Mi corazón sangra por una herida abierta que deja entrar todos los sentimientos de los que siempre huyo: dolor, amor, tristeza, alegria... La coraza que lo que protegía ha caido y ahora es vulnerable a todo lo que rodea.
Durante unos días creí que moría. Las emociones se escapaban a borbotones de lo más profundo de mi ser y lo cubrían todo. No recuerdo haber llorado nunca tanto. Lo único que deseaba era escapar, esconderme, meterme en un agujero profundo y oscuro, y no salir de allí hasta que la costra se hubiera formado, hasta que hubiera dejado de sangrar, de sentir.
Sin embargo, esta vez algo ha cambiado.
De repente, he dejado de correr. De repente, me he dado cuenta de que estaba cansado de huir de mi mismo. De repente, me he dado cuenta de que jamás me había sentido tan vivo como ahora.
Me he girado y he mirado frente a frente al dolor. Y por primera vez no he tenido miedo. Miedo de sentir. Miedo de vivir. Por primera vez he dado un paso adelante en vez de retroceder y me he enfrentado a mi mismo.
Aunque la herida ha dejado de sangrar sigue abierta, sigue doliendo. Pero he descubierto que es ese dolor lo que nos mantiene vivos...
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