1 de marzo de 2005
Asco de... avances informativos
Tiempo atrás hubo una época en la que las cadenas de televisión eran más honestas o, cuanto menos, más inocentes. Fueron aquellos años en que, tras pasar por los vergonzosos comienzos de las Mama-Chicho y los peinados cardados, las cadenas decidieron competir entre ellas con la calidad (ejem...) y no con el espectáculo. Los telediarios aun no se habian convertido en un "show" de "prime time" (como les gusta usar estos términos a los directivos...) y la publicidad se ofrecía de forma cruda, sin espacios patrocinados o telepromociones (¿soy el único que no soporta los anuncios previos a una serie nacional, rodados por esos mismos actores?).
En aquellos tiempos, en los que el formato y el diseño empezaba a tener un papel preponderante a la hora de conformar cualquier tipo de programa, la transición entre una emisión y otra se hacía de forma clara y definida, con la cortinilla de rigor. Incluso hubo algún programador que tuvo el arrojo (hoy en día impensable) de ajustar los cortes de publicidad en las series extranjeras a los que estaban previamente fijados en las mismas con el oportuno "efecto dramático y fundido en negro". Sin embargo, de un tiempo a esta parte se ha extendido la moda de cortar cualquier programación de sopetón, sin avisos ni cortinas ni leches, una vez se haya alcanzado la hora de dar el avance informativo del telediario de la noche (en el que normalmente no se nos avanza nada que no hubieran contado ya a mediodia). El telespectador avisado no tiene más que echar un vistazo al reloj y comprobar que efectivamente se ha llegado a la hora en punto o a la media y por eso se ha producido el corte. Pero si aún no lo ha experimentado, puede llegar a darle un vuelco el corazón.
Vamos a ver, esto es España, señores. Hemos pasado dos décadas mirando con inquietud los noticiarios para conocer quien había sido la siguiente víctima de ETA, los GRAPO o la corrupción política y bancaria. Hace apenas 10 años un corte súbito de programación no podía significar más que muerte, destrucción y barbarie, o una noticia con un interés internacional ineludible dentro de un panorama de información nacional gris y muchas veces monótono (no es que hayan cambiado mucho las cosas, pero al menos ahora lo disimulan mejor). Y sin embargo, los programadores no tienen reparos en repetir la misma fórmula para que los televidentes no tengan tiempo ni de hacer el amago de levantarse de la silla para ir a mear o, dada la duración de los anuncios, darse una ducha completa con afeitado y/o depilado, (dependiendo de los gustos de cada uno). Juro que la primera vez que me ocurrió (viendo Smallville, el paro me ha hecho recuperar la programación de tarde) salté de la silla, esperando ser testigo de una catástrofe de proporciones cósmicas (¿cuanto hace que Galactus no intenta merendarse el planeta?). E imagínense mi alivio y decepción cuando comprobé que simplemente querían, una vez más, repetirnos que nadie tiene ni idea de cómo se quemó el puto Windsor. Quizás lo consideren una estrategia publicitaria, pero eso en mi pueblo se llama tener muy mala baba.
A nadie se le escapa que la próxima vez que realmente se vean obligados a cortar la programación será cuando el Papa estire su santa pata de una vez (ha faltado poco), o cuando la policía sea menos rápida que los etarras y vuelvan a "poner muertos sobre la mesa". Eso si deciden cortarla, porque recuerdo que la última vez que pasó un hecho de relieve (no recuerdo cual) las cadenas se limitaron a anunciarlo en el programa que estuvieran emitiendo en ese momento con un mareante cartelito en movimiento, hasta que llegó la pausa previamente establecida y pudo ser analizada en el avance de rigor por los presentadores y su oportuna cara de poker. Cara que alguna vez les juega malas pasadas, con esta otra moda de alternar noticias serias y reportajes de "buen rollo", de forma que muchas veces todavía se están riendo cuando tienen que informar de la última bomba en Bagdad. Que aprendan de mi amada Begoña Chamorro, que es una maestra en el tema.
Señores programadores, hagan el favor de leerse el cuento de Pedro y el lobo, porque cuando quieran informarme de que un misil de gran potencia se acerca a Alicante, yo estaré meando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Esa publicidad de las teleseries patrias,con todos los personajes de las mismas vendiéndonos lo que sea...Ah,y el de Resines,con el alucinante "¡Chaval,que esto es cine español!"
Bueno, si las dos protagonistas "adolescentes" de Los Serrano deciden promocionar ropa interior, ahí no tengo nada que objetar...
me ha molao un huevo tu post
sigue asi
Casi que mejor pasamos de la televisión y ya está, así evitamos disgustos.
No hay adolescentes (ñññ, cómo odio esa palabra) en los Serrano, sólo personajillos vestidos de chicos responsables de instituto.
que razon tienes ex
Publicar un comentario