25 de octubre de 2005

El relato encadenado

CAPÍTULO 3


A las doce en punto, con las campanas de la iglesia más cercana repicando estruendosamente, el inspector Murillo llegaba al escenario del crimen. El policía que había encontrado el cuerpo trataba de explicarle la situación a gritos. Le hizo callar con un gesto ("menudo gilipollas", pensó el subalterno) y esperó a que cesara el ruido encendiendo el enésimo cigarro de la noche. El fiambre podía esperar unos segundos, de todas maneras no iba a ir a ninguna parte...

Cuando por fin se hizo el silencio ("odio las putas iglesias") volvió a levantar la mano para que el novato diera su informe:

- Varón, blanco, alrededor de 35 años, moreno y con el pelo largo, alto y de complexión fuerte. Alguien le pegó un tiro entre las cejas, parece obra de un profesional.
- Eso que lo digan los de la científica, a nosotros solo nos pagan para investigar. ¿Quién descubrió el cadaver?
- Mi compañero y yo, señor inspector. Un vecino oyó el disparo, nosotros estábamos por la zona. La puerta estaba entreabierta, así que entramos y nos encontramos con el espectáculo.
- ¿No pidieron refuerzos?
- Sí, señor, antes de entrar, pero decidimos adelantarnos por si...
- ¿Por si qué? ¿Por si podíais pillar al asesino? Suerte teneis de haber llegado tarde. Ya hablaremos usted y yo en mi despacho. Enséñeme al difunto.

"Grandísimo cabrón", pensó el policía. Apretando los dientes, guió al inspector Murillo hasta el interior del apartamento. Varios vecinos se arremolinaban en los rellanos contemplandolo todo como si estuvieran en una pelicula. La violencia vende. La sangre, más aún. Tan solo hay que ver los atascos que se producen en las carreteras cada vez que hay un accidente...





- Lo conozco - dijo el inspector nada más llegar.- Es un confidente de la policía. Joder, esto está hecho un asco. ¿Ésta era su casa?
- Los vecinos dicen que no era el propietario, pero que era el único que entraba y salía.
-¿Vio alguien al posible asesino?
- No señor, era tarde y estaba todo el mundo durmiendo. Aquí solo viven jubilados.
- Pues mal empezamos. Los de la científica están a punto de llegar, que se encarguen ellos del tema. Yo tengo cosas mejores que hacer.


El comisario entró de nuevo en su coche y arrancó al tiempo que encendía otro cigarrillo. No pensaba dedicarle a este caso más tiempo del necesario. Todos los chivatos acababan igual, tarde o temprano, y era imposible encontrar a los culpables, en su mayoría asesinos profesionales que ni siquiera estaban fichados. No, aquella noche no pensaba pasarla elaborando estúpidos informes sobre un yonki muerto que no le importaba una mierda a nadie. Tenía otros asuntos de los que ocuparse, asuntos de faldas, aunque lamentablemente eso no significaba que follaría esa noche. Se habían denunciado varios casos de asaltos de mujeres a hombres en la zona de copas más selecta de la ciudad. "Lo que faltaba", pensó el inspector. "Por si no tuvieramos suficiente con los maltratadores, ahora empiezan ellas. Joder, ¿para esto querían igualdad?".

El alcalde estaba nervioso, así que debía hacer algo cuanto antes. Este asunto era malo para el negocio. Si los hombres no se pasaran toda la noche bebiendo mientras tratan inutilmente de ligarse a chicas 10 años menores que ellos, muchos locales tendrían que cerrar. Si cerraran, el ayuntamiento no recaudaría dinero de licencias, impuestos y multas. Si el ayuntamiento no conseguía dinero, el alcalde se ponía nervioso. Si el acalde se ponía nervioso, comenzaba a tocarle los cojones para que lo solucionara. Y no le gustaba que ese corrupto seboso y decrépito le tocara los cojones. Aunque le llevara toda la semana, acabaría encontrando a las culpables. Además, trabajar en la zona de copas no era excesivamente desagradable. "Bien mirado", pensó Murillo, "podría echar un polvo y alegar que es parte de la investigación..."


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En el otro lado de la ciudad, al tiempo que un hombre moría a manos de un desconocido, un ama de casa corriente tuvo un orgasmo mientras follaba con su marido. Hacía tanto tiempo del último, que se asustó creyendo que era otra cosa...


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A las 12 y 35, el conserje de una finca antigua restaurada, con ascensor enrejado y escalones desgastados por el tiempo, observaba a través de la puerta translúcida de la portería como dos de sus vecinas bajaban del ascensor. Una rubia y otra morena, una vestida con escote y minifalda, la otra con un discreto traje chaqueta tras el que dificilmente podía ocultar sus abundantes pechos. Apoyado contra el cristal con una mano, masturbándose con la otra, a la sombra que les acechaba se le caía un hilillo de baba por la comisuria de los labios.

