15 de septiembre de 2005

No hay pelotas


¡Este! ¡Este sí que sería un partido interesante!


Odio el fútbol. Es un hecho empírico, rotundo e inapelable. Alguien (un aficionado, obviamente) me preguntó una vez sí merecía la pena malgastar tantos esfuerzos en odiar algo. La respuesta es sí, invertiré en detestarlo las mismas energías con las que los futboleros se empeñan en restregarme sus gustos por la cara sin permiso (en los periódicos, en la calle, en los chats, en la televisión, en las conversaciones casuales, en el cine, en la publicidad; si vives en este mundo oirás hablar de balompie quieras o no). Es por ello que mi opinión sobre el tema es muy subjetiva. Aunque, pensándolo bien, ¿existe alguien que pueda ser completamente objetivo en nada?

Cuando era un crio yo jugaba al fútbol en el recreo y en la hora de gimnasia. No porque me gustara, sino porque básicamente era lo único que se practicaba. Quizás si me hubieran enseñado en su momento que había alternativas a pegarle pataditas a una pelota, las cosas serían distintas. No obstante a mí nunca se me han dado bien las actividades físicas; siempre he sido un chico desgarbado, torpe, sin gracia, débil, sin resistencia. Pero, irónicamente, en el terreno de juego siempre era relegado a una de las posiciones que más habilidad requerían: la portería. ¿Porque lo hacía bien? En absoluto. Era un guardameta espantoso, que encajaba más goles que nadie y tenía miedo a que el balón le golpeara muy fuerte y le rompiera las gafas. No, si terminaba siempre bajo los tres palos era porque nadie más quería hacerlo. El resto de mis compañeros estaban tan cegados por la sed de goles que no les importaba que yo fuera portero con tal de poder estar en el campo en posesión del balón. Un equipo de 8 jugadores se componía de 6 delanteros, 1 defensa (encargado de evitar que la goleada fuera muy humillante) y yo.

Durante muchos, muchos años he tratado de comprender el encanto de este "deporte" en vano. Y lo escribo entre comillas porque no me gusta considerarlo como tal. Si ha llegado a ser incluido entre el repertorio de los Juegos Olímpicos ha sido ni más ni menos que por una cuestión de popularidad, pero para mi no deja de ser un juego infantil en el que saber trabajar en equipo, la suerte y otros factores (como el tiempo o el estado del cesped) influyen más que el entrenamiento y la preparación física que requieren el resto de competiciones (esto también podría ser aplicable al Curling, esa casi surrealista versión de la petanca que se juega con escobas y piedras de 20 kg. sobre una pista de hielo. Vale, es gracioso y adictivo, pero... ¿un deporte olímpico? Venga ya...). Decía, pues, que siempre se me han escapado las razones por las que el fútbol atrae a las masas de esa manera. Durante el instituto, cuando ya estaba crecidito y empezaba a pensar por mi mismo, quise darle una oportunidad para intentar desentrañar ese gran misterio. Me reunía con mis amigos para ver los partidos importantes todos juntos, trataba de escucharles cuando hablaban sobre los jugadores (aunque nunca llegué a comprar el Marca; antes muerto a que me vean con ese periódico en las manos) e incluso llegué a acompañarles a algún encuentro del equipo local. Pero todo fue en vano. Me aburría mortalmente.

Sin embargo hace algunas semanas tuve una revelación. Siento como si el poder escribir mis ideas, paranoias y pajas mentales en el blog con casi total impunidad me estuviera permitiendo desarrollar un sentido crítico con el que ver más allá de las apariencias formales. Como el Comediante en Watchmen (y perdón por la comparación), empiezo a ser consciente de la gran broma. Porque el secreto no está en el juego en sí, ni en los jugadores, ni en los clubs. De hecho puedo afirmar que el fútbol solo ha sido un beneficiario accidental, ya que cualquier otra cosa podría sustituirlo en un futuro: el Rollerball, las carreras de gatos gigantes, el concurso Running man, el club de la lucha o el lanzamiento de teléfonos móviles. Lo que menos importa en toda esta historia es el deporte, la habilidad con los pies o las proezas físicas. Si fuera así los seguidores de un equipo estarían pendiente de los jugadores y no harían el payaso en el estadio, no se pelearían entre ellos y tampoco se venderían tantas camisetas y bufandas. No, lo que realmente importa son las emociones prefabricadas que el fútbol (y otros deportes) vende.

