Primero fue mi manía de nunca poner el despertador a horas en punto. Después me di cuenta que no soporto ver un cajón o puerta de armario abiertos. Ahora he descubierto que soy capaz de escribir cualquier gilipollez para redondear el número de entradas solo porque me ponen nervioso los que terminan en nueve.
Otro pasito más en mi infatigable carrera hacia el TOC.
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