- Putas, todas putas, con sus faldas, sus medias, sus escotes. Me provocan, me tientan, pero no lo conseguirán. No, se lo que hacen, se lo que quieren, que me encierren, que me droguen, que me maten. Pero no lo conseguirán, no señor, no lo conseguirán, yo soy más fuerte, no volverán a por mi, no volverán a por mi...

La morena y la rubia se detuvieron un momento para conversar en la entrada, justo delante de la portería. No podía oir lo que decían, pero le llegaba el calor que desprendían sus cuerpos mezclado con el aroma de los perfumes caros que utilizaban. Entonces volvió a acordarse de ella, de cuando la tuvo en sus brazos, de cuando estuvo entre sus piernas, de cuando la estranguló con sus manos...





- Ella se lo merecía, sí, claro que se lo merecía, me provocaba, me provocaba todos los días, con su faldita y su camisa blanca, se le transparentaba todo, lo hacía para provocarme, sí, lo hacía para provocarme, pero el juez no quiso entenderme. Un maricón, eso es lo que era, si no me hubiera entendido, me provocaba, nos provocaba a todos, se lo merecía, por supuesto que se lo merecía, solo hice lo que tenía que hacer...


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En un cruce de calles oscuro y mal señalizado, un taxi estuvo a punto de chocar con un coche que circulaba a gran velocidad en dirección al centro. El taxista detuvo el coche a tiempo, pero el otro conductor siguió su camino sin apenas inmutarse. No merecía la pena molestarse por aquello, un solo un vistazo le bastaba para saber quien era. "Un policía de paisano, seguro. Fumando con la ventanilla bajada y conduciendo como si la calle fuera suya. Tienen más peligro que los delincuentes...".

Había una tienda cerca por allí cerca, pero se obligó a entrar de nuevo en el taxi y seguir su camino. 5 meses sin fumar, debía de ser fuerte. Sacó un chicle de su bolsillo y empezó a masticarlo furiosamente. La radio escupía ordenes de manera constante, estaban en fin de semana y no les faltaba trabajo. Bajó el volumen al mínimo y decidió salir del barrio buscando calles mejores.

"Tantos policías y aquí cada vez las cosas están peor", pensó. Su ruta no era una de las mejores, precisamente. Nada más empezar el turno estuvo a punto de atropellar a un borracho. Para esquivarlo se metió sin pensar en una calle llena de prostitutas, así que tuvo que fingir que estaba ocupado para no llevar a nadie. "Carreras cortas, nunca dejan propina y ensucian el taxi", le dijo una vez su padre cuando le enseñaba el oficio. Las cosas no habían cambiado mucho en los últimos 20 años, así que guardaba todos sus consejos en la memoria como oro en paño. Nunca le habían fallado.

En la siguiente esquina unos jóvenes estaban dando una paliza a un vagabundo. Aceleró antes de que alguien pudiera leer su placa ("No quiero pasarme toda la noche dando mi declaración en la comisaría") y a punto estuvo de pasar de largo un portal desde el que una mujer le hacía señas. Morena, traje chaqueta, bien peinada, aspecto elegante y discreto. Si era una puta, tendría que ser de lujo. Y esas dejaban buenas propinas. Paró el taxi sin pensar.

Al entrar en el coche se dio cuenta de que era más joven de lo que había creido al principio. Su propina peligraba. En cualquier caso era mejor que llevar a un borracho...

- ¿A dónde vamos, señorita?

Al oir eso la pasajera hizo una mueca sarcástica, mientras rebuscaba frenéticamente en su bolsa un objeto indeterminado. Por un segundo el taxista pensó que sería una atracadora y que lo que no encontraba era su pistola, pero jamás en su vida se había encontrado con una que estuviera tan buena. Considerando que acababa de comenzar el turno y apenas llevaba dinero, casi le daban ganas de dejarse robar.





- Quiero que me lleve al puerto -dijo finalmente.- pero antes tenemos que pasar por la plaza mayor. Hay que recoger a otra persona...


Continúa en... Diario de un luser

3 comentarios:

scape95 dijo...

Magnífico capítulo!!

El inadaptado dijo...

Pse, es bastante flojo. Lo único que he hecho es darle contexto a la historia.

Me hubiera gustado desarrollar toda el capítulo en viñetas, pero me hubiera llevado demasiado tiempo. Espero que para el tercer relato esté más inspirado...

Wishcure dijo...

Bueno, bueno, me toca el turno...ya me he leido los tres primeros capítulos, a partir de mañana me pongo en ello...

Un saludo!.