Lobos y corderos

Así nos pintan el mundo las noticias...

Aun habiendo aplazado este mensaje durante tantos días, estoy convencido de que mucha gente recuerda todavía el juicio a un profesor de educación física por supuestos abusos sexuales a varias de sus alumnas. Ese que creó tanta polémica porque obligaron a dos de las tres niñas implicadas a declarar delante de su supuesto agresor. Pues bien, el tribunal absolvió al acusado por falta de pruebas y lo contradictorio del testimonio de las supuestas agredidas. No olvidemos que él se declaró inocente desde el primer momento. Sin embargo, en un reportaje aparecido en las noticias, al recoger la opinión de sus convecinos tras la sentencia una mujer dijo: "seguro que hizo algo". Juro que sentí un escalofrio al oir eso.

No es ningún secreto que, en general, la gente no está contenta con la justicia. Especialmente con las sentencias de las que se hacen eco los noticiarios, casi todo el mundo piensa que o son demasiado estrictas o demasiado leves. Parte de culpa la tienen los propios noticiarios, que suelen sacan a relucir datos fragmentados de los sumarios de forma que la decisión de los jueces parezca incomprensible. Como en esos casos tipo "le asestó 17 puñaladas y la juez considera que no hubo ensañamiento", en los que todos nos echamos las manos a la cabeza. ¿Cuanta gente conoce la definición jurídica de "ensañamiento"? Casi nadie, pero aun así nos creemos más listos que los letrados. Como el mito del taxista a quien si le dejaran arreglaría el pais en dos días. Todos somos taxistas.

Sin embargo el auténtico problema no es la manipulación informativa, sino la desconfianza y la paranoia del mundo occidental. Especialmente en determinadas cuestiones que nunca pasan de moda, ahora sí, por culpa de los noticiarios. El ejemplo anterior: por defecto todos los hombres somos unos cabrones, maltratadores y violadores. ¿Pensais que exagero? De eso nada. No importa cuantas pruebas haya a su favor, no importa cuanta gente testifique sobre su buena conducta, en el momento en que una mujer (o, mucho peor, una niña) señale a un hombre y le acuse de maltrato físico o psicológico, de abuso sexual o de acoso de algún tipo, ya está condenado. Aunque se demuestre su inocencia. La opinión pública es tan sensible a este tipo de cuestiones que está deseando atrapar a algún "monstruo" para lincharlo y colgarlo de la farola más alta. Qué sabrán los jueces con sus leyes escritas, a priori, para que todo el mundo pueda ser inocente a menos que se demuestre lo contrario. Cuando el rio suena, agua lleva.

Apenas se ha hablado del tema por su alta incorrección política, pero me consta que en la ley contra el maltrato de género existe un apartado para evitar las situaciones de injusticia. A fin de cuentas, ¿qué impide a una mujer señalar a un hombre como maltrador para vengarse de él? Si no se toman medidas, se puede hundir por completo la vida de ese acusado antes de demostrar que todo fue una farsa. La discriminación positiva es una buena herramienta para la igualdad entre géneros, pero también un arma temible que puede hacer mucho daño. Hay padres divorciados que se han aprendido muy bien esa lección. Una acusación más o menos velada de su ex-mujer y puede olvidarse de ver a sus hijos salvo una hora o dos al mes y ante la presencia de un trabajador social. Eso si ese hombre ha tenido suerte y sus hijos no han sido manipulados para creer que su padre es poco menos que el hombre del saco. Los niños son muy moldeables psicológicamente, especialmente por unos adultos deseosos de cazar monstruos. Hace algunos años hubo en Estados Unidos un caso realmente escandaloso en el que dos gemelas acusaron a todo un vecindario de realizar prácticas sexuales satánicas con ellas, solo para descubrir con el tiempo que las niñas habían sido manipuladas en un intenso interrogatorio por un sheriff que quería hacer méritos y posteriormente mediatizadas por una horda de fanáticos religiosos que ven al diablo en todas partes.

Muchas veces he hablado de la falta de comunicación entre las personas y de las barreras que nos separan. Pero es que, a fin de cuentas, ¿como podemos llevarnos bien si pensamos que detrás de cada persona existe una bestia sanguinaria que puede enseñar sus colmillos en cualquier momento? Estoy convencido de que hay mujeres que se casan con el muy oculto temor de que en un futuro su marido se convierta en un maltratador, cuando quizás sean ellas las que al pasar los años hacen desgraciados a sus hijos por no prestarles atención. Quizás cuando los hombres dejemos de ser malos, las niñeras unas maltratadoras, los profesores de gimnasia unos abusadores, los jóvenes unos drogadictos, los porteros de discoteca unos violentos y los internautas unos pederastas, podamos empezar a confiar en las personas...