Esta sociedad va tan deprisa y tenemos tan poco tiempo que nos lo tienen que dar todo hecho. Productos precocinados o instantaneos (con lo fácil que es hacer espaguetis con tomate...); programas informáticos "a prueba de tontos"; la LOGSE; cajeros automáticos en cada esquina (somos el segundo país del mundo, después de Japón); dos o tres centros comerciales en cada ciudad; teléfonos móviles con más funciones que un ordenador personal; venta por catálogo y reparto a domicilio; declaración de la renta personalizada; libros que se convierten rápidamente en películas; sexo telefónico o por sms... Vivimos en la época del mínimo esfuerzo, en la que una persona puede vivir sin salir de casa con tal de tener una conexión a internet (ya lo demostró un periodista, aunque no he conseguido encontrar un enlace a su experimento), en la que hasta un analfabeto puede manejar una máquina de precisión con tal de saber qué botones presionar. Lo cual en principio debería ser algo positivo, pero ¿qué ocurriría si de repente desaparecieran todas estas facilidades? Quizás descubriríamos que somos incapaces de hacer incluso las tareas más simples. Además, ¿qué clase de lecciones estamos dando a los más jóvenes? No me extraña que haya tanto fracaso escolar, porque da la impresión de que estudiar no merece la pena.

En un mundo como este, la gente no tiene tiempo ni ganas de buscar auténticas emociones por sí mismos. Porque, oh, sí, he oido a muchísimas personas decir que les gustaría... no se, lanzarse en paracaidas, hacer puenting, escalar montañas, montar orgias, participar en una carrera clandestina o dejar de fumar (que eso sí es una actividad de riesgo). Pero la mayoría no lo hacen. Tenemos una vida acomodada, aséptica, sin peligros, sin esfuerzos. Lo queremos todo, lo queremos fácil y lo queremos ya. Por eso depositamos nuestro más que aletargado espíritu guerrero en un un montón de desconocidos para que peleen por nosotros. Es sencillísimo: tan solo hay que escoger a un bando de entre todos los disponibles y a partir de ese momento nos apoderamos tanto de sus victorias como de sus fracasos. Poco importa que no hayas aportado absolutamente nada al club, que ni siquiera compres merchandising o pagues por ver los partidos; si este gana la liga, consideras que el triunfo también es tuyo. Y sin ningún tipo de remordimiento ni vergüenza.

Al principio no podía comprender porqué algunos hinchas se cabrean tanto cuando el equipo comenzaba a perder partidos. Ahora lo se: son yonkis de las emociones gratuitas que se están quedando sin su dosis. En una simbiosis casi parasitaria, el seguidor aporta su dinero al club a cambio de que corran por él, que suden la camiseta por él, que se lesionen por él, que se llenen de barro por él, que se peleen con el árbitro por él y, sobre todo, que consigan títulos por él. (O ella, que aquí no hay distinción de sexos). Quedarse en casa con una pizza y una cervecita para poder celebrar el partido echándole un polvo a tu pareja (a la que no has tocado en semanas) será siempre más fácil que ponerse los pantalones cortos y tratar de ganar el campeonato de tu barrio o tu oficina.

No espero que nadie esté de acuerdo conmigo. De hecho se que alguien incluso se sentirá ofendido, pero yo veo las cosas así y así las estoy contando. No obstante soy consciente de que mi teoría tiene un punto flaco, porque ¿qué ocurre con los seguidores del Atlético de Madrid?

Pues eso, la verdad, es un misterio que escapa a mi comprensión...



