¡Muerte a la música!

No posterguemos lo inevitable...

Esta mañana he leido en alguna parte (para variar no recuerdo dónde, así que espero que me perdone el/la autor/a) que la solución más rápida para acabar con el conflicto de los matrimonios entre personas del mismo sexo sería que las parejas homosexuales decidieran en bloque no casarse. De esa forma los opositores a la ley se quedarían sin argumentos para atacarles a ellos y, por extensión, al gobierno actual. Como se suele decir, "dos no discuten si uno no quiere".

Más tarde, echando un vistazo a los titulares de la Asociación de Internautas (no confundir con la Asociación de Usuarios de Internet, agrupación esta mucho menos activista y más complaciente) y al Retiario, el weblog sobre tecnología de la página web de El Mundo, he comprobado que la guerra contra la distribución de música a través de las redes de pares no solo no ha remitido sino que se está recrudeciendo. Hace poco se falló en Estados Unidos una sentencia que condenaba al sistema de intercambio de archivos Grokster por permitir la circulación de obras sujetas a Copyright a través de sus redes. A pesar de que la empresa es una mera prestadora de servicios, el Tribunal Supremo de ese país ha cedido a las presiones de la industria fonográfica y cinematográfica. En mi opinión, es como condenar a una ferretería por haber vendido el cuchillo con el que se produjo un asesinato.

No se que pensará el resto de la gente, pero empiezo a estar harto. A pesar de que de momento, y digan lo que digan, no es ilegal el intercambio de archivos musicales en este país, pronto las presiones de la industria musical inclinarán la balanza a su favor. Cuando llegue ese día y tengan en sus manos el control absoluto de los medios de distribución, puede que haya gente que se encuentre con esta paradoja: no poder comprar música debido a su alto precio, no poder descargarse temas de un grupo que le hayan recomendado por ser una práctica ilegal y no poder asistir a conciertos que le interesen porque se celebren a muchos kilómetros de su localidad. Si a esto le sumamos la caida de popularidad de la radio y la falta de calidad en los nuevos artistas, llegará el punto en que la música deje de ser interesante. Así que, ¿para qué esperar?

Matemos la música de una vez por todas.

No se quien es el autor de este dibujo,
pero seguro que pensaba lo mismo que yo...

Dos no discuten si uno no quiere, hemos dicho antes. Pues bien, dejemos de discutir por la música. ¡Tiremos nuestros discos a la basura, arrojemos nuestras radios por la ventana, no acudamos a los conciertos, no veamos los programas musicales de la televisión, tapémonos los oidos al salir a la calle, no cantemos en la ducha, destruyamos nuestras partituras e instrumentos! Que todo rastro de música desaparezca del mundo. Que el silencio lo invada todo.

Las ventajas serían innumerables:

• Para empezar, la industria ya no tendría razones para atacarnos. Se acabaría esta absurda guerra y podríamos colgarlos de la farola más alta que encontráramos.
• Todo ese dinero malgastado en destrozarnos los oídos podrá ser invertido en actividades más satisfactorias, como los cómics, viajar, las drogas, la comida basura, la ropa de diseño o irse de putas.
  
• La gente podría hablar tranquilamente en los pubs y discotecas sin tener que gritar para hacerse entender. Y al no haber otra cosa que hacer (aparte de beber, claro está) nos veríamos obligados a entablar conversaciones interesantes y conocernos mejor ¿No sería maravilloso romper de una vez por todas la barrera que separa hombres y mujeres?
• Los vecinos de muchos barrios podrían dormir por fin tranquilos por las noches. Porque sin música no habría exceso de decibelios, y al verse obligada la gente a hablar para relacionarse todos seríamos más civilizados y respetaríamos más a los demás.
• Podríamos disfrutar del cine sin una banda sonora que nos distrajera o en la que el director se apoyara para disimular su falta de ingenio. Con lo que las películas tendrían que ser mejores para captar al público, más consistentes, con mejores guiones y diálogos.
• Dejarían de existir todos los parásitos del mundo de la música: superestrellas prefabricadas, groupies, managers, triunfitos, relaciones públicas... Todos los que llevan tanto tiempo chupando del bote se verían obligados a buscarse un empleo honrado (o atracar un banco, si no pueden abandonar las viejas costumbres).
• Todas las personas con aspiraciones artísticas tendrían que buscar otra forma en la que desarrollar su talento, si es que realmente lo tienen. Y así recuperaríamos todas esas artes que han perdido popularidad y público por el camino: la pintura, la poesía, la escultura, el teatro. Joder, incluso el mimo (porque realmente hay algunos que como mejor están es callados).
• Al haber convertido el mundo en algo más silencioso, todo ruido por pequeño que sea dejará de estar tolerado. Así la gente exigirá que se silencien coches, motos, lavadoras, ordenadores, maquinaria de obra...
• Y aunque perdieramos grandes obras musicales, pensemos en toda la basura de la que nos desharíamos. Desaparecerían los karaokes, la canción del verano, los recopilatorios de grandes éxitos, el reggeaton, las orquestas itinerantes, Operación Truño, el chunda-chunda y mil elementos más de tortura con los que hemos aprendido a convivir.

En realidad aquí pone "música para matar"
y no "matar la música", pero es una portada muy buena...

El mundo será un lugar mejor cuando muera la música. De hecho llegará un momento en el que no entenderemos como hemos podido soportarla durante tanto tiempo. En los libros de historia constará como una etapa oscura de nuestra civilización, que finalmente conseguimos abandonar para dar un paso adelante en nuestra propia evolución. Porque cuando hayamos prescindido de los sonidos también nos desharemos de las orejas, ese apéndice que tanto nos afea la cara. Entonces desarrollaremos nuestros cerebros para comunicarnos a través de la mente, en vez de malgastar oxígeno. Como consecuencia los idiomas desaparecerán y con ellos las ínutiles luchas por el uso de uno u otro en una particular región del mundo. Y por fin podremos entendernos todos, independientemente de dónde seamos, y el planeta estará finalmente unido en hermandad.

Sí, amigos, yo os lo digo: la música es el cáncer de este mundo y hay que extirparlo cuanto antes...