Lobotomia

Comentando la excesiva proliferación de blogs en el idem de Absence, alguien (creo que Beat Henrique) me preguntó "Y el tuyo, ¿en qué categoría lo clasificamos?".

Lo cierto es que este blognicho, como mi vida, tiene mucho de errático. Por más que trate de mantener un cierto tono sarcástico y original, la temática de los mensajes sigue dependiendo de mi estado de ánimo. Unas veces, como esta última semana, está en absoluta decadencia moral y estilística. Otras veces estoy más inspirado y escribo mensajes que me hacen sentir orgulloso de mi escaso talento literario. Esta semana, coincidiendo con mis dias libres, me siento más relajado y me ha dado por reflexionar, quizás inspirado por una luna llena que, como siempre, amenaza con elevar mi líbido (y por tanto mi frustración) hasta niveles dificilmente soportables.

Pero no es de sexo de lo que quería hablar. Esta semana he vuelto a fumar, pero no me siento orgulloso de ello. No por que el tabaco representa una clara amenaza de muerte, sino porque no se realmente por lo que fumo. Unas veces por aburrimiento, ya que el tabaco es un excitante. Otras veces por frustración, ya que me distrae de mi apetito sexual. A veces, las que menos, por vicio. Pero en ocasiones, como hoy, pienso que al menos fumando mato neuronas, y que quizás no me vendría mal "ser tonto y feliz".

Entonces me he dado cuenta, quizás por primera vez, de la enorme gilipollez que acababa de pensar. No era la primera vez que lo decía, ni mucho menos, ni tampoco soy el único que alguna vez lo ha creido. En los círculos por los que solía moverme en mi época de adicto a los chats (sí, yo también lo fui), la gente solía expresar lo mismo. Inadaptados todos cómo eramos, apartados de una sociedad que no comprendemos y no nos comprende, coincidiamos en opinar que ver el mundo desde una perspectiva supuestamente racional y cruda ("inteligente" era una palabra recurrente) no nos ayudaba para nada. Y envidiabamos a aquellos "integrados" que jamás se cuestionaban las estructuras del poder, las trampas de la cotidianeidad, el absurdo de la vida o la sinrazón de la moda. Envidiabamos a los tontos por ser felices, ya que nosotros, los listos, no lo éramos.

Me pregunto quienes son realmente los "tontos" y quienes los "listos". Ya el hecho de creernos más "inteligentes" que los demás es de una prepotencia que ahora me avergüenza, pero que en aquellos círculos cerrados no soliamos cuestionarnos. A mi me han calificado como tal, muchas veces, y siguen haciéndolo. Sin embargo siempre he sostenido que la gente suele impresionarse con un poco de retórica o unas buenas notas, que la inteligencia es mucho más que eso y yo no parece que lo comparta. Si tan inteligente soy, ¿no debería tener un trabajo mejor, que no me frustre a diario? ¿No debería haber resuelto ya el problema de mi celibato perpetuo? ¿No debería vivir como realmente quiero, en vez de conformarme con una existencia monótona y sin sentido? Yo lo creo así.

Quizás después de todo aquí el "tonto" sea yo, por ser infeliz, y los "listos" los demás, que no lo son. O eso creemos. Regodeandonos en nuestra miseria, pocas veces nos hemos parado a pensar si realmente los que consideramos felices lo son como tal. A fin de cuentas, todo es cuestión de apariencia. Muy pocas veces he respondido con un "mal" a la pregunta de cómo me encuentro, aunque ese día el peso de mis dudas y miedos sea tan grande que tenga ganas de encerrarme en un agujero profundo y oscuro, y no salir nunca más de allí salvo para defecar y alimentarme, como el protagonista de "El perfume". Pero observo a los demás, y quiero creer que sus vidas están planificadas, que no dudan, que saben lo que quieren y lo toman sin vacilar. Hace tiempo escribí un infame mensaje del que me arrepentí profundamente, hablando de la gente cuyos gustos estéticos o musicales entraban dentro de lo que yo considero como "vulgar" u "hortera". Creo que lo escribí por envidia. Porque mientras yo no soporto el "reggeaton" y me paso la vida buscando sonidos electrónicos sedantes que apaciguen mi nerviosidad extrema, ellos pueden comprar mil discos de ese estilo en cualquier parte y a un precio módico. Y les gusta. Y son felices con ello. Así que, ¿de que me sirve ser un sibarita o tener "buen gusto"? Quizás el que tenga mal gusto sea yo. O quizás no sea una cuestión de gustos, quizás simplemente es que me opongo con fiereza a cualquier cosa que suene a "comercial" o "vulgar" y ni siquiera me paro a considerar si merece la pena o no. Quizás todo sea cuestión de querer ser "diferente".

Uno de mis personajes literarios favoritos es Bernard Marx, el alfa deforme del "Mundo feliz" de Aldous Huxley. Un hombre muy inteligente y extremadamente crítico con el mundo que le rodea, pero que en realidad lo único que desea es ser aceptado, alternar con mujeres, ir a fiestas, ser uno más. Quizás en el fondo sea lo que nos pase a nosotros los "inteligentes". Nos encerramos en nuestra diferencia, en nuestra inadaptación, en nuestro sibaritismo, solo por no asumir que queremos ser como todo el mundo, pero el mundo no nos acepta. O a lo mejor ni siquiera lo hemos intentado lo suficiente. A lo mejor solo somos unos cobardes, o estamos llenos de traumas tras los que nos escondemos para no enfrentarnos a los problemas. A lo mejor somos infelices porque queremos. El victimismo también es una droga dura.

Incluso Spider Jerusalem llegó a pedir una lobotomía parcial en un determinado momento. Pero quemarnos las neuronas no es la solución. Aprender a usarlas, sí. Pero eso, como tantas otras cosas, como el sexo, como enfrentarse a la burocracia, como sentirte bien con uno mismo, no te las enseñan en la escuela.

En vez de licenciaturas, deberían darnos títulos de cómo vivir...