Va siendo hora de despejar una duda que asoma en la cabeza de cualquiera unas horas después de conocerme. La respuesta es sí: además de asocial, enfermo, marginado y friki (de los cojones), soy un PERVERTIDO. O al menos así es como suelen llamarme, aunque no veo yo que tiene de malo ser comprador de pornografía (bueno, hasta que descubrí el eMule) y ocasional visitante de sex shops y peep shows. Cierto es que, como ya dije en otro mensaje, mantengo una paranoica relación amor-odio con el sexo, pero eso no quita que tenga necesidades como todo el mundo y que tenga que aliviarlas de alguna manera u otra. Y, esposas/novias/amantes, sepan que sus maridos/novios/amantes también acuden al sexo enlatado de vez en cuando (o incluso con mucha frecuencia). Así que un respeto.
Sepan los profanos que cualquier visitante no accidental de un sex shop entra a formar parte de una Sociedad Secreta con sus propias reglas, que conviene aprenderse para no llamar demasiado la atención en un recinto casi sagrado donde la discrección es la regla de oro. Por eso antes que nada hay que tener claro a cual de las 4 categorías principales de consumidor quieres pertenecer y evitar cualquier confusión:
- CLIENTE FIJO. Dependiendo de la categoría del sex shop puede ser un comprador compulsivo de videos y revistas, o un sobador profesional de señoritas en la barra americana. Es imprescindible haber alcanzado cierta madurez y, por supuesto, solvencia económica.
- CLIENTE ESPORÁDICO. O sea, un servidor. Ya que ni la edad ni los ingresos nos permiten entrar más a menudo (o porque no queremos, que hasta eso llega a aburrir), el cliente esporádico visita de vez en cuando su local favorito en busca de algo de material con el que aliviar su soledad en casa (que pedazo de eufemismo) y, ya de paso, hacer una visita a las video-cabinas o el peep-show. En esta categoría también entran ejecutivos estresados y padres de familia.
- CLIENTE ACCIDENTAL. No porque haya confundido el sex-shop con una mercería (aunque casos más increibles se habrán visto), sino porque se ven obligados en contra de su voluntad a entrar (o eso dicen...) para conseguir algún regalo o material para una despedida de soltero/a (normalmente de /a). Suelen mirar a las miembros de las dos categorías anteriores con un deje de asco (especialmente las mujeres), pero más de uno entra en la secta tras haber cruzado la línea prohibida
- CLIENTE DE FIN DE SEMANA. Ejemplar muy temido por todos los demás y la razón de que los habituales prefieran hacer sus visitas entre semana y en horario infantil. Solo aparecen en lugares con barra americana, cabaret o, a veces, peep-show. Igual que muchos tios (y no solo los tres putos toreros) gustan de irse a tomar una copa a algún local de alterne los fines de semana, los hay que no se atreven a tanto y por eso van a algún sex shop bastante borrachos a dar la nota y meterse al mogollón en las cabinas hasta que los echan. Lo puto peor.
Si has decidido formar parte del club lo lógico es empezar en la categoría 2. Así que es hora de que te equipemos como es debido. Todo pervertido que se precie ha de llevar los siguientes objetos:
- Un paquete de kleenex (algunas cabinas ponen rollos de papel higiénico, pero es mejor evitar usarlos)
- 5 € en monedas sueltas (no más para poder controlar el gasto)
- 30€ en billetes (por si decides llevarte un DVD o comprar algunas revistas)
- Tabaco y un mechero (para "después", aunque el mechero tiene otra utilidad que veremos más adelante)
- Pantalones con cremallera (importantísimo), camisa o camiseta holgadas y por encima de los pantalones (en primavera y verano) o chaqueta larga (en otoño e invierno).
- Caramelos (sí, caramelos)
- Una bolsa de plástico
Una vez equipado, hay que elegir con cuidado el local en el que vas a iniciarte. Si entras en uno cutre de barrio con estantes oxidados y olor a lejía barata, es posible que se te quiten para siempre las ganas de volver. Hay que elegir el más grande posible, con peep-show e incluso barra americana; no solo por el hecho de que te resulte más agradable la experiencia, sino porque cuantas más opciones haya, más dispersa estará la gente y menos incómodo te sentirás. Mi favorito, y en el que yo me inicié, es sin duda Mundo Fantástico (Atocha, 80).
Bien, es el momento de la prueba de fuego, cruzar el umbral. Solo hay dos formas posibles de hacerlo: ocultándote en las sombras como un cobarde o con toda la naturalidad del mundo. No nos engañemos, la gente "normal" nos mira con desprecio y un desagradable aire de superioridad cuando nos ven entrar en estos sitios, especialmente las mujeres. Entre los hombres no iniciados también ocurre un fenómeno curioso, y es que a veces observan la puerta de los sex shops con la misma terrorífica fascinación con la que miramos el fondo de un pozo e imaginamos qué habrá allí. Algunos de ellos no tardan en caer. Pero no nos desviemos del tema, ¿como hay que entrar? Pues sin miedo y con paso firme. Al principio es tentador querer pasar lo más desapercibido posible, pero eso es poco menos que imposible en lugares como Hollywood Center (Atocha, 86, creo), cuya entrada parece la puta puerta de acceso de una nave espacial en una película de ciencia-ficción de serie Z: filas y filas de lucecitas apagándose y encendiéndose que hacen imposible cualquier intento de discrección.