Aunque soy un tetero convencido, al igual que el Principe de la Lujuria,
no solo de delanteras vive un equipo de futbol...
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15 comentarios:

Dr.Benway dijo...

Bueno a mí me gusta el fútbol, pero reconozco abiertamente que el negocio que hay montado alrededor es monstruoso. Yo era un yonki de esos de los que hablas, pero ya me da igual, con el tiempo aprendes y lees y me di cuenta de que a los futbolistas les da igual que te cabrees o no cuando ellos pierden, ellos van a seguir cobrando millones. Que un equipo gane la copa de europa no va a darte trabajo, no necesariamente digo yo.

Yo también viví eso de ser el portero de peque, de hecho con el tiempo me convertí en un portero bastante aceptable, mis posiciones en el campo siempre han sido la portería o la defensa (las que nadie quería nunca)

Ahora aunque quiero que gane mi equipo (uno nunca se desengancha del todo) la verdad no me peleo por el fútbol si gana bien, si no que le den morcilla. Y juego con los coleguillas por la diversión de jugar, de competir; competimos a hierro pero cuando acabamos somos todos amigos, eso también es fútbol inadaptado, puede ser amistad y camaradería. Veo normal y respeto tu postura ante el fútbol profesional pero te digo que jugando al fútbol he conocido a gente y he practicado un deporte lleno de alicientes, por ejemplo la climatología y el estado del terreno al que haces referencia; una de las cosas que hacen el fútbol más interesante es precisamente eso, en el baloncesto el mejor es el mejor y ya está pero en fútbol puede pasar cualquier cosa y no pasa como con los deportes americanos en los que siempre tiene que haber un ganador y un perdedor, en la vida también hay empates como en el fútbol.

Espero no haberos aburrido, perdona la perorata. Saludos ;D

El inadaptado dijo...

He de confesar que me he saltado deliberadamente y a la torera lo que el fútbol tiene de bueno: ejercicio físico, juego en equipo, camaradería, competitividad, sana rivalidad. Pero eso es porque lo negativo se está imponiendo rápidamente sobre lo positivo. El futbol está podrido hasta la médula.

Sí, el mensaje es injusto e hiriente, pero también es injusto que me lo impongan a todas horas. Ojo por ojo...

La-Ruina dijo...

Esas fotos de féminas no me hacen ningún bien esta mañana ;)

El Tete dijo...

Vaya, lo de que eres tetero es porque te gusta mi blog? ;-)

engelson dijo...

De enano si que jugaba, mi puesto era defensa; como mi toque de balón era nulo lo único que me quedaba era ponerme pesadísimo para que no pasara nadie. En el trabajo soy el único que pasa del fútbol, lo que me convierte en un paria en ocasiones; a cambio me puedo vacilar bien a gusto sin miedo a que se piquen.

Higronauta dijo...

El balompié (magnífico vocablo que se está perdiendo en post del anglicismo) hace las veces de la religión de antaño: es el opio del pueblo. Sirve como válvula de escape, como usted bien apunta, gracias a esas emociones gratuitas, al mismo tiempo que es una fuente de control. Porque, si los seguidores no pudieran descargar esa adrenalina partido a partido ¿dónde acabaría canalizada??
Otro factor que tiene el citado deporte, es la repercusión social que tiene y lo que ello conlleva: al que no le guste el fútbol o no sepa nada de ello, en determinados ambientes sociales, poco o nada tendrá que decir/aportar de cara a una hipotética socialización momentánea (y lo digo desde la más absoluta de las experiencias).
Por cierto, un servidor también fue el patán deportista que acababa bajo los tres palos por la falta de calidad. ¿Casualidades de la vida?

porlacara dijo...

Al habla otro patán deportista que odia el futbol y todo lo relacionado con este deporte ;), si bien en mi caso la cosa aún es más grave ya que en mi familia hay una tradición deportística muy grande. De hecho varias personas de mi familia fueron arbitros de 1º y 2º división...

