5 de noviembre de 2005

El relato encadenado. Capítulo 6

(Escrito por Luzbelita, del blog La vergüenza de mi familia)


El tipo escuchó una frenada y un golpe... a pesar del cansancio, se levantó de la cama y se arrimó a la ventana, no se veía nada... debió ser en la otra calle... él no tenía ninguna ventana para ese lado... se quedó mirando y vio pasar alguna gente casi corriendo, seguro que rumbo al accidente. Y bueh... “hay que mirar para los dos lados antes de cruzar”, resonó en su cabeza la voz de su vieja, cuando él era niño...

El tipo se tiró en la cama nuevamente, sin ánimo de nada. Se sentía como una isla. Lejos de su país al que tanto putea, pero del que no se puede desprender. Al final, los “gayegos” eran tan amargos como los argentinos. Y la vida en Europa era tan gris como en todas partes. Sabía que a su alrededor se cocinaban miles de historias, pero no lograba comprometerse con ninguna. Sabía que en su edificio de departamentos (una ratonera, gris, bastante sucia y deprimente), pasaban toda clase de cosas.

Mientras se estiraba en la cama y se entregaba al sueño, escuchaba los ruidos que lentamente se le volvían familiares. Alguien arriba escuchaba la radio... la tos asquerosa de un viejo... un lejano ruido de algún auto que aceleraba en la esquina... el chorrito de agua del inodoro que perdía...

Al llegar, desde la calle, había notado que algo malo ocurría... policías de civil y de los otros... decidió no perder tiempo en explicar que no tenía ni idea, con el cansancio que traía... así que dio toda la vuelta al edificio para subir por las otras escaleras, así no los interceptaba.

Lo mismo estaba curioso, quería saber si había algún muerto, si era un caso pasional, si era un robo o un ajuste de cuentas. Pero estaba demasiado cansado como para pensar en eso. El evento (fuera lo que fuera) era en el 2º Piso... bastante cerca de su mugroso departamento.

Y tal vez ya fueron dos muertos en apenas un rato... el del edificio, y el de la calle, atropellado. La gente se muere como moscas en todas partes del mundo. Y lo mismo, nada se detiene. Nadie es TAN importante. Los muertos solo son importantes para un minúsculo grupo. Tal vez, el que murió en el edificio, fuera el hijo de alguien, el padre de alguien y el esposo de alguien y esa muerte iba a cambiar sus vidas definitivamente... el atropellado de la calle... era probable que su familia tardara un rato antes de saberlo... qué raro saberlo primero...

Se revolcó un poco en la cama deshecha, pensando que podría levantarse y sacudir las sábanas, se sentían arrugadas y con pequeñas partículas que le arañaban la piel.. pero no lo hizo. Su desgano era tal que ni para pensar en mujeres estaba.

También! Al cabo de un día de trabajos forzados como el que había atravesado... es cierto que la guita le hacía falta, pero no hubiera estado dispuesto a dejarse tratar así en la Argentina. Lo mismo, por suerte, allá nadie sabía de qué trabajaba... ni su familia ni sus amigos. Sólo se ponían contentos y fantaseaban sobre lo bien que le iba. Se imaginaba a su madre hablando con la vecina acerca de su progreso en España y del dinero que todos los meses mandaba. ¡Les mandaba una quinta parte, pero claro... el cambio a 3 por 1 hacía que pareciera mucha guita! Pobre vieja...

Cuando estaba por dormirse, una sensación de vértigo muy fuerte lo hizo sacudirse y despertar. No estaba seguro que fuera la típica caída antes del sueño... sintió como la piel de las piernas se le erizaba... había alguien en la habitación.

Sin moverse, aparentando estar dormido, trató de agudizar la vista en la oscuridad del cuarto. Había alguien ahí... si se moviera... decidió hacerse el dormido, porque si alguien estaba en su cuarto, tal vez sólo le robaba y se iba... Se quedó muy quieto, esperando que el intruso no escuchara cómo le latía el corazón.

Percibió un perfume, levemente... más fuerte... si, había alguien... y por el perfume, debía ser una mujer... ¿qué hacía una mujer en su departamento? ¿estará robando?.. jamás va a encontrar el escondite del sueldo... Un ruido, leve, como el que hace un hueso de la mano... nada... nada más

Finalmente... nada se movía, así que se levantó, tuvo que cruzar todo el cuarto para prender la luz, porque no había velador en su mesa de noche.

Nadie.

La puerta, abierta... esa puerta ruidosa no había hecho ningún ruido esta vez.. Miró detenidamente todo su departamento, estaba todo igual, no faltaba nada, tan desacomodado como lo recordaba al acostarse... Cerró la puerta, con doble llave, sin dejar de pensar que ya la había cerrado al entrar...

Automáticamente se acercó a la ventana.

Se quedó mirando cómo bajaban por las sucias escaleras en una camilla, a alguien, que debería estar muerto, porque le habían tapado la cabeza. Por suerte había entrado por la otra escalera, sino, todavía estaría dando explicaciones de que no conocía al muerto ni sabía nada del asesinato.

Tal vez no fuera un asesinato, solo uno que estiró la pata.

Se quedó mirando hasta que desparecieron de su ángulo visual todos... el muerto, los policías, los testigos que iban rumbo a la seccional a dar su testimonio.

¿Y ahora cómo volvía a dormirse?

Se acomodó contra la pared, y se quedó mirando por la ventana, mientras escuchaba su reloj comerse los segundos.

De pronto, desde uno de los sucios agujeros, que era como se veían las puertas de las salidas de emergencia desde su ventana, salió una mujer... caminando decididamente, pero con cautela, mirando hacia todos lados. Vestida como una puta, minifalda muy corta y escote exagerado. Ya la tenía vista... vivía en el edificio... la morocha. Un día de estos, la iba a encarar.

Debería haber continuado en Pensamientos tullidos, pero en su lugar será publicado en este mismo blog.

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