Respira hondo, camina con naturalidad y empuja la puerta (o espera que se abra). Ya estás dentro, ¿ves? No ha sido tan dificil. Ahora es cuando mis sabios consejos empezarán a dar su fruto. Puede que usted recuerde una leyenda urbana de hace algunos años según la cual ciertos grandes almacenes esparcían hormonas a través del aire acondicionado para aumentar la agresividad y que la gente comprara más. Pues bien, casi aciertan: son los sex shops los que echan algo raro en el aire. No se si serán realmente hormonas femeninas (tengo entendido que es una práctica prohibida), pero es una realidad como un piano que al entrar a ciertos locales te excitas nada más pasar la puerta. Una vez te conviertes en cliente esporádico las hormonas dejan de hacerte efecto, pero si eres un novato en el tema fijo que te empalmas; de ahí la importancia de llevar ropa holgada que te tape. De momento vamos bien.
Para entrar en la materia, es bueno empezar con lo fácil: las revistas y los juguetes sexuales. Estas dos son posiblemente las secciones más cuidadas de un sex shop y las que menos intimidan. A fin de cuentas, ¿quien no le ha echado un vistazo a una revista porno en su adolescencia? Así que date una vueltecita para que te vayas acostumbrando a las distintas parafilias sexuales de las que posiblemente no tenías ni zorra idea. Si te mareas, alterna con la sección de consoladores y juguetes diversos (si están bien expuestos, parece un museo). Y si el sitio es realmente importante, incluso habrá una sección de lencería imposible, con preponderancia de modelitos de cuero (se están poniendo de moda) que no te debes perder.
Toma aire y échate unas risas en los estantes de productos para despedidas de soltero/a, porque vamos a pasar a algo más complicado: la sección de videos. Casi todos los sex shops que conozco tienen etiquetas en los estantes para los DVD (ya casi no venden VHS). Pues bien, no les hagais ni puto caso. Es facilísimo encontrarse videos "Gay" en medio de "Anal - colegialas", alguna "Embarazada" entre los "Maduras con jovencitos" o incluso he visto "Zoofilia con caballos" al ladito de "Grandes tetas". Aunque me duela admitirlo, hay muy poca profesionalidad en este aspecto. Entiendo que los empleados sean simples curritos sin ningún interés en que todo guarde un orden de biblioteca, pero es que es muy desagradable rebuscar videos de "Jovencitas - amateur" y que te aparezca un "Fist-fucking". Y no digamos de cosas más fuertes. Así que para una primera incursión aconsejo echar un vistazo por encima y sobre todo no perder de vista el lineal de Private.
Bueno, pues a estas alturas seguro que andamos ya más calientes que el cenicero de un Bingo ¿no?. Y considerando que esta es una experiencia iniciática, es ab-so-lu-ta-men-te imprescindible perder la inocencia entrando a las cabinas del Peep-Show y así ser un miembro de pleno derecho de esta Sociedad Sexual Secreta. Pero ¡cuidado! Existe un código de conducta que hay que seguir a rajatabla si no quieres ser rechazado de buenas a primeras. Lo primero de todo, hay que localizar las cabinas (no confundir con las video-cabinas), ubicar el panel con las fotos de las chicas (o parejas) y averigüar el tiempo que dura el turno de cada chica.
No se si por estrategia o por simple descuido, ultimamente los peep-shows dejan demasiado espacio entre el panel y las cabinas. Puede que con ello traten de evitar la acumulación de gente en un mismo turno, pero también crea indecisión entre la gente. No te apures, desplázate hacia el panel, mira las fotos y elige cuales son las chicas que más te gustan (cuando vas muy caliente la verdad es que te da lo mismo, pero los hay muy puntillosos). El panel es el lugar de reunión de los socios y en el hay que acatar tres normas MUY IMPORTANTES:
- NUNCA, repito NUNCA hables con otro socio salvo para preguntarle la hora o la ubicación de los lavabos.
- Evita cualquier tipo de CONTACTO FÍSICO con el resto de socios
- Toda comunicación con los socios se hará a través de las MIRADAS
¿Recuerdas los caramelos? Pues bien, como es posible que tengas la garganta más seca que el Sahara en verano, es conveniente que te metas uno en la boca. De lo contrario, podrías ponerte a toser e incomodar al resto de clientes.
Ahora que estás a punto de ser iniciado, es el momento de desvelar un secreto de la Sociedad Secreta: nos gusta mirar pero NO que nos miren. Queremos ver como una hermosa hembra se contonea sexualmente mostrándonos impudicamente sus genitales, pero NO queremos que nos mire y nos preste demasiada atención. Somos simples mirones y por eso los socios han de ponerse de acuerdo SIN HABLAR para que entre la mayor cantidad de gente posible en el mismo turno. Cuantos más socios haya, menos atención te prestará a tí. Hay que estar muy atentos a la voz del animador (si lo hay) o a los números que aparecen en la cabina para identificar a la chica que hay en cada turno, y a las miradas de los socios. Cuando empiece un turno nuevo que te interese y veas que las miradas se multiplican, es que la gente quiere entrar. En cuanto lo haga uno, el resto le seguirá.
