Perdido en el espacio

Quien pudiera hacer esta foto en persona...

Tengo que confesarlo: yo también soy un casaca marrón. Tras ver la magnífica (aunque un tanto irregular) película "Serenity" decidí pedirle a la mula que me trajera los capítulos de la serie "Firefly" y así saber más sobre el tema. Tan solo he tenido tiempo de visionar los tres primeros y eso me ha bastado para que me declare fan absoluto de la saga. No se en que coño estaban pensando los de la Fox cuando la cancelaron, porque es muy buena. Realmente buena. El mejor producto de ciencia ficción que he visto en mucho, mucho tiempo. Sin la infantilización en la que ha caido "Star wars", sin el aire snob de "Star Trek", sin la cada vez más intrincada e incompresible trama de "StarGate SG1", sin la exhibición anabolizante de "Las crónicas de Riddick". Un western con una nave espacial que no tiene botoncitos hasta en el lavabo y se cae a trozos de puro vieja, y una tripulación con un pasado creible, con personalidades creibles, con situaciones creibles, que se pelean de forma creible.

Es curioso que a la hora de analizar esta saga solo se haya hecho referencia a las películas que yo he mencionado (especialmente a la primera; he leido en muchas partes, y tienen razón, que el capitán Malcolm Reynolds es mejor Han Solo que el propio Han Solo). Porque lo cierto es que existe otra serie con la que tiene muchos más puntos en común y que no me extrañaría hubiera servido de referente a Joss Whedon. Me estoy refiriendo a "Cowboy Bebop", otra epopeya espacial (esta vez a ritmo de jazz y blues) de unos marginados que se mueven de un lado a otro de la galaxia huyendo de su pasado y que se ganan la vida como cazadores de recompensas. Ambas series comparten una visión realista y sucia del espacio y, sobre todo, de la gente que en él habita, con sus defectos y sus virtudes, sus alegrías y sus tristezas.

Estos días me siento como cualquiera de sus protagonistas. Marginado, perdido, sin objetivos, sin esperanzas, viviendo el día a día. Y, como ellos, me gustaría coger una nave espacial y largarme de aquí para no volver. Quizás lo haga, cuando resuelva los asuntos que tengo pendientes, puesto que mucha gente me augura un mejor futuro fuera de este país. Eso es obvio: mejor que esto, cualquier cosa.

Acabo de descubrir, además, que por mi edad entro por los pelos en la categoría de mileurista. Ese apelativo me parece, no obstante, demasiado optimista, ya que salvo en mi último trabajo (y porque las pagas estaba prorrateadas) nunca he ganado más de 800€ al mes. De hecho ahora estoy viviendo de un dinero heredado que ni siquiera debería gastar. Si fuera realmente honrado, hace mucho tiempo que estaría viviendo de nuevo con mis padres, incapaz como he sido de obtener una mínima independencia económica en estos 5 años de aventura en solitario. Pero el problema es que ya no puedo volver. Si lo hago es posible que nunca gane el dinero suficiente para volver a marcharme de nuevo y allí simplemente me moriré. No en cuerpo, sino en espíritu. Sin intimidad (a mi familia le cuesta entender que hay que llamar a las puertas cerradas antes de entrar), sin libertad (allí todo se sabe), en un pueblo que no me ofrece nada, con unos amigos a los que desprecio, en un entorno endógamico donde lo más importante es la fachada...

Me gustaría ser como Malcolm Reynolds o Spike Spiegel. Quizás, en cierto modo, ya lo sea. Desplazándome constantemente de un lugar a otro, sin apenas amigos, sin amor, sin sueños, sobreviviendo más que viviendo. Sinceramente, no estoy haciendo nada de provecho aquí en Alicante, al igual que no lo hice en Madrid y no lo haría en mi pueblo. Pero, aunque no tenga una nave espacial, al menos aquí soy libre. Libre de la presión de mi familia, del entorno, de unos convencionalismos sociales que no tienen nada que ver conmigo. Libre para hacer las maletas en cualquier momento y dejar todo atrás.

Ahora la cuestión es saber hacia dónde tengo que dirigir mi rumbo...