(Foto saqueada sin escrúpulos de aquí)
Siempre he pensado que Madrid no se respetaba a si misma.
En todos los años que he vivido aquí, siempre he albergado la esperanza de que alguien agitara una varita y convirtiera a la capital en esa utopía que tengo en mi cabeza. Quería ver un Madrid impecable, erudito, grandilocuente, vanguardista, sosegado, ejemplarizante; un faro de civilización justo en medio de un país que no se acaba de creer del todo que vive en el primer mundo.
Y me torturaba verla así. Me martirizaban las pintadas de las paredes, el caos circulatorio, el pillaje inmobiliario, las hipocresías políticas, la manipulación institucional. Me horrorrizaba vivir en una constante batalla contra la degradación urbana, en la que los habitantes son a la vez verdugos y víctimás, mero reflejo del desencanto y la indiferencia de un pueblo que no termina de aceptar su condición.
¡Cuán grande podría ser!, pensaba. ¡Cuán perfecta!, me dictaba la imaginación. Veía calles pulcras, edificios solemnes, aire limpio y más zonas verdes. Soñaba con carriles bici, avenidas peatonales y fachadas inmaculadas. Fantaseaba con que el resto de metropolis envidiaran la nuestra, con que vivir aquí fuera un lujo y un privilegio, por cuanto el mero hecho de residir entre sus edificios te elevera intelectual, social, moral e incluso espiritualmente.
Hasta que, de repente, he comprendido.
Durante todo este tiempo he mirado a esta ciudad, pero no la he visto. Porque aquello que yo consideraba defectos, son en realidad sus atributos; porque lo que yo achacaba al inmovilismo, se trata en realidad de su carácter; porque lo que pensaba se escondía bajo la superficie tratando de aflorar nunca ha estado allí.
Madrid es Madrid. Y siempre será Madrid, por los siglos que han de venir. Eso es lo que no entendía. Que nunca desaparecerán los callejones malolientes, las putas de las esquinas ni las tabernas ruidosas. Que su gente siempre dará la espalda a sus vecinos y la mano a los que lleguen de fuera. Que en sus aceras siempre habrá prisas y en su asfalto malos modos. Que sus gobernantes la tratarán como un trofeo mientras barren la mugre debajo de la alfombra. Que siempre habrá barrios ricos y barrios pobres, calles estrechas y grandes avenidas, palacios exhuberantes y buhardillas angostas. Que siempre será reaccionaria, conservadora, chulesca y un poco paleta. Que siempre será sinónimo de anarquía, oportunidades, lujo, miseria, alegrías y tristezas, destellos de modernidad y oleadas de tradición. Que todo aquel que busque algo lo encontrará aquí, bueno o malo, por muy raro o difícil que sea. Que es una ciudad que duerme poco y mal, y en la que es inevitable acabar un poco loco.
En definitiva, una ciudad en la que solo sobra una cosa.
Y esa, me temo, soy yo.
10 comentarios:
Usted no sobra, simplemente es un aderezo reaccionario en una ciudad tan singular.
Es que tú lo que quieres es vivir en Metropolis, cuando en realidad estás viviendo en Gotham City.
¿y eso, Tete, dónde está?
Que siempre será reaccionaria, conservadora, chulesca y un poco paleta...
1.- Pues ya sabes, nadie te obliga y
2.- Deberías relacionarte con los pocos madrileños que lo somos de verdad y no esa turba venida a la capital a buscar su oportunidad (incluyo los hijos de) ya sabes no hay peor cosa que un converso
Pd.- A veces sigo pensando en lo que decía mi viejo: "Todos los paletos cuando vienen a Madrid lo primero que hacen es hacerse del PP y del Real Madrid"
Bueno, para ser sinceros sí que estoy obligado, por lo menos por el momento. Circunstancias personales y tal. En cuanto a lo segundo, me temo que los madrileños de pura cepa ya son solo una parte marginal de Madrid. No se puede desligar a la capital de los emigrados y conversos, es parte de su idiosincracia. Y, sí, probablemente es eso lo que la hace reaccionara, conservadora, chulesca y un poco paleta. Pero es que si no, no sería Madrid...