Entra, cierra la puerta y echa el cerrojo (no se te olvide esto último si no quieres tener algún disgusto...). Es hora de echar mano de tu calderilla; todas las cabinas aceptan monedas de 1 y 2 euros, y según la cantidad que eches el contador irá más o menos deprisa. En general con 3 euros vas servido, 2 si eres rápido. Pero, ¡atención!, hay que tener muy en cuenta el tiempo de los turnos de las chicas. En algunos lugares pueden llegar a estar media hora; en otros 10 minutos; hay peep shows en los que se alternan cada 3 minutos. Por eso es importante llevar pantalones con cremallera y no pelearse con los botones; el tiempo es oro (nunca mejor dicho). Además las cabinas se oscurecen en cuanto se levanta la cortina (intimidad ante todo) y es más complicado maniobrar. Si de todas formas tienes algún problema no te preocupes: saca el encendedor y solucionalo antes de que te quedes sin pasta.
A hacerse una paja me parece que no tengo que enseñar a nadie (o bueno, a lo mejor sí, que he conocido a cada cenutrio...). En este tipo de situaciones resulta un poco más complicado, ya que al principio tienes un ojo puesto en la chica (o pareja) y el otro en el contador. Si eres un poco lento, para evitar que se te corte el rollo es conveniente dejar las monedas encima del aparato y así poder introducirlas con una sola mano. En sucesivas visitas uno aprende el tiempo y dinero que te hace falta, aunque esas cosas siempre pueden variar (un mal dia lo puede tener cualquiera). En cualquier caso, al final será imprescindible que tengas pañuelos de papel a mano. PERO, ocurre que no en todas las cabinas hay papeleras. Ahí es donde interviene la bolsa de plástico y así te ahorras un disgusto innecesario.
Bien, es AHORA y no en otro momento cuando debes hacer tus compras. Ahora que estás más tranquilo, y la sangre ha vuelto al cerebro, puedes pensar con un poco más de calma y evitarás llevarte a casa algo de lo que te tengas que arrepentir nada más ponerlo en el DVD. Eso sí, a las malas siempre podrás ir corriendo a una tienda de segunda mano y recuperar parte del dinero, una parte bastante pequeña considerando lo que cuestan los cabrones. O si quieres ir a lo seguro, siempre podrás comprarte dos o tres revistas (o un Private The Best), que te envolverán en discretas bolsas negras para poder llevarlas por la calle.
Bienvenido al club. Al HellFire no, joder, al de pervertidos de sex-shop. Acabas de dar un gran paso en tu propia degradación y a perderle el respeto a la sociedad occidental. Es posible que al final de todo sientas una profunda vergüenza por lo que acabas de hacer (pajearte mirando a una chica contorsionarse al otro lado de un cristal), pero piensa que es mucho más barato y aséptico que irse de putas, y mucho menos ridículo que el cibersexo. Ya solo te queda salir a la calle, sonreir maléficamente a esa señora que te está mirando con profundo desprecio y encenderte un cigarro.
Si hay que morir, mejor por el tabaco que por la abstinencia sexual.
4 comentarios:
Uhh... sii, Natalie Portman por doquier. Quiero ver esa película, me han dicho que está bastante bien.
¿En serio te miran tan mal?. Yo entré un par de veces y jamás he tenido la impresión de que al salir me mirara mal nadie...
Cierto es que los vecinos del sex shop acaban acostumbrándose a ver entrar a todo tipo de personas e infraseres, pero más de una vez me he encontrado a alguien parado y mirándome sin disimulo o riendose por lo bajini (sobre todo chicas jóvenes). En cuanto a las mujeres, ya que en la Sociedad Secreta no se admiten, se sobreentiende que cuando entra una solo puede ser por a) Va a comprar un consolador a una amiga, b) Va a por artículos de una despedida de soltera, o c) es una stripper. Mentalidad española y tal...
En un piso compartido vivíamos cinco personas. Una de ellas abusaba claramente en sus consumos de agua, gas y electricidad (se bañaba todos los días y tenía permanentemente encendido un calefactor eléctrico en su habitación, el hijoputa). El resto como venganza sacabamos semanlmente 4000 pts. del bote de la comunidad(año 98 y 99) y saliamos del piso en fila india y silbando los cuatro la canción de "Barrio Sésamo" y, como decían unos gemelos jienenses "nos ibamos a echar unas monedillas" a los Sex Shop de la C/ Atocha. La diversión duraba mucho rato ya que eramos estrictos a la hora de seleccionar a las chicas que queriamos ver y luego comentabamos el espectáculo en plan "cine forum". Ahora que lo he contado me siento mejor. Grasias ascodevida.
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