10 de marzo de 2005

Monstruos cotidianos


El rostro de la muerte Posted by Hello

El tipo de la foto se llama Chris Bauer y es un magnífico actor secundario que ha aparecido en un buen puñado de películas, algunas de ellas muy conocidas (Face/Off; Desmontando a Harry; Alta fidelidad; etc.). Uno de sus mejores papeles, a mi juicio, fue el que realizó en Asesinato en 8mm. En ella daba vida a "Máquina", el despiadado asesino protagonista de "snuff-movies" tras cuya pista se haya un Nicholas Cage con cara de estreñido. En un principio estaba escrito en el guión que no se vería el verdadero rostro de "Máquina" en toda la película, pero finalmente decidieron darle una de las líneas de dialogo más interesantes que ha pronunciado jamás un "malo" delante del "bueno". Tras quitarse la máscara y ponerse las gafas (dándole un aspecto de friki patético, gordo, triste y gris), venía a decir algo como esto:

- ¿Que esperabas ver? ¿Un monstruo? ¿Te sentirías mejor si lo fuera? Pues no, soy una persona al igual que tu.


Mañana es el aniversario de la matanza del 11-M. Como era previsible, los informativos están programando a todas horas reportajes, homenajes y noticias relacionadas con el tema, hurgando si cabe aún más en las heridas morales y físicas de aquellos que la sufrieron en carne propia, o en la de los familiares de los que no tuvieron tanta suerte y perdieron la vida allí. Estoy convencido de que a muchas de las víctimas les gustaría que mañana ni siquiera se mencionase el tema, que las dejasen poder seguir adelante y olvidar todo lo vivido de una vez. Pero no lo harán, es un tema demasiado importante y demasiado jugoso para pedirle a los periodistas de que lo aparquen, que respeten su dolor. En un pais donde los muertos se usan para presionar al gobierno, donde las asociaciones de víctimas se han convertido en un lobby que ataca a cualquiera que no piense como ellos, donde la oposición no duda en acusar a un político de colaborar con los terroristas solo porque no acudió a una manifestación, el dolor de las personas es lo menos importante. Lo que importa son las noticias. Y para hacer noticias, necesitamos crear monstruos.

Hace algunos años escribí muy indignado una carta a la redacción del periódico alicantino Información, por un artículo publicado sobre el "Asesino de la katana", ese chaval que mató a toda su familia en un arrebato de locura con una espada japonesa. Afirmaba el redactor, muy preocupado, que en su cuarto se habían encontrado libros y posters sobre artes marciales, y unos cómics "extraños, mezcla de fantasía y ciencia-ficción". En el tono en el que estaba escrito, daba la impresión de que eran dos pruebas irrefutables del desequilibrio del asesino. Y claro, poco le importaba al periodista que las artes marciales sean una serie de deportes reconocidos y reputados que han proporcionado un buen número de medallas olímpicas a este pais. O que, en su ignorancia, no haya tenido en cuenta que en la definición que ofreció de los cómics encontrados podría incluirse hasta el 80% de la producción actual y por tanto hacer cundir la alarma entre los padres que encuentren un tebeo parecido entre las cosas de sus hijos. La realidad y la objetividad no importan, lo que importa es hacer un retrato impactante, hacer ver que se creia un ninja, que leia cosas que le reblandecieron el cerebro. Si mató a su familia, no podía ser un desequilibrado, tenía que ser un monstruo.

En la búsqueda de los monstruos se puede llegar hasta extremos hilarantes. Si Alfredo Galán se convirtió en el "asesino de la baraja", se lo debe a los periodistas y su afán en crear noticias. Aunque los noticiaros trataron de taparlo, para no reconocer que habían metido la pata hasta el fondo, el mismo Galán confesó que el primer naipe apareció por casualidad y simplemente decidió seguir el juego en vista de la enorme expectación que había creado. Hemos visto demasiadas películas, la prensa lo sabe y poder darle un nombre a un asesino se ha convertido en algo básico. "Scorpio", "El francotirador de Texas", "Los bandidos invitados", "Seven", son nombres impactantes que venden más periódicos, crean alarma e inducen a creer que nos enfrentamos a un ser enfermizo y despiadado, un supervillano, alguien a quien solo los Vengadores podrían derrotar. Pero como Henry, retrato de un asesino demostró (no he visto la película, que conste, hablo de oidas), no hace falta ser un monstruo para matar sin piedad. Quizás, aunque no nos guste la posibilidad, sea simplemente una persona, como tu y yo.

