25 de abril de 2005

Luna gris


Hoy hay luna llena...

... y normalmente, en noches así no soy el mismo. Más alegre, más triste, más deprimido, más excitado... es dificil saber como reaccionaré.

Pero esta vez no ha sido así.

No me ha sorprendido, puesto que es parte de una fase. Yo, como la luna, tengo ciclos vitales que rara vez se ven alterados por el resto de circunstancias de mi vida. La soledad lo impregna todo. Y mi autoestima sube y baja como las mareas, de forma regular, alternando episodios pletóricos con otros de absoluto abatimiento. En ocasiones, me siento como uno de esos cabrones a los que critico y a veces envidio. En otras, como el sér más miserable del planeta.

Y a veces no siento nada.

Esta es una de esas veces. Mi vida se torna de un color gris uniforme, los dias pasan iguales unos tras otros. Dejo de sentir. En algunos aspectos es agradable, puesto que el dolor se mitiga, casi desaparece. Pero también dejo de desear. Y eso, que a priori debería alegrarme, me entristece.

Ni siquiera yo mismo consigo entenderme del todo. Cualquiera que me conoce sabe lo obsesionado que estoy con las mujeres, con el amor, con el sexo. Sin embargo, mi vida se ha caracterizado por una casi absoluta ausencia de esas tres cosas. Puedo buscar mil explicaciones, mil excusas, mil razones para mi soledad. Pero ninguna es suficiente. La única verdad, es que me gusta estar solo. La única verdad, es que apenas si he movido un dedo para cambiar la situación. Y eso a veces me hace sentirme furioso conmigo mismo.

No se puede decir que no haya tenido oportunidades y soy consciente de que la gran mayoría se ha echado a perder por mi culpa. Pero lo cierto es que no puedo ganar en un juego en el que nunca he participado. Para mi las mujeres, el amor, el sexo, son absolutos desconocidos. Y como tales, hay ocasiones en que pierdo todo el interés por ellos. En estos episodios, en estas fases, desaparecen del todo de mi vida. Solo existo yo y mi pequeño mundo de problemas cotidianos, y todo lo demás es algo superfluo, un lujo que no me puedo permitir. En estos episodios, en estas fases, se me antojan tan lejanos como una luna.

Para aquellos a los que nunca le ha faltado el cariño de una pareja o un cuerpo caliente en su cama, les resulta incomprensible vivir así. Elucubran razones peregrinas por las que una persona no puede disfrutar de compañía. Y en parte tienen razón, no existen verdaderos motivos por los que una persona como yo tenga que estar sola. Pero las cosas no son siempre tan fáciles. Cuando tenemos abundancia de algo, nos cuesta imaginar lo que supone carecer de ellas. Para mucha gente de este planeta, disponer de agua a todas horas solo con abrir un grifo es un milagro. Para mi, disponer del amor o de la complicidad de otra persona también lo es.

Mi vida, en ocasiones, se me antoja como una enorme luna gris.

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