Que en un blog como este se afirme que se va a reivindicar la Navidad debe sonar a chiste. Eso no quiere decir que haya cambiado; sigo siendo igual de ateo, beligerante e inadaptado que antes. El problema viene en el concepto que tenemos de estas fiestas. Y ahí es donde sí tengo algo que decir.
Se dice que el gran éxito del diablo es que la gente no crea en su existencia. Pues bien, yo digo que el gran éxito de las religiones es que a pesar de saber que existen no seamos totalmente conscientes de hasta donde nos han manipulado. Especialmente en el caso de la religión cristiana, que tuvo el acierto de sustituir todas las festividades paganas que pudieron por las suyas propias, de forma que la gente siguiera su juego sin realmente ser conscientes de ello. Todo sea por celebrar algo.
Creo que a estas alturas todo el mundo sabe el origen de esta fiesta. Se trata de la antigua conmemoración pagana del dios Sol, el solsticio de invierno, a la que los cristianos dieron muy habilmente el cambiazo por su propio dios. Poco importa que las fechas no coincidan con lo que se nos cuenta en la Biblia (ese texto que tan literal y ciegamente defienden otras veces), no se podían permitir el lujo de tener a dos (o más) dioses pululando por ahí. Las religiones monoteistas es lo que tienen. Al menos en este caso tuvieron un punto a su favor; dicen los sociólogos que es necesario tener algún tipo de celebración en época invernal para evitar las depresiones que provoca la falta de luz. Si se hubiera eliminado esta festividad y se conmemorara el nacimiento de Jesucristo en verano (que es donde supuestamente le corresponde), tendriamos un gran número de suicidios en estas fechas. Aún más, quiero decir.
El caso es que hace algún tiempo vi un reportaje muy interesante sobre el tema en el canal Historia (ese donde hablan constantemente de la Segunda Guerra Mundial y las armas secretas de los nazis). En él hablaban del origen moderno de la Navidad tal y como la conocemos. La de Estados Unidos, claro, que es a fin de cuentas la que se celebra en todas partes. El colonialismo cultural es lo que tiene. Decían que surgió allá por principios de siglo como una reivindicación de los valores familiares. Tras la revolución industrial los burgueses (no podían ser otros, los pobres siempre hemos estado jodidos) se dieron cuenta de que iba siendo hora de dedicar algo más de tiempo a su mujer e hijos, especialmente estos últimos. Fue entonces cuando surgieron la decoración, los villancicos, los christmas, las cenas de nochebuena y, sobre todo, los regalos. Esto lo recalcaron varias veces: la Navidad consistía en la familia y los regalos.
Desde que tengo uso de razón (si es que he usado la razón alguna vez) cada vez que llegan estas fechas surgen voces críticas que hablan de la pérdida del verdadero sentido de la Navidad, del consumismo desaforado, que si patatín que si patatán. Pues yo digo que no es verdad. Es cierto que si lo miramos desde un punto de vista estríctamente católico (que, a fin de cuentas, son los que mandan) estas fiestas no son ni mucho menos lo que a ellos les gustaría: una exaltación de si mismo. Están en su derecho, por supuesto, al igual que reivindicar la enseñanza de su religión en las escuelas. Pero no olvidemos en ningún momento que se trata de SUS deseos, no necesariamente de los nuestros. Creer en lo que ellos creen no es obligatorio, ni ser ateo está penado por la ley (laica, claro, de la ley de dios ni hablamos).
Por eso quiero reivindicar desde aquí la Navidad tal y como es en estos momentos. Ya lo dijeron en el canal Historia: estas fiestas se inventaron para estar con la familia y hacerse regalos. Así que dejémonos de remilgos, de debates, de "hay que ser buenos", de la espiritualidad y de otras chorradas por el estilo: celebrar, consumir y comprar. Estamos en invierno, hace frio, el sol se pone pronto y hay que tener un motivo para estar alegres. Así que vivan los adornos horteras, los villancicos cursis (aunque hablen de dios, tienen su gracia), las comilonas, las lucecitas de colores, los dulces, las cenas con la familia, los gorros de Papa Noel, las compras en los centros comerciales y los regalos. Hasta las borracheras, qué coño. Apropiémonos de una vez por todas de esta celebración y vivámosla sin remordimientos. Y, lo que es más importante, como a nosotros nos de la gana. Ya sea por el dios Sol, por el dios cristiano o por Hugh Hefner (que, a su manera, también es Dios). Lo importante es tener algo que celebrar.
Ahora, si me perdonais, hay una bandeja de turrones y mazapanes que reclama urgentemente mi atención...
Se dice que el gran éxito del diablo es que la gente no crea en su existencia. Pues bien, yo digo que el gran éxito de las religiones es que a pesar de saber que existen no seamos totalmente conscientes de hasta donde nos han manipulado. Especialmente en el caso de la religión cristiana, que tuvo el acierto de sustituir todas las festividades paganas que pudieron por las suyas propias, de forma que la gente siguiera su juego sin realmente ser conscientes de ello. Todo sea por celebrar algo.
