Por fin había llegado el día.
Nuestro protagonista (a quien de momento solo llamaremos así, "nuestro protagonista") era un joven afiliado de un partido católico conservador. Los rojos les llamaban "ultraderecha", pero a el nunca le ha gustado ese apelativo. Solo trataban de hacer lo mejor para su pais, contaminado e invadido por inmigrantes y liberales, a imagen y semejanza de otros grandes líderes pasados como el Führer en Alemania. Aunque los judios hubieran manchado su imagen, a nadie se le olvida que alcanzó el poder legalmente, al igual que ellos lo habían conseguido esa noche, ganando a los estúpidos demócratas en su propio terreno.
Esa noche nuestro protagonista y varios millones de personas más se echaron a la calle. Se ondearon banderas, se entonaron himnos, se hicieron pintadas, se derribaron estatuas. El partido ganador permitió que en las celebraciones se mostraran símbolos nacionalsocialistas, aunque luego fueron prohibidos por cuestiones de imagen. Había magia en el aire. Se podían palpar las ansias de renovación, de limpieza de pais, de vuelta a los valores perdidos...
..de PODER. El pais era suyo. Nuestro protagonista era feliz.
Tres meses después se declaró el estado de excepción con la complicidad del ejército, que estaba en su mayor parte compuesto por miembros del propio partido ganador. Estos se habían alistado en la época de mayor carencia de efectivos y habían ascendido en la jerarquía hasta copar la mayor parte de los puestos de mando. Inmediatamente, comenzó el proceso de depuración nacional y las expulsiones de todos aquellos que no demostraran su utilidad al partido o al estado. Los soldados reemplazaron a la policía y se crearon milicias de barrio con los jóvenes más leales al gobierno.
Cuando nuestro protagonista recibió la carta de la unidad local del partido, pensó que por fin había llegado su oportunidad. Su fidelidad absoluta se vería recompensada con un puesto de importancia, o quizás con un rango elevado en una milicia, para poder demostrar su superioridad frente a los que se reian de él. Sin embargo, no se trataba de una carta de aprobación, sino de advertencia. En la investigación exahustiva de todos los afiliados se había descubierto que por sus venas corría sangre impura y pronto tendría noticias de la central, a menos que hiciera antes un gesto que demostrara su lealtad. Apenas si podía creer lo que estaba leyendo. El, precisamente él, era un impuro.
Nuestro protagonista fue corriendo a ver a sus padres, quienes le contaron la verdad: su abuela materna es musulmana. Su abuelo la conoció haciendo el servicio militar en Ceuta, se enamoraron, se casaron y tuvieron a su madre y sus dos tios. Por su parte, su padre sospecha que podría tener ascendencia judía, pero nunca lo había podido demostrar (desde aquel día, por cierto, nuestro protagonista siempre se miraba la nariz al pasar delante de un espejo). Para demostrar su lealtad a toda prueba se vio obligado a denunciar a sus propios abuelos para congeniarse con el partido. Estos fueron "reubicados", pero nunca supo a dónde. No le importaba, apenas si los conocía y nunca le habían caido bien. Este gesto le salvó de ser detenido e interrogado, pero de todas formas fue expulsado del partido.
A partir de aquel momento, todo fue de mal en peor. No solo no consiguió un puesto importante, sino que le resultó casi imposible encontrar trabajo. La milicia le rechazó, por ser impuro. Las empresas de mayor antiguedad desconfiaban de él porque todo el mundo sabía que denunció a su propia familia. Algunos antiguos compañeros de partido le consiguieron puestos de poca monta, pero cuando sus padres fueron también detenidos y "reubicados" montó en cólera y comenzó a cuestionarse los objetivos del gobierno. Eso le granjeó nuevos enemigos y tuvo que salir adelante por su cuenta.
Nuestro protagonista, que responde al nombre de Raul, era llamado en secreto por sus padres y abuelos como Raschid. Sin embargo, en vista de la rápida ascensión del partido en la vida política, decidieron ponerle otro nombre y esconder sus orígenes para que al menos tuviera una oportundidad de salir adelante. Sin embargo acabó siendo un vagabundo borracho que deambulaba por las aceras y mascullaba imprecaciones contra el gobierno. Un día, tres jóvenes oficiales de la milicia decidieron apalearlo por diversión y lo arrojaron a un contenedor. Mientras agonizaba, a punto de morir, descubrió que quizás el nuevo mundo no era tan perfecto como el había imaginado.
La prensa les felicitó por contribuir a la limpieza de las calles.
P.D. Este mensaje va dedicado a mi amigo "el cabrón" (del que hablé en mi blog personal), al que le gustan las bromas fascistoides. Espero que nunca se encuentre apaleado y borracho en un contenedor..
6 comentarios:
hey tomellosero, me uno a tu comentario (y hay más de un amigo fachoide, creéme).
No sé que opinas, pero viendo este paripé del Papa, crees que a partir de ahora habrá un sentimiento religioso más fuerte e indiscriminado? (viendo que países socialistas y paises laicos/aconfesionales sienten devoción por el Papa...).
¿Sentimiento religioso? ¿Qué tiene que ver el sentimiento religioso en todo esto? Este Papa era una figura mediática, una estrella, un idolo. Las fans querían besarle la mano en vez de lanzarle sujetadores, pero el sentimiento era el mismo. Supo vender su imagen muy bien mientras se pasaba el Concilio Vaticano II por debajo de la sotana.
Da igual quien sea el elegido; no levantará ni una décima parte de interés, y pronto las cosas volverán a su cauce...
no se si habéis leído un artículo bastante interesante del día 5 en El País, se titula las "Contradicciones del Papa" o algo así y lo escribe un teólogo-sacerdote alemán, es una pasada, sobretodo para los que no teníamos ni idea de como funcionaba el cotarro del Vaticano.
Lo digo porque desde hace un tiempo hasta aquí la gente opta por ser más laico. Y dicen los expertos que a partir de la muerte del papa una ola de religiosidad invadirá el mundo!!!
Buenisimas las 3 partes.
Maga, tienes por ahi ese articulo de el Pais?
Publicar un comentario