Por favor. Yo, como "emigrado" de mi tierra, ¿he de sentir que soy lo que desvirtúa Madrid de lo que podría llegar a ser? Francamente, si tienes que irte de tu tierra, una ciudad más bien pequeña en la que no hay trabajo (como es Salamanca, en mi caso) es por necesidad, más que por ambición. Y por dejar de chupar de la teta materna, coño. Y no todos venimos con la boina calada hasta las cejas. No podría emprender una revolución ilustrada por mí mismo, pero caramba, creo que tengo algo de mundo. Y he conocido a madrileños fantásticos, pero también a auténticos paletos que cuando dices que eres de Salamanca sólo te preguntan: "Hostia, me han dicho que ahí follas sin querer. ¿Es verdad?".
No generalicemos, por favor...
Anonimo: Lo de generalizar no me lo digas a mí... que sólo soy un centralista de mierda.
El paletismo no es una cuestión de dónde naces, ayuda por eso del factor cultural pero no es de lo más importante, es una cuestión de como ves la vida. Madrid se ha caracterizado por ser una ciudad que abre los brazos a la gente de fuera y eso la ha fagocitado y convertido en lo que el autor de la entrada dice. Y me jode, por que si esto hubiera sido Barcelona, Bilbao o La Coruña otro gallo cantara o cantase, ¿verdad?
Además, tampoco te gusta que fueran a tu casa a insultarte ¿cierto? a mí tampoco.
Si vienes a mi villa a por trabajo lo mínimo que pido es que se me trate bien ya que estoy en mi casa.
Mira, en primer lugar, el centralismo al que aluden algunos para calificar a Madrid me parece un tópico de lo más injusto. En eso estoy de acuerdo, y espero que no veas ninguna insinuación de tal cosa en lo que digo. Y como ya te digo, madrileños los hay de todos tipos, desde paletos que fingen ser sofisticados urbanitas hasta gente sencilla con mucho que enseñar, y más tipos en una amplia escala de grises. Por eso te digo que nos pasa lo mismo a los de fuera, de media ni vamos de "modelnos" que te cagas ni señalamos sorprendidos a todas las luces y los carteles de la Gran Vía. Y la visión que comentas de Madrid también la tiene gente de Barcelona de su propia ciudad (te lo digo porque tengo familia y algún amiguete allí, no porque lo haya visto en la tele). Con respecto a lo de serntirte insultado... bueno, espero que no haya sido por algo que haya mencionado, porque no he pretendido insultar a nadie en ningún momento. En caso contrario, ¿en qué te falta al respeto la gente que viene de fuera por una mera cuestión de trabajo (o estudios, o lo que coño sea)? Yo, francamente, he sido igual de hospitalario siempre en Salamanca, que es una ciudad con mucha población flotante estudiantil, y no me he sentido insultado más que por algún gilipollas que se emborracha más de lo que puede soportar y destroza lo que le viene en gana.
Joder, si estamos de acuerdo... ¿para que discutimos?
Lo que me cabrea no es la gente de fuera, es la gende de fuera que viene y empieza a despotricar en contra de la ciudad y sus habitantes, como si no tuviera nada que ver con ellos, para luego ensalzar lo bien que se vive en su ciudad de origen, ciudad que abandonaron y no cambiaron.
El tópico de pueblerino con la boca abierta en mitad de la Gran Via es eso, un tópico, que más de uno de provincias me ha dado sopa con hondas en más de un tema... y no me ha importado reconocerlo.
Es la actitud de yo soy mejor por que vengo de... y esta ciudad es una mierda porque... y que conste que veo todo lo malo que tiene Madrid, no me malinterpretes.
En fin, me toca soportarlo y me parece que lo que ha pasado es que te has llevado las hostias (verbales) que se tenían que haber llevado otros... y ej que los del foro somos la hostia. ;-)
Pues oye, porque después de una jornada sorprendentemente apacible y de inventarme tareas que hacer, me aburría de la hostia en el curro. El workoholismo es lo que tiene.
No, en serio, ocasionalmente me ha jodido alguna insinuación que me han hecho cuando me conocían de nada sobre la gente de fuera de Madrid. Por eso me pongo a la defensiva. Pero como el balance es positivo acaban por resbalarme. Conste, Madrid me resulta muy cómoda para vivir, y en gran medida es por la gente de la que me rodeo, tanto madrileños como foráneos. Ahora mismo me daría mucha pereza tener que irme.
Ale, perdón por las parrafadas. Ya paro. Voy a seguir inventándome trabajo de última hora que hacer.
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