Escribo este mensaje por un pequeño detalle que escuché en un reciente reportaje sobre el 11-M. La gente no suele fijarse demasiado en los detalles, pero yo, como traductor en ciernes, he sido entrenado para escudriñar lo textos en busca de cualquier elemento discordante y suelo, inconscientemente, analizar meticulosamente cuanto escucho o leo. En este reportaje, emitido en no recuerdo qué cadena, hacían una reconstrucción de los movimientos de los terroristas el día previo a los atentados. Y afirmaban, con rotundidad y señalándolo como algo importante, que acudieron a cierta peluquería para beber agua bendita. El mensaje es claro y preciso: eran unos fanáticos religiosos y realizaron un ritual antes de matar. Asesinos. Monstruos. Sin embargo recuerdo perfectamente que unos meses antes, en la misma o en otra cadena, entrevistaron al dueño de dicha peluquería en busca de información relevante. Este hombre, entre indignado e incrédulo, explicó a los periodistas una y otra vez que el agua bendita no tenía más sentido para ellos que el "agua del carmen" de los cristianos. Que el hecho de que la bebieran fue algo fortuito, puesto que la peluquería es simplemente un lugar de reunión para los amigos. El dueño suele tener agua de ese tipo en su establecimiento y decidieron beber posiblemente con el mismo sentimiento supersticioso que las que compran carísimos frasquitos de agua en Fátima o Lourdes: para que les diera suerte, para que les diera ánimos, para que les diera fuerzas. O quizás, solo quizás, para que les quitara la sed. Pero solo las personas beben por necesidad. Los monstruos lo hacen para matar, y ellos no pueden ser otra cosa que monstruos.

Después de un año tras los atentados, después de años y años de terrorismo etarra, la prensa y otros grupos de presión siguen embarcados en una suicida carrera por deshumanizar lo más posible a los asesinos, terroristas, pedófilos o conductores imprudentes (y ahora a los fumadores). Y la gente (la masa, el vulgo, la chusma) parece aplaudir esta conducta, que se destierre para siempre de la raza humana a quien haya cometido tan atroces actos. Poco importa las razones por las que los han cometido y lo que podriamos hacer para evitar dichas conductas. Lo importante es convertirlos en monstruos y encerrarlos en algún agujero profundo y oscuro donde no podamos verlos. Sin embargo, pese a todos sus empeños, siguen siendo personas. Siguen siendo hijos de alguien, y familia de alguien, y amigos de alguien, y amantes de alguien, y compañeros de trabajo de alguien. Siguen teniendo personalidad, y sentimientos, y si les pinchas sangran. Recuerdo muy bien como justo despúes del 11-S y la invasión de Afganistán entrevistaron a un tipo que se había encontrado tiempo atrás con Bin Laden de casualidad en un salón de te en dicho pais y lo definió como "un hombre muy educado e inteligente". Bin Laden, el fanático, el genocida, el asesino, es un tipo cortés y culto. Si dicho reportaje hubiera llegado a EEUU jamás se habría emitido (y ese tipo todavía estaría siendo interrogado por la CIA). Ellos, más que nadie, necesitan convertirlo en un monstruo, retirarle el título de ser humano, darle caza y muerte como a un animal.

La principal moraleja que se desprende de esto es que la humanidad sigue sin aceptarse a sí misma. No queremos reconocer que tenemos un lado oscuro, muy oscuro, que nos puede inducir a cometer los más atroces actos contra nuestros semajantes. Y eso no quita que seamos personas, porque precisamente nuestra principal virtud (el que dicen que es el don divino) es que tenemos libre albedrío, que somos capaces de lo mejor y lo peor. Sin embargo nos hemos vuelto tan hipócritas, tan cínicos, tan falsos, que no queremos mirar a la cara a aquellos que han cruzado la línea. Preferimos desfigurarlos, convertirlos en monstruos, desterrarlos del mundo. Cualquier cosa antes que admitir que son personas, como nosotros, o quizás incluso fueron mejores que nosotros. Que sienten, y comen, y rien, y respiran, y lloran, y se alimentan, y aman, y odian como cualquiera de nosotros. Quizás nos asusta mirar al abismo porque este nos puede devolver la mirada, porque podemos descubrir que somos iguales que ellos, que nosotros también somos capaces no solo de lo mejor sino también de lo peor. Rechazamos la oscuridad porque la sociedad, la religión, la política nos han enseñado a hacerlo, a querer solo lo bueno y olvidar la otra mitad de nuestra humanidad. Sin embargo, como dijo Chris Stevens (John Corbett) en uno de los mejores episodios de Doctor en Alaska, hay que "dar un gran abrazo a la oscuridad" y aceptarla.

Porque nosotros podemos ser ángeles...

... pero también demonios.

3 comentarios:

La-Ruina dijo...

Asesinato en 8 mm está de puta madre.Me lo pasé de miedo.

Anonymous dijo...

Yo ya lo dije en más de una ocasión:
"Nadie es tan bueno como lo pintan ni nadie es tan malo como pensamos".
Pero nadie me creyó.
Chica Z

malaputa dijo...

La educación y la cultura no tiene por qué ser símbolo de bondad. El movimiento nazi no nación en un pueblo especialmente inculto o poco civilizado...