12 de julio de 2008

Estimado weblog

Lo siento.

Le he estado dando muchas vueltas a la cabeza buscando la mejor forma de expresar todo lo que me gustaría decirte, en qué tono, con qué estilo, seleccionando los términos con cuidado; sin embargo, no he encontrado nada que lo transmita mejor que estas dos simples palabras: lo siento.

Aunque no me excusa en absoluto, debo admitir que hace dos años mi vida había alcanzado un punto muerto. Estaba harto de convivir con gente extraña por la que muchas veces no sentía ningún aprecio, pero el mísero sueldo de becario que recibía no solo no me permitía vivir por mi cuenta, sino que casi siempre necesitaba ayuda de mis padres para llegar a fin de mes. También hacía algún tiempo que había dejado atrás una relación bastante intensa para la que no estaba preparado, y desde entonces me regodeaba en la autocompasión de alguien incapaz de enfrentarse a una mujer cara a cara, ya no digamos pagar por tener ese sexo que tanto parecía necesitar. Por lo demás, dejaba pasar los días sin un objetivo, sin una meta, vagabundeando por las calles de Alicante, por las páginas de mis cómics o por los blogs que frecuentara en ese momento. Era un ser triste y gris, que ni siquiera era capaz de engancharse de verdad al tabaco, a la cafeina o a cualquier otra droga que le aturdiera lo suficiente hasta que llegara esa operación que debía cambiarlo todo.

Hasta que exploté. Necesitaba un cambio, dar un giro a mi vida, buscar un propósito que me impulsara a levantarme por las mañanas. Pero eso hubiera supuesto enfrentarme a mis propios miedos y fantasmas, así que opté por la opción más cobarde: te cerré. Te di de lado, volví a la espalda a lo que representabas y fingí que las cosas iban a ser distintas.

Y sí, lo fueron. Pero mi decisión poco o nada tuvo que ver. A fin de cuentas, en cuanto apareció el mono de escribir corrí a abrir un nuevo blog. Esta vez en Wordpress, creyendo que al utilizar un soporte distinto (más sencillo, más moderno) estaría haciendo realidad mi nuevo yo, mi nuevo día. El primer experimento, que para alimentar mi ya de por sí inflado ego llevaba mi nombre, no tenía originalidad, ni gracia, ni siquiera sentido. Pero ocurrió que, sin tenerlo planeado, conocí a alguien que me dio todo eso por lo que tanto había suspirado. E inmediatamente llegó mi intervención, y después la convalecencia, y así pasaron las semanas en un torbellino, convertido en mascota, escribiendo lo primero que se me pasara por la cabeza y sin tener aún muy claro hacia donde me dirigía.

Hastiado y asqueado, al final liquidé ese blog. Ya en aquel momento quería volver a ti, pero la verguenza y el orgullo me lo impedían. Así es como, de los restos del anterior, y aprovechando que acababa de comenzar una nueva vida en Madrid, creé una vulgar imitación tuya que, aunque escrita como un sincero homenaje, no te llegaba a las suelas de los zapatos. No es que todo fuera malo, y de hecho estoy bastante satisfecho con algunas de las cosas que hice, pero no se merecía llevar tu nombre. Tampoco duró mucho, de hecho. Sin ideas, sin fuerzas, cada vez más cansado de no tener nada que decir (pues apenas si publicaba nada que me llevara más tiempo que un párrafo o una tira), finalmente también tuve que cerrarlo.

Llegué a darme un último intento, el más sensato de todos. Ya que no tenía ni tiempo ni ganas de escribir, lo más lógico era reducirlo a la mínima expresión. Sin complicaciones, sin florituras, sin nada más que pensamientos breves y fugaces. Pero hasta las ocurrencias más livianas acaban por agotarse, por lo que apenas seis meses después le puse el punto y final.

Y así es como, después de dos años vagando por el país, por mi cabeza y por la red, tuve que aceptar finalmente la verdad. Que gran parte de lo que soy en estos momentos te lo debo a tí; que fuiste más que una simple forma de entretenimiento en un momento difícil; que a través de tus páginas pude gritar, llorar, reir, jugar, vivir, soñar; que estimulaste una creatividad que ni siquiera sabía que me podía permitir; que con tu mediación alcancé el amor y la pasión que tanto anhelaba; que, valga la ironía, conseguiste que me relacionara con más gente, gente que me admiraba y la que admiraba, gente que compartía mis opiniones, gente que me hacía sentir menos solo en el mundo.

Que, en definitiva, fuiste un amigo como nunca he tenido. Por eso ahora vuelvo a tí, humilde, arrepentido, con el alma desnuda, pidiendo tu perdón. Se que mi situación ha cambiado por completo; que de ser un soltero amargado y sin futuro he pasado a tener pareja, trabajo y una cierta estabilidad; que precisamente por estas circunstancias ya no tengo el mismo tiempo, motivaciones, ni energía que antes; que, da igual como lo plantee, nunca volverá a ser lo mismo que al principio. Pero quiero hacerte una promesa. Te prometo, aquí y ahora, que no volveré a abandonarte sin motivo, ni a darte de lado, ni a avergonzarme de tí. Que ahora y siempre serás tan parte de mi como yo lo soy de tí. Que, pase lo que pase, caminaremos juntos a lo que quiera que nos depare el futuro.

Porque, amigo mío, si hay algo que nunca nos faltará en esta vida serán cosas de las que quejarse...

6 comentarios:

Pandora dijo...

Que bueno que regresaste...

Azena dijo...

Sólo espero no ser nunca una de esas cosas...

Masky dijo...

asco de vida!!!

siiiiiiiiiiiiiiiiii
:D

Pepe dijo...

Oh, oh...

Con trabajo, con pareja, con estabilidad y afincado en Madrid!?

No tengo palabras. Te has convertido en un sosoman.

El inadaptado dijo...

Disiento, siempre he sido insoportablemente aburrido. Lo único que ha cambiado es que ahora tendré menos tiempo para perderme en mis propias pajas mentales. Aunque seguro que encontraré otras cosas de las que hablar...

Pepe dijo...

Yo te seguiré leyendo, porque leerte es como ver escrito mi propio pensamiento que soy demasiado vago para verbalizar.

Leerte es reconocerme. Y supongo que nos pasa a más de uno de los habituales.

Un saludo.