17 de noviembre de 2006

(Sin) Futuro

Siempre he sentido una gran admiración y no menos envidia por aquellas personas que desde pequeñitos sabían con claridad qué oficio iban a escoger de mayores. Como Rafa Nadal en el anuncio de su madre. Los que ya en la cuna les daba por hacer casitas con cualquier cosa y acabaron diseñando Marina D'Or, o que de niños tuvieron mil mascotas y al final se hicieron veterinarios (o peluqueros caninos, que da más dinero). Esa vocación inquebrantable que les impulsa a hacer todo lo posible e incluso lo imposible para conseguir dedicarse a aquello que les gusta, luchando contra las circunstancias, el disgusto de sus padres, las trabas burocráticas y cuanto obstáculo se interponga en su camino. Igual que los especuladores inmobiliarios, mismamente.

Aquí un servidor nunca ha tenido claro que quería ser cuando era un crio (ni lo he decidido todavía y eso que ya me queda poco para la treintena). Eso no quiere decir que no haya soñado alguna vez con ser tal o cual cosa, aunque la verdad es que nunca he sido demasiado original: que si médico, que si astronauta, que si informático (¡Ja!)... El hecho de que acabara estudiando Traducción e Interpretación de Inglés (una carrera de letras, a pesar de que yo era de ciencias) fue más una decisión casual que una auténtica motivación, por aquello de que los idiomas no se me daban mal y parecía una carrera interesante. Y lo es. Vale, la mayoría de los que la hicimos estamos en el paro o trabajando en cualquier otra cosa, pero, qué coño, fueron cuatro años interesantes. En cualquier caso no me siento excesivamente frustrado por no poder trabajar en mi campo. Total, ¿quién lo consigue realmente? Pues anda que no hay ingenieros sirviendo cafés...

El caso es que dando vueltas al tema (es lo que tiene estar parado, que solo piensas en trabajar (y cuando por fin tienes trabajo solo piensas en las vacaciones)) me he dado cuenta de que sí hay algo a lo que sí jugaba en mi casa con lo primero que tenía a mano cuando apenas levantaba tres palmos del suelo. Un oficio que de vez en cuando me arranca una pequeña punzada de envidia desde el subconsciente profundo. Una pequeña vocación oculta en lo más recóndito de mi psique y que por mucho que me empeñe en ignorar a veces logra salir a la superficie. Ni más ni menos que ser...

... oficinista.

Lo se, manda cojones. De hecho por más que me estruje los sesos no consigo averiguar de dónde ha surgido este deseo tan absurdo, poco original y totalmente alienante de querer encerrarme de por vida en una oficina entre montañas de informes, compañeros trepas, jefes cabrones y un horario inamovible de 8 a 6 (más horas extras no retribuidas) hasta el día de mi jubilación. Que cogeré con ganas. Cuanto más por el hecho de considerarme -en cierta manera- un espíritu libre (culo de mal asiento, mas bien) al que le cuesta seguir una rutina durante demasiado tiempo y que nunca ha trabajado más de doce meses seguidos en ninguna parte. Eso sin mencionar que me echaron a patadas (educadamente, pero a patadas) del único empleo serio que he tenido...

Quizás es una cuestión de fetichismo. Porque perversiones sexuales aparte (ejem...) siempre he sentido una especial querencia por todo lo que estuviera impreso en papel. Solo así se puede explicar mi cada vez más abultada colección de cómics, novelas, guías temáticas, mapas, gramáticas, diccionarios e incluso un montón de revistas que no he vuelto a leer nunca. Y aun así me da pena tirar (vale, excepto las pornográficas). Eso por no mencionar ese cosquilleo en la base del estómago que me produce el olor de las papelerías: los lápices nuevos, las gomas de borrar frescas, la tinta de los rotuladores. Bueno, la verdad es que los vapores de los rotuladores producen otros efectos, pero ese no es el tema. El caso es que es posible que mi superyo (¿o era mi ego?) me impulse a elegir un oficio en el que esté rodeado de informes, memorandos, bolígrafos, sellos, clips y postits, en una especie de regresión a mi época escolar. De hecho la única diferencia es que aquí me echaría las broncas el subdirector en vez de la maestra...