Pero mis genes se han querido revelar y puedo afirmar rotundamente que tras haber practicado toda clase de deportes en vano (no soy bueno en ninguno, aunque nunca he probado el curling y lo mismo era un hacha y yo sin saberlo...) lo único que me interesa del futbol es la quiniela que echo con los compañeros del trabajo, y me interesa unicamente por la cuestión pecunaria del vil metal. Aunque tambien he de decir que de 4 operadores de cabina que somos a ninguno de nosotros nos gusta el futbol. Lo que es de agradecer inmensamente. Sobre todo para evitar esas conversaciones y discusiones sin logica que uno presencia un día cualquiera en una cafetería.

Hoy día el futbol es únicamente un negocio y el que no se dé cuenta y sea de esos que piensa que hay que sentir los colores de la camiseta es que está muy ciego.

Sinceramente prefiero el curling. Porque por lo menos te echas unas risas ante tan estrambotico deporte.

Y opino como Higronauta, está claro que el futbol a pasado a ser el nuevo opio del pueblo (en el caso de los argentinos ascendiendo incluso a un deportista a la categoria de Dios) y como ya he dicho el otro día en el post de las fiestas al pueblo hay que darles pan y circo.

Eso si, a los que no nos gusta el futbol sabemos lo que te agradecen las feminas que le prestes más atención un domingo por la tarde ;)

Rafalet dijo...

Y... ejem, ¿en qué equipo juegan las de las fotos? xDD

El inadaptado dijo...

Pues en Brasil, por si no quedaba lo suficientemente claro con la segunda foto. Para ver el reportaje fotográfico entero, la dirección es:

http://www.beerandtotty.co.uk/wayhey/

Si el fútbol fuera así, otro gallo nos cantaría...

El hereje dijo...

Yo iba a escribir algo, pero con las fotos mi mente se ha a otra parte...
Ah, sí, ya recuerdo.
El último capítulo del relato ya está colgado en mi blog. Siento la tardanza, pero no puedo sacar más tiempo del que el universo me da. He intentado atar el máximo número de cabos, y ese ha sido el resultado.
Espero una nueva ronda con otro relato. Conozco a gente dispuesta a participar.

Ireneu dijo...

"pero ¿qué ocurriría si de repente desaparecieran todas estas facilidades?"

¿Lo de Nueva Orleans?

Listo Entertainment dijo...

El futbol es gay.

Listo Entertainment dijo...

Y esto está en catalán, pero es un artículo sobre el futbol de innegable interés:
http://geocities.com/gabrudos/Aplicacions1.htm

Un besazo!

Mr.Incógnito dijo...

Suscribo totalmente la primera parte del artículo ( es más, es casi como si la hubiera escrito un servidor ).

Respecto a lo segundo, supongo que el júrgol tiene tanto éxito porque no requiere mucha concentración mental ( con todo el respeto para el que le guste ), es casi como una película de esas de tortas que no hay que esforzarse para verlas.

Chimpoid dijo...

Amén del aspecto meramente económico y a veces borreguil del asunto fútbol (refiriéndome a la trisomía crónica de los hinchas radicales, a los sueldos millonarios, etc..) perfectamente comentados en tu post, creo que lo que dices de las emociones y ese "espíritu guerrero" se aplica no sólo al fútbol si no a videojuegos, cómics, cine y cualquier cosa que nos distraiga, guste o aficione.
Evidentemente la comparación no es muy justa y puede resultar artifical o forzada, pero siempre mola más pilotar un X-wing, darte de ostias contra centinelas con Coloso y Cíclope a tu lado o dirigir imperios y librar batallas multitudinarias a ser simplemente tú, con tus humanas miserias. Bueno, quizás siempre no, pero a menudo.
Lo que pasa es que ver un partido de fútbol, seguir a tu equipo, incluso sufrir con él resulta, más fácil, gratuito y sigue la línea del mínimo esfuerzo que comentas.
Cojonudo artículo y cojonudo blog.