24 de octubre de 2005

Domingo




"Choose DIY and wondering who the fuck you are on a Sunday morning" (Trainspotting)


Odio los domingos, hace mucho tiempo que no los soporto. En aquellos tiempos pretéritos en los que era poco menos que un beato (todos tenemos un pasado) al menos significaba ponerse más o menos elegante e ir a escuchar el aburrido sermón semanal, para después reunirse con los "amigos" e ir a comprar golosinas. Con el tiempo las golosinas se transformaron en cañas y tapas, pero por aquel entonces ya había dejado de creer. En todo. Supongo que al perder la única excusa que me movía a salir de casa ese día fue cuando me di cuenta de lo mucho que lo odiaba.

El domingo es un día estúpido, absurdo, carente de todo sentido. Un hueco, un vacío en la semana que tratamos inutilmente de rellenar con actividades triviales. Un mal remedo católico del Sabbath judío (supongo que escogieron otro día para marcar las diferencias) del que ni siquiera los que somos ateos podemos librarnos. Casi todas las tiendas cierran, la actividad industrial se paraliza, la programación de televisión se idiotiza hasta el infinito. El día de descanso es el más estresante de toda la semana...

En el instituto los domingos eran una pesadilla. Nuestro grupo de "amigos" era una absurda amalgama de personalidades y gustos dispares que jamás se pusieron de acuerdo en casi nada. Solíamos finiquitar el día tomando café y discutiendo sobre lo que haríamos a continuación, para después retirarnos a nuestras casas al no haber acuerdo. Solteros, amargados, perdidos y sin ideas, no es de extrañar que no eche de menos mi adolescencia. Pero en la universidad las cosas no fueron mucho mejores. Al ser abstemio nunca tenía resaca, por lo que solía levantarme pronto solo para encontrarme que mis compañeros acababan de irse a la cama. El domingo consistía en un periódico y un frenético zapping por todas las cadenas en busca de algo que mereciera la pena. Nunca lo encontraba.

Para alguien que trabaja en hostelería, el domingo es una de las peores jornadas de trabajo. Las cañas antes de comer, los cafés de después, y el resto del día para mirar las moscas que vuelan por la sala. Suele ser cuando se hace limpieza, aprovechando la falta de clientes, un motivo más para odiar ese día. Pero es difícil librarse de él. En cuatro años puedo contar con las manos los domingos que no he trabajado, a pesar de que la mayoría de las veces ni siquiera hiciera falta que estuviera allí. Y cuando me libraba era aún peor, puesto que eso significaba pasarme todo el tiempo durmiendo para recuperarme de la paliza del sábado. Solía despertarme pasada la hora de comer, con el estómago confuso y sin ganas de salir de casa para buscar algo que hacer. En casa los domingos también son el día de limpieza, puesto que ni siquiera me quedan fuerzas para ignorar la mierda acumulada en todas partes.

Las tardes de domingo son como un mal sueño, un momento kafkiano de desorientación y reflexión profunda sobre la futilidad de mi vida. Sin ganas de hacer nada cuando trabajo, sin dinero cuando no, me veo obligado a replegarme sobre mi mismo y analizar mis circunstancias. Por eso, desde hace mucho tiempo, los domingos suelo deprimirme. De forma brutal, inmediata, inevitable, el peso de la existencia cae sobre mi como una losa de la que no puedo desprenderme y que me ahoga hasta que me voy a la cama. Aunque al menos se que no soy el único. Las pocas ocasiones en las que permanecer en casa es demasiado insoportable, salgo a la calle tan solo para encontrarme con una legión de familias, jóvenes y parejas que deambulan por la ciudad como muertos vivientes que fueron enterrados con su mejor traje. Fingen ser felices, pero hay que estar muy ciego para ver que no lo son.

Deberían de prohibir los domingos. Y las vacaciones de agosto, y las navidades, y la semana santa, y los puentes interminables, y todas esas ocasiones en las que nos vemos obligados a enfrentarnos a nosotros mismos...

1 comentario:

Anonymous dijo...

Tienes razón. Los domingos son un asco. Intento buscar todo tipo de actividades para ese día, pero es un día tan largo que me sobra tiempo. Por no hablar de que todos mis amigos están igual, a si que entramos en depresión colectiva.
En fin, no somos los únicos...