20 de marzo de 2005

Una gota que calme mi sed...


El abrazo Posted by Hello

En días como estos me viene siempre a la cabeza la historia bíblica del rico y el pobre, de como al morir el pobre fue al cielo y el rico al infierno, y este último, abrasado por las llamas, pide al primero la compasión que no tuvo con él en vida. Patética historia de buenos y malos con la que la iglesia intentaba que los menos afortunados se resignaran a vivir miserablemente con la promesa de una vida mejor tras la muerte. Pero no es esto de lo que quería hablar.

En días como estos me siento tremendamente identificado con el rico, sofocado por los fuegos infernales, suplicando una sola gota de agua que alivie su infinita sed. Porque la soledad también puede llegar a parecer un infierno, en el que te sientes tan vacio que morirías por que alguien te diera un poco de su calor, una muestra de afecto. Cualquier cosa me valdría: un caricia, un beso, un abrazo, una mirada... cualquier cosa que calme este infinito desasosiego que se apodera de ti y te consume por dentro.

Es increible lo poco con lo que me puedo llegar a conformar, lo poco que necesito para espantar mi tristeza. Hace pocos años, cuando vivía en Madrid, dos amigos me llevaron a un club de alterne. El primero de ellos, soltero, venía a por sexo. El segundo, con novia más o menos formal, se lo tomaba como un juego: flirtear con las prostitutas, meterles un poco de mano, entretenerlas con la vaga promesa (nunca cumplida, al menos en mi presencia) de subir con ellas a la habitación. Yo... no se realmente que hacía allí. No tenía dinero, me sentía terriblemente solo, era una mala época. Mis amigos no venían a visitarme (nunca lo han hecho) así que no pude negarles esta invitación, y sentía curiosidad. Sin embargo una vez allí me sentía completamente fuera de lugar. Nunca he tenido nada en contra de ellas, las respeto, e incluso más de una vez he pensado en acudir a sus servicios. Sin embargo no soy una persona que pueda hacer ese tipo de cosas; no por cuestiones morales, sino porque con mi personalidad retraida y problemática no solo no disfrutaría de ello sino que además es posible que me afectara. Así que apenas si sabía que decir a todas aquellas mujeres, muchas de ellas increibles (era un club de postín), que me insistian una y otra vez que subiera con ellas. No lo llegué a hacer, pese a que esa situacion me excitaba. Sin embargo no era sexo lo que necesitaba (sexo que no había tenido en muchos años), sino algo que aliviara el enorme vacío que sentía en el pecho. Un beso, una mirada... Una de ellas, seguramente extranjera y por tanto menos locuaz que las otras, quiso ser más sutil y decidió pegar su espalda a mi. Y automáticamente, me permití rodearla con los brazos y, cerrando los ojos, hundir mi cara en su cuello. Un abrazo, una caricia...

Aquel gesto, provocador y nada sutil, me llenó por completo. Sentía como si la lluvia estuviera apagando un incendio en mi interior. Como si me desprendiera de un pesado fardo que había llevado a los hombros durante semanas. Decir "alivio" no haría justicia. No era eso lo que ella buscaba, pero quizás hubiera debido de pagarle en ese mismo momento, porque, sin saberlo, me había dado mucho más de lo que podría haberme ofrecido a solas en la habitación.

Un abrazo, un beso, una mirada, una caricia... Ayer, en mi pub de siempre, rodeado de los mismos clientes de siempre, me sentí mas solo que nunca. El fuego volvió a arder con más fuerza que nunca. Y cada vez que una mujer pasaba por mi lado lanzaba desesperadas miradas a sus brazos desnudos, imaginando lo que sería tenerlos alrededor de mi cuello; a su espalda, soñando con posar mis manos en ella; a su boca, deseando que ahuyentara el dolor posando sus labios en mi frente.

Al contrario que la vez anterior, nadie pudo aliviarme. Se que el dolor pasará, pero el fuego dejará ascuas calientes que pueden avivar las llamas en cualquier momento...

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