Todo aquel que me conoce en persona sabe que echo pestes de lo que yo considero como música pachanguera, entendiéndose como tal los últimos éxitos de los Cuarenta Principales, la salsa, las canciones chorras de la temporada (esta primavera nos vamos a hartar del Koala y su puto corral) y otros clásicos de verbena y borrachera. Pero no siempre fue así. Y la memoria, que siempre es traicionera, me ha devuelto el recuerdo de mi primer año de carrera y, sobre todo, de "la ruta".
Cuando llegué por primera vez a Alicante (hace ya casi 9 años) los universitarios solían hacer un peregrinaje cada fin de semana por las tres principales zonas de marcha de la ciudad. La fiesta comenzaba en "el centro" (también llamado "la zona"), los pubs que existen y existían en la calle San Fernando, la calle Cid, la plaza de Gabriel Miró y sus aledaños. Allí eran donde se hacían la mayor parte de fiestas universitarias, en unos pubs siempre pequeños, siempre atestados de gente y donde siempre se ponía la misma pachanga. Pero normalmente había buen ambiente, quizás porque la noche acababa de empezar, casi todo el mundo pasaba por allí (incluso los que no salían nunca de marcha), aún había esperanzas de ligar y los bares ofrecían a bajo precio cubalitros con alcohol de calidad discutible o tablas de chupitos más largas que mi pierna. La gente solía continuar la ruta hacia las 2 de la madrugada, lo que no impedía que si la fiesta estaba realmente animada te pasaras allí casi toda la noche.
La siguiente parada era el Barrio (el casco antiguo de la ciudad), que por aquel entonces era diferente a como es ahora. Al estar en medio de la ruta se consideraba muchas veces un lugar de paso, por lo que aparte de los pubs míticos (El coscorrón, Cienfuegos, The Cure) toda la zona estaba salpicado de locales cutres que cambiaban de nombre y de dueño con frecuencia, donde más que bailar lo importante era tomarse algo tranquilamente mientras se hacía tiempo hasta la siguiente parada. Allí también se celebraban algunas fiestas universitarias (acudí varias veces a las de Filología en el Nepal), aunque eran menos concurridas que las del centro. Eso sí, entonces igual que ahora se cerraba a las 4 o 4 y media (no eran tan estrictos en aquellos años), por lo que había que cambiar de sitio si uno quería seguir la marcha.
Y entonces igual que ahora uno acababa la noche en la primera zona de ocio del puerto, que hacía relativamente poco que se había abierto. Aunque apenas nada ha cambiado desde entonces, puesto que siguen casi todos los pubs que al principio, con los mismos porteros bordes, los mismos precios prohibitivos y la misma música a un volumen atroz. El Puerto era y sigue siendo el lugar donde terminar de emborracharte, si aún estas sobrio; donde caer rendido bailando, si aún conservas fuerzas del resto de la ruta; donde intentar ligar, si aún crees que tienes posibilidades; donde vaciar la cartera, si aún te queda algo de pasta. Así hasta que llegara el amanecer y no te quedara más remedio que volver a casa o cojer el coche en busca de una discoteca que aún estuviera abierta.
La ruta murió, como moda que era al fin y al cabo. Las tres zonas siguen en pie y la gente sigue moviéndose de una a otra, pero el concepto como tal ya no existe. El principal motivo es que la zona centro cayó en desgracia, aunque no sabría decir por qué. Quizás la gente simplemente se cansó de andar tanto o no les gustó el hecho de que cada vez hubiera más chavales de instituto pululando por ahí (ya que a fin de cuentas a esas horas es cuando ellos están de marcha), pero lo cierto es que los universitarios empezaron a decantarse más por hacer botellones en casa (la calle llegaría después) y luego ir al Barrio (con sus nuevos locales de tres plantas), con lo que poco a poco fueron cerrando una buena parte de los pubs que yo había conocido.
Son muchos los recuerdos que guardo aún de esa época: estar horas en el mismo pub bailando música que ahora se me haría insoportable... acabar una juerga a las 7 de la mañana, agotado y feliz... salir con mis compañeros de clase, fingiendo que nos caiamos bien... probar un pub distinto casi cada fin de semana, para no aburrirnos... las fiestas universitarias en las que me presentaban a gente que nunca volvía a ver... la noche del gran polvo con mi ex...
Fue un buen año. Y tenía banda sonora. Además de las canciones que ponían en todos los pubs una y otra vez (como "Torn" de Natalie Imbruglia o "Ciega Sordomuda" de Shakira), cada vez que salía de marcha me retaba a mi mismo a no volver a casa sin haber oido "El Matador" de Los Fabulosos Cádillacs o "Mala vida" de Mano Negra.
Normalmente lo conseguía. Porque por aquel entonces todavía había "pachanga" que realmente merecía le pena...