Sea como fuere esta es una verdad que no puedo rehuir. Aunque me joda. Aunque me haya pasado media vida buscando un lugar especial en el mundo en el que pueda distinguirme de los demás, sin tener que madrugar por las mañanas, usar corbata y chaqueta incluso en verano (bueno, especialmente en verano, para no coger una pulmonía con el aire acondicionado) y aguantando las gilipolleces de un superior que solo llegó al puesto por chupársela ser sobrino del presidente de la compañía. Soñar es gratis, supongo. Y quizás mi problema haya sido precisamente ese. Quizás en vez de intentar nadar contra corriente todo el tiempo sin saber a dónde voy tendría que haberme dejado llevar por mis instintos más primarios y aceptar lo que realmente soy: un chaval de pueblo educado para ser un currito como otro cualquiera, que como es demasiado vago para trabajar en una obra y no tiene la suficiente ambición en la vida para buscar un puesto importante, sueña con tener algún día un despacho propio en una empresa o un banco y una secretaria que se la chupe debajo de la mesa le haga la mayor parte del papeleo para que se pueda pasar el resto del día escribiendo gilipolleces en el blog. Vamos, más o menos lo que hago ahora, pero con doce pagas al año más una o dos extraordinarias. Y la cesta de Navidad.

Si lo llego a saber, me meto en la FP y me dejo de tonterías...

9 comentarios:

Zhalim dijo...

La de veces que me he sentido yo como describes en tu texto... ¿no será que en realidad tienes alma de artista y la sociedad en la que te encuentras te empuja a la búsqueda de ese "trabajo normal y remunerado" que se supone "debes" tener? Ya sabes, presiones por todas partes (padres, amigos, televisión...).

Te leo desde hace mucho tiempo y me parece que tu en el trabajo ese que dices durarías tres meses. Lo peor de todo es que acabarías echándote la culpa a ti mismo por no ser capaz de mantenerlo, como haces con todos los trabajos-mierda que consigues. Y nunca te pones a pensar que a lo mejor lo que necesitas es otra cosa.

Métete una sobredosis de Prozac para quitarte por unas horas esa depresión perpetua, y piénsalo en positifo.

Azena dijo...

jo, y yo ahora no sé por dónde empezar. yo cuando era niña jugaba con talonarios de facturas en blanco y con montones de hojas de todos los formatos y colores que nunca llegaba a usar porque me daba pena. aún hoy guardo montones y montones de hojas y de lápices y gomas y clips que probablemente no use nunca. la verdad es que me gusta más coleccionarlos que usarlos. cuando de niña me preguntaban qué quería de regalo siempre pedía papel de cartas. y nunca lo he usado.

me gusta la interpretación de zhalim. porque te conozco y porque también me siento identificada con ella. yo de ti me aprovecharía de esa formación y me dedicaría a traducir freelance (yo siempre he sido de letras pero me decanté por las matemáticas y ahora no tengo el título de traductora, aprovecha tú que si 'lo tienes'). y si lo que quieres es una secretaria que te 'haga la mayor parte del trabajo' aquí tienes una voluntaria... ;-)

JaviWoll dijo...

¿Ingenieros sirviendo cafés?. Será por vocación.

Angie dijo...

Bueno, yo fui de un lado para otro una temporada pero siempre me dedique "a lo mio", tu lo sabes.

Anotame en tu agenda, enviame un mail o algo, necesito contarte una cosa importante. Que tal vez... tenga mucho que ver con esto... tal vez y solo tal vez, consiga mi mayor sueño... ¿quieres saber cual es?

Besos miles

Alvaro dijo...

Yo de pequeño queria volar. Y no me refiero a pilotar un áutobus con alas de una estación de cercanias a otra, no. Me refiero a volar yo sólo, simplemente por la emoción de hacerlo. Con los años, como siempre, vinieron muchas cosas, entre ellas, una miopia galopante que hizo que no pudiera cumplir ese sueño, pero también la seguridad de que se puede volar de muchas otras maneras. Que las alas pueden surgir de tu cerebro, o de tu alma, aunque parezca una chorrada poética y sentimental. Yo aun creo en la magia (¿Tu no?)

Tu no quieres ser oficinista. Tu lo que quieres, y en eso te pareces mucho a mi, es ser tu mismo. Y eso, amigo mio, es cojonudo. Espero que te ganes el puesto. A mi me cuesta un mundo todos los dias. Un saludo.

jotalive dijo...

me hiciste recordar, y pensar que mierda hago a 2000 kilometros de mi familia y la mujer que amo, si en realidad podria estar haciendo retratos en la plazita de mi pueblo y disfrutando del olor de las mañanas del sur de Chile. Pero que va, ya estoy viejito para retirarme y creo que el aroma del mar no me viene tan mal.

un aspirante a geologo.
saludos

Inadaptada dijo...

