7 de enero de 2006

Confesionario (II) Envidia



Envidio la belleza. Me gustaría poseerla, tanto para mi como en la carne de una mujer sometida a mis deseos

Envidio el dinero. No ansio grandes riquezas, pero sí tener el suficiente como para permitirme esos caprichos que siempre he reprimido

Envidio el poder. Pero no el de los políticos o el que se compra con cheques, sino el que otorga la fuerza bruta, el que provoca miedo y respeto

Envidio a todo aquel que se siente seguro de sí mismo y no parece dudar nunca

Envidio el glamour, el de las grandes fiestas, la sofisticación y la decadencia

Envidio vivir grandes experiencias de esas que se recuerdan toda la vida

Envidio viajar y conocer otros lugares que parecen tan lejos de mi alcance

Envidio a aquellos que no tienen problemas para hacer amigos en cualquier parte

Envidio a esos hombres que tienen facilidad para seducir a mujeres o encontrar a quien se acueste con ellos sin tan siquiera hacer preguntas

Envidio el talento. Ser capaz de crear grandes obras que sobrevivan a sus propios autores y los conviertan en inmortales

Envidio la sabiduría y la inteligencia. Me gustaría poder mirar al mundo con los ojos de aquel que es capaz de ver todas las conexiones, todas las sutilezas, todos los secretos

Envidio el sexo de las películas. Que todo sea perfecto y ambos alcancen cotas de placer como jamás conoceré en mi vida



Envidio a aquellos que no sienten envidia

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