nosotros solos, y tuvimos que desistir cuando nos dimos cuenta de los precios desorbitados que pedían por una mierda de espacio sin muebles, con un baño diminuto y una cocina de juguete en la pared. Ya no te quiero decir una casa de verdad. Eso sin contar que había tanta gente buscando también una vivienda que incluso en una ocasión nos pidieron dinero solamente por hacer una solicitud, a lo que muy cortésmente dijimos que se metieran el papel por allá donde la espalda pierde su nombre. Así que por el bien de nuestra salud y la de los agentes inmobiliarios decidimos olvidarnos del tema y al poco nos dieron plaza en una residencia (por llamarla de alguna manera, que esto es más una casa compartida que otra cosa), en la que llevamos viviendo desde entonces.

Así, con la tranquilidad y la estabilidad de saber dónde vas a dormir mañana pude centrarme en la gran pregunta que llevaba rondándome desde hacía mucho tiempo: qué coño hacer con mi vida. Pero eso ya es otra historia...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

joder, que intenso.
Pero hicisteis bien porque para vivir muerto de asco en Epaña, mejor un poco de emocion en UK

Un Inadaptado Social dijo...

Es verdad que viene bien poner patas arriba tu vida de vez en cuando para quitarse las telarañas, pero si supieras lo rápidamente que nos ha alcanzado la rutina de nuevo... En fin, ya lo contaré dentro de un par de entradas.

Salamandra dijo...

La rutina ... mmmh esa cabrona sin piedad.

Esta manera de contar las cosas en cómodos fascículos es como un coitus interruptus, pero mola. Desde luego yo seguiré leyendo el devenir de los acontecimientos, estoy intrigadísima ;-)

A mi blogroll vas ...

Anónimo dijo...

qué coño hacer con mi vida?

Pues eso... V I V I R

Anónimo dijo...

Me recuerdas a mí, excepto por el hecho que ya no tengo conflicto con los “deberías”...deberías ir a fiestas, ser más sociable, más simpática, mas hipócrita, a veces la vida parece un circo, porque lo es!
Sólo que: ahora me siento y disfruto de la función…cosa que no lograba hacer antes…solo con libertad es cuando uno se puede comprometer,con uno mismo primero, y después con los íntimos.

John Lennon Life is what happens to you while you're busy making other plans.

Saludos

El dia que murio el arte dijo...

Me gusta el fondo de tu blog.

Dale vida que parece que va a ser la ostia.

Un Inadaptado Social dijo...

Gracias por el consejo, anónimo1, pero si te parece dejo la respuesta para una entrada. Todo lo que rodea al concepto de "vivir" es tan hipócrita que voy a necesitar más que un par de frases...

Anónimo2, llevas razón, y lo cierto es que eso es lo que estoy intentando ahora, pero últimamente me está resultando un poco difícil ser libre sin tener dinero...

Gracias "El día..." y perdón por el retraso. Al final la realidad se impone y cuesta encontrar un rato para escribir.