BUeno... Estaba yo aquí en el curro venga abostezar y bostezar y he hecho lo que más me entretiene hacer en el mundo, buscar chorradas en google.

He puesto "trabajar sin madrugar"... y entre otras paginitas encontré este blog. Qué curioso..

Tengo casi 30 años y una crisis existencial que me dura , creo, desde hace unos 29... Nunca he sabido donde meterme ni tenía esas vocaciones congénitas que a mí tb me dejan pasmada.

Y sí, una vez... recuerdo estar viendo un anuncio de la tele donde un oficinista bebía un nescafé o algo así... y tuve una punzada de algo!!... NO sé... envidia, esperanza de ser algún día como el resto del mundo.... NO sabría explicar.

Después de mucho dar tumbos en la vida, probé suerte.
Sabes? Una mesa de madera grande para mí solita... Mi ordenador... mi teléfono.... maquina de café... carpetas, archivadores y hasta un bote de lapiceros donde escribí mi nombre en grande y con mucho orgullo!! Jefes cabroncetes pero con su puntillo majo... compañera trepa, compañero friki, compañero ligón, el gracioso... Era como camera Café!
Llevé mi taza y mi bote de nescafé y empezó mi vida de oficinista. De 9 a 6, una hora para comer, en todo el centro de madrid. Un lujo. El sueldo? Una autentica mierda, como el de todo oficinista que se precie.
Qué más podía pedir??

LIBERTAD

Duré exactamente 11 meses, no llegué al año. Pero aquello pudo conmigo... Ni aunque el jefe me hiciera una contraoferta cuando le dije que me iba, ni aunque mi cliente (un banco guiri) me intentará cazar para su empresa... Me dí cuenta, nunca podría ser oficinista. Era todo un espejismo.

La rutina me mata y me llena el cuerpo de angustia. Un horario, una mesa que siempre era la misma... esos archivadores... ese telefono... ese puto trabajo. Me estaban asfixiando!!!

Ahora estoy en otra cosa, en una ong. Tengo mi despacho, aprendo cosas de verdad (nada de papeleo... Aprendo mundología!!), voy, vengo.... hago lo que me da la gana... y repsiro a mi aire.

Y qué coño, me he dado cuenta que nunca voy a conseguir ser normal del todo, ni sentirme ser humana al 100% (aunque mi psicoterapeuta me intente convencer que sí lo soy). Pero me da igual, si quiero dejarlo todo e irme a la otra punta del mundo... con suerte hasta en mi trabajo me cambian de destino y me piro a la India!

No te dejes meter en el saco... Y si no, es facil, haz como yo y prueba.
No hay trabajo más fácil de encontrar que ese.

Coraje!! Esta vida es inestable...

Virginia dijo...

Yo tengo 42 y sigo sin saber qué quiero ser de mayor, pero como oficinista ya lo soy, te aseguro que no te va a gustar, que no huele como en las papelerías, pero en fín si lo ves claro.

Sigo cambiando de carrera, ya he empezado 3 y ninguna la termino, he vuelto a intentar informatica pero ya veremos lo que duro en ella. Pensaba que me hubiera gustado ser profesor de instituto, pero visto como están las cosas ahora casi que no.

Mi verdadera vocación era Ministra de Educación pero cuando tuve la oportunidad de meterme en política dimití, en fin.

Supongo que a los 90 diré: me hubiera gustado ser escritora, porque sé que eso tampoco, que no lo soy ni lo seré.

Soy lectora, de blogs, de libros, de comics, de lo que sea, pero que se lea. De pequeña me leía las vallas de todos los comercios, los periódicos por los suelos, todo. ¿Tú crees que es un oficio eso? De mayor quiero ser lectora.

emore dijo...

Yo tambien he llegado aqui por casualidad, yo tambien he empezado muchas cosas y tambien quiero ser oficinista, normal... yo tambien tengo una crisis existencial desde hace 30 años, yo tambien quiero cambiar.
yo creo que el problema es que estamos solos, yo al menos, solo me rodean tipos que me recuerdan cada vez que los veo que soy la más culta y pobre de la familia.
lo siento, niños y niñas, es la resaca post-navideña.
besos a todos y todas.