Cuando llegué por primera vez a Alicante (hace ya casi 9 años) los universitarios solían hacer un peregrinaje cada fin de semana por las tres principales zonas de marcha de la ciudad. La fiesta comenzaba en "el centro" (también llamado "la zona"), los pubs que existen y existían en la calle San Fernando, la calle Cid, la plaza de Gabriel Miró y sus aledaños. Allí eran donde se hacían la mayor parte de fiestas universitarias, en unos pubs siempre pequeños, siempre atestados de gente y donde siempre se ponía la misma pachanga. Pero normalmente había buen ambiente, quizás porque la noche acababa de empezar, casi todo el mundo pasaba por allí (incluso los que no salían nunca de marcha), aún había esperanzas de ligar y los bares ofrecían a bajo precio cubalitros con alcohol de calidad discutible o tablas de chupitos más largas que mi pierna. La gente solía continuar la ruta hacia las 2 de la madrugada, lo que no impedía que si la fiesta estaba realmente animada te pasaras allí casi toda la noche.
La siguiente parada era el Barrio (el casco antiguo de la ciudad), que por aquel entonces era diferente a como es ahora. Al estar en medio de la ruta se consideraba muchas veces un lugar de paso, por lo que aparte de los pubs míticos (El coscorrón, Cienfuegos, The Cure) toda la zona estaba salpicado de locales cutres que cambiaban de nombre y de dueño con frecuencia, donde más que bailar lo importante era tomarse algo tranquilamente mientras se hacía tiempo hasta la siguiente parada. Allí también se celebraban algunas fiestas universitarias (acudí varias veces a las de Filología en el Nepal), aunque eran menos concurridas que las del centro. Eso sí, entonces igual que ahora se cerraba a las 4 o 4 y media (no eran tan estrictos en aquellos años), por lo que había que cambiar de sitio si uno quería seguir la marcha.
Y entonces igual que ahora uno acababa la noche en la primera zona de ocio del puerto, que hacía relativamente poco que se había abierto. Aunque apenas nada ha cambiado desde entonces, puesto que siguen casi todos los pubs que al principio, con los mismos porteros bordes, los mismos precios prohibitivos y la misma música a un volumen atroz. El Puerto era y sigue siendo el lugar donde terminar de emborracharte, si aún estas sobrio; donde caer rendido bailando, si aún conservas fuerzas del resto de la ruta; donde intentar ligar, si aún crees que tienes posibilidades; donde vaciar la cartera, si aún te queda algo de pasta. Así hasta que llegara el amanecer y no te quedara más remedio que volver a casa o cojer el coche en busca de una discoteca que aún estuviera abierta.
La ruta murió, como moda que era al fin y al cabo. Las tres zonas siguen en pie y la gente sigue moviéndose de una a otra, pero el concepto como tal ya no existe. El principal motivo es que la zona centro cayó en desgracia, aunque no sabría decir por qué. Quizás la gente simplemente se cansó de andar tanto o no les gustó el hecho de que cada vez hubiera más chavales de instituto pululando por ahí (ya que a fin de cuentas a esas horas es cuando ellos están de marcha), pero lo cierto es que los universitarios empezaron a decantarse más por hacer botellones en casa (la calle llegaría después) y luego ir al Barrio (con sus nuevos locales de tres plantas), con lo que poco a poco fueron cerrando una buena parte de los pubs que yo había conocido.
Son muchos los recuerdos que guardo aún de esa época: estar horas en el mismo pub bailando música que ahora se me haría insoportable... acabar una juerga a las 7 de la mañana, agotado y feliz... salir con mis compañeros de clase, fingiendo que nos caiamos bien... probar un pub distinto casi cada fin de semana, para no aburrirnos... las fiestas universitarias en las que me presentaban a gente que nunca volvía a ver... la noche del gran polvo con mi ex...
Fue un buen año. Y tenía banda sonora. Además de las canciones que ponían en todos los pubs una y otra vez (como "Torn" de Natalie Imbruglia o "Ciega Sordomuda" de Shakira), cada vez que salía de marcha me retaba a mi mismo a no volver a casa sin haber oido "El Matador" de Los Fabulosos Cádillacs o "Mala vida" de Mano Negra.
Normalmente lo conseguía. Porque por aquel entonces todavía había "pachanga" que realmente merecía le pena...
4 comentarios:
Donde yo voy de marcha, todavía ponen "El matador", "Mala vida" y "Torn", las de Shakira las van variando según el último éxito que haya sacado.
a veces hay cosas que merecen la pena y llegan al gran público... cosas que jamás escucharía en una velada tranquila pueden emocionarme si se trata de bailar toda la noche...
jo, hace mogollón que no salgo... con tu post me han entrado ganas...
Dichosos aquellos tiempos en los que los discos eran caros pero sin exagerar y no había más estrellas prefabricadas que las estrictamente necesarias.
Tiene gracia que haya gente que no entienda que cada fin de semana vaya al mismo pub, una y otra vez. Eso es porque no han estado en uno pachanguero ultimamente...
Shakira es una belleza de mujer, talentosa y buenaza.
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