Creo que a estas alturas todo el mundo sabe el origen de esta fiesta. Se trata de la antigua conmemoración pagana del dios Sol, el solsticio de invierno, a la que los cristianos dieron muy habilmente el cambiazo por su propio dios. Poco importa que las fechas no coincidan con lo que se nos cuenta en la Biblia (ese texto que tan literal y ciegamente defienden otras veces), no se podían permitir el lujo de tener a dos (o más) dioses pululando por ahí. Las religiones monoteistas es lo que tienen. Al menos en este caso tuvieron un punto a su favor; dicen los sociólogos que es necesario tener algún tipo de celebración en época invernal para evitar las depresiones que provoca la falta de luz. Si se hubiera eliminado esta festividad y se conmemorara el nacimiento de Jesucristo en verano (que es donde supuestamente le corresponde), tendriamos un gran número de suicidios en estas fechas. Aún más, quiero decir.
El caso es que hace algún tiempo vi un reportaje muy interesante sobre el tema en el canal Historia (ese donde hablan constantemente de la Segunda Guerra Mundial y las armas secretas de los nazis). En él hablaban del origen moderno de la Navidad tal y como la conocemos. La de Estados Unidos, claro, que es a fin de cuentas la que se celebra en todas partes. El colonialismo cultural es lo que tiene. Decían que surgió allá por principios de siglo como una reivindicación de los valores familiares. Tras la revolución industrial los burgueses (no podían ser otros, los pobres siempre hemos estado jodidos) se dieron cuenta de que iba siendo hora de dedicar algo más de tiempo a su mujer e hijos, especialmente estos últimos. Fue entonces cuando surgieron la decoración, los villancicos, los christmas, las cenas de nochebuena y, sobre todo, los regalos. Esto lo recalcaron varias veces: la Navidad consistía en la familia y los regalos.
Desde que tengo uso de razón (si es que he usado la razón alguna vez) cada vez que llegan estas fechas surgen voces críticas que hablan de la pérdida del verdadero sentido de la Navidad, del consumismo desaforado, que si patatín que si patatán. Pues yo digo que no es verdad. Es cierto que si lo miramos desde un punto de vista estríctamente católico (que, a fin de cuentas, son los que mandan) estas fiestas no son ni mucho menos lo que a ellos les gustaría: una exaltación de si mismo. Están en su derecho, por supuesto, al igual que reivindicar la enseñanza de su religión en las escuelas. Pero no olvidemos en ningún momento que se trata de SUS deseos, no necesariamente de los nuestros. Creer en lo que ellos creen no es obligatorio, ni ser ateo está penado por la ley (laica, claro, de la ley de dios ni hablamos).
Por eso quiero reivindicar desde aquí la Navidad tal y como es en estos momentos. Ya lo dijeron en el canal Historia: estas fiestas se inventaron para estar con la familia y hacerse regalos. Así que dejémonos de remilgos, de debates, de "hay que ser buenos", de la espiritualidad y de otras chorradas por el estilo: celebrar, consumir y comprar. Estamos en invierno, hace frio, el sol se pone pronto y hay que tener un motivo para estar alegres. Así que vivan los adornos horteras, los villancicos cursis (aunque hablen de dios, tienen su gracia), las comilonas, las lucecitas de colores, los dulces, las cenas con la familia, los gorros de Papa Noel, las compras en los centros comerciales y los regalos. Hasta las borracheras, qué coño. Apropiémonos de una vez por todas de esta celebración y vivámosla sin remordimientos. Y, lo que es más importante, como a nosotros nos de la gana. Ya sea por el dios Sol, por el dios cristiano o por Hugh Hefner (que, a su manera, también es Dios). Lo importante es tener algo que celebrar.
Ahora, si me perdonais, hay una bandeja de turrones y mazapanes que reclama urgentemente mi atención...
9 comentarios:
Q RaZóN Q TieNeS CoN ToDo...
"Si se hubiera eliminado esta festividad y se conmemorara el nacimiento de Jesucristo en verano (que es donde supuestamente le corresponde), tendriamos un gran número de suicidios en estas fechas".
¿Es por eso que hay tantos psicólogos argentinos? ;-)
Estoy deseando que llegue Santa Claus.
clavaito!!!!!
Gran post, muy lúcido, debería venir en los lisbros que estudiantes nuestros infantes... si señor!
Pues va a ser que voy a estar de acuerdo contigo...
Feliz Navidad y que la juerga sea del quince, ¡que coño!
Un saludo.
-Ireneu-
Uno de tus mejores post....
concuerdo en cada palabra...
sniff....
ahora.... a celebrar ....
yo, simplemente, odio la navidad.
No me gusta, aunque si que me gusta el invierno, pero no se por qué la navidad no me gusta nada de nada....
Otra cosa, aqui es invierno, pero ¿que pasa con los paises del hemisferio sur?
Feliz dia de la lotería
Yo antes también odiaba la Navidad. Hasta que decidí pasarme al lado oscuro y abrazar las compras compulsivas, las comilonas, la decoración hortera y la falta de ridículo. Ahora en realidad sigo odiándola, pero no veas lo bien que me lo paso en